A LA CONQUISTA DEL VIAJE ESPACIAL TRANSFINITO
Por Mario Guillermo Acosta
CIFRA CDN: CDF#096-[2007 / 08] 2015-B
a. Aplicaciones aeronáuticas y transatmosféricas.
Al aplicar muestro modelo ampliado de mecánica reaccional no lineal RetroRotatoria (RTR) a los sistemas de propulsión para transporte aeronáutico y espacial avanzado, nos es posible diseñar vehículos de transporte aeroespacial y espacial adaptados a cada aplicación buscada, siguiendo los modelos más variados.
Veamos en primer término en qué deberán consistir en detalle, las aplicaciones más próximas del avión espacial orbital y suborbital de transbordo, que mas rápido deberemos desarrollar.
La aplicación de la propulsión cinética Retro-roTatoria Reaccional (RTR) con Volantes de Propulsión RTR (VPR) a vehículos aeroespaciales de corto y largo alcance descritos en el primer paper dedicado al tema (Cif. MGAcosta, Propulsión RetroRotatoria: Introducción de Conceptos, CIFRA, Bogotá, 2013-099), nos permite reducir inmediatamente el costo operacional de toda la industria aeronáutica y espacial transatmosférica, haciéndolas compatibles, y desarrollar sistemas de servicio de trasbordo orbital circunterrestre, como una extensión de los servicios aeronáuticos, y no como una categoría aparte de lanzamiento, con costo y modalidad de uso más próximos al estándar general actual desarrollado por dicha industria aeronáutica. Ello implica un tipo de evolución muy esperado por este sector, al tiempo que una revolución para la industria de transporte espacial, también muy esperada.
Por supuesto el diseño final que se logre del avión espacial no será posible sin la inmensa experiencia adquirida con el desarrollo y uso extenso que hemos hecho del transbordador espacial americano, incluidas las experiencias fallidas del Challenger y el Columbia. En realidad, de más de cien misiones realizadas (con cinco vehículos), dos fallaron. Lo cual, para un sistema tan complejo e inflexible es sin duda una proeza.
Pero para empezar, para la industria aeronáutica estándar a nivel general y comercial, el nuevo tipo de motorización VPR hará accesible para el viajero normal –ya sea hombre de negocios, ingeniero, científico o turista- destinos aeronáuticos de largo alcance difícilmente accesibles hoy para ellos, y un tipo de servicio que está tendiendo a desaparecer, el de alta velocidad. El del avión supersónico tipo Concorde o Tupolev, pero cuya demanda no ha hecho sino incrementarse con la globalización y la especialización en transporte de alto valor vigente. Ofrecer este tipo de servicio intercontinental hiper-rápido, eficiente y de «bajo costo» , es como para todos los desarrollos con reducción de costos, un desafío técnico de los más exigentes y audaces.
Este tipo de desarrollo hará accesible para los afluentes turistas del norte europeo, americano y asiático, destinos hasta ahora vedados al gran público, como Suramérica, Australia, el extremo oriente y el Pacífico sur. Lo cual significa que por ejemplo, el enorme flujo de turismo estival europeo fluya hacia el Caribe, el Indico o el norte de Australia, en vez de bajar solamente al Mediterraneo, el medio oriente o Indochina, y que el nortramericano haga lo propio, bajando a destinos más exóticos que la Riviera Maya o las islas del Caribe.
Igual sucederá para los Chinos o Japoneses del extremo oriente y para los árabes e hindúes, y no solo para los más afluentes, que siempre se pueden arreglar, sino para el pasajero promedio más variado. Este tipo de vehículos podrá transformar completamente las corrientes migratorias estacionales planetarias y hacerlas más incluyentes.
Igualmente, vehículos más especializados harán posible desarrollar nuevos servicios turísticos y de carga especializada punto a punto, y ello no solo en aviones espaciales, sino también en dirigibles híbridos de gran capacidad, aerodeslizadores o submarinos volantes, todos propulsados con motores VPR, y ello con el objeto de acceder no solo a los grandes destinos, sino también a los más exóticos, como recorrer la cuenca amazónica, la gran barrera coralina australiana, el valle del Rin o del Danubio, la meseta del Tibet, el Ártico, el Kalahari, el Sahara o el gran cañón del Colorado, o desarrollar servicios de alta velocidad muy personalizados, como helicópteros supersónicos estratégicos o Aeromóviles ejecutivos interurbanos de alquiler, etc., en desarrollos de nuevas aplicaciones omnimodales.
O establecer servicios de transporte a zonas protegidas o vedadas para cualquier tipo de infraestructura básica, como el de dirigibles de carga, pasajeros y servicios en el Sahara o el Kalahari en Africa, en la Amazonía y la Patagonia en Sudamérica, en el desierto de Gobi y la taiga siberiana en Asia, a través del Ártico, de la Antártica o del centro de Australia, descendiendo solo en los puntos de destino final autorizados para ello. Ello para no hablar del transporte omnimodal trans-oceánico de carga y pasajeros en dirigibles de gran capacidad y “alta” velocidad –siempre subsónica, por supuesto- entre los principales destinos de carga mundiales. Algo que ya está siendo previsto como un nuevo tipo de servicios de transporte muy necesarios.
Para desarrollar el propulsor y los vehículos asociados de esta naturaleza, la tecnología necesaria existe ya, integralmente, aunque en muchos casos esta deba ser sometida a su límite de eficiencia. Como es la norma en todos los desarrollos con especificaciones de carácter aeroespacial. Su introducción, cuando se logre, permitirá inducir una sana competencia tanto de desarrollo tecnológico como de aplicación, y a la postre, fomentará la implantación de las aplicaciones extra-terrestres e interplanetarias más variadas, algo que podemos prever desde ya como el ámbito de actividad humana que moldeará la economía mundial a partir de este nuevo siglo, un desarrollo solo comparable a la introducción del motor a vapor hace doscientos años, o del avión hace cien.
Así, si la configuración que acabamos de esbozar del avión espacial retro-rotatorio es aplicada para cubrir itinerarios intercontinentales de largo alcance y mayor demanda en vuelos suborbitales, este nuevo sistema de transporte transformará el comercio mundial, potenciando en especial sus aplicaciones exoatmosféricas, orbitales y planetarias que vayamos desarrollando, permitiendo reemplazar como hemos dicho, al trasbordador americano y todos loa sistemas de lanzadores por cohetes utilizados hoy por loa grandes operadores públicos y privados, con enorme esfuerzo e ineficiencia.
El avión espacial, basado en el concepto de desarrollar un vehículo convencional monoetapa, con fuselaje de cuerpo ascendente o de ala voladora con cabina extendida, propulsado por nuestros motores VPR asistidos por turbinas de retro-alimentación eólica, permitirán que este nuevo vehículo pueda operar en principio como un avión convencional, despegando y aterrizando horizontalmente desde cualquier aeropuerto de talla internacional, con algunas adaptaciones mínimas, en especial para su mantenimiento en tierra, entre vuelos, pues el manejo de carga y pasajeros, la alimentación de combustibles, y el sistema de control de navegación y guía tendrán los mismos estándares de la aeronavegación convencional, de catwgoeía espacial, por supuesto.
Su capacidad de carga y de pasajeros, en el orden de las 250 TM y 200 butacas, en los modelos desarrollables inicialmente, con servicios de cabina ampliada multimodal, con tienda-bar, cabinas privadas, bahías de entretenimiento y agrupación aislada, según el estándar que están imponiendo los nuevos modelos de acomodamiento en los modelos de aviones conceptuales de última generación, tales como su mayor envergadura en los nuevos tipos de fuselaje y mayor libertad de mov0imiento durante la fase de crucero, exigirán disponer de una capacidad de servicio acorde mejorada. Ellos por supuesto, no poseerán cabinas dormitorio, pues su estándar de vuelo será de dos horas promedio, y la configuración extrema de su trayectoria suborbital exige permanecer sentado y abrochado por seguridad y estabilidad en tal fase.
Este vehículo deberá ascender a 10.000 metros en vuelo subsónico después de despegar a >300 km/h desde pistas de 2000 m. Desde allí deberá ascender hasta los 30.000 m. para desarrollar M-7, y desde allí hiperacelerará a M-25 ascendiendo hasta los 100 km, desde donde o bien se inyectará en órbita a 300 km de altura y M-30, o bien, descenderá y revertirá la fase de ascenso en vuelo activo hasta aproximarse a destino, al otro lado del mundo, para aterrizar a >320 km/h en pistas de 2300 m. La envergadura y flexibilidad de la carga alar, así como la configuración del fuselaje de cuerpo ascendente o ala voladora, y por supuesto, las especificaciones de los propulsores retro-rotatorios, permite obtener estos parámetros extremos. El frenado se hará principalmente con los VPR y no con los alerones ni las llantas ya en el suelo, pero cuando sea necesario podrá ser asistido por estos elementos de seguridad.
Ello permitirá realizar el viaje tipo Washington-Tokio, ligando todos los aeropuertos de clase mundial con capacidad para recibir al avión espacial, que inicialmente podrán ser los de Londres, París, Madrid, Francfort y Moscú en Europa, New York, Atlanta, Chicago y Los Angeles, en EUA, Toronto en Canadá, Beijing, Hong-Kong, Tokio, Singapur y Seul en el Extremo Oriente, Ciudad de México, Barranquilla, Caracas, Buenos Aires, y Sao Paulo en Latinoamérica, Ankara, Tel Aviv, y Dubai en el medio Oriente, Delhi en la India y Sydney en Australia, i.e., unos 25 en total, todos en dos horas máximo, de despegue a aterrizaje. Este es el llamado parámetro Reagan, propuesto por él en 1985 al lanzar el programa NASP suspendido en 1994.
Otros puertos de grandes capitales y ciudades intermedias muy importantes, como Berlín, Hamburgo, Bonn, Amsterdam, Ginebra, Zurich, Munich, Bruselas, Edinburgo, Dublín, Copenhague, Reijiavik, Oslo, Estocolmo, Helsinky, Málaga, Barcelona, Bilbao, Cannes, Toulousse, Roma, Milán, Nápoles, Atenas, Zagreb, Viena, Praga, Budapest, Varsovia, Kiev, San Petersburgo, Ekaterinburgo, Voronetz, Bakú, Tashkent, Almaty, Irtkusk, Nahodka y Vladivostok, en Europa, Asia central y Rusia, El Cairo, Rabat, Argel, Tripoli, Kinshasa, Lagos, Ciudad del Cabo y Johanesburgo en Africa, Calcuta, Lahore y Madrás en la India, Kuala Lumpur, Bangkog, Shanhai, Taipei y Nagasaki en el extremo oriente, Dallas, Houston, Fénix, Las Vegas, San Luis, Detroit, Minneapolis, Miami, San Francisco, Vancouver, Otawa, Montreal, Boston, Filadelfia, Cleveland, y tantas otras ciudades en Norteamérica, y Guadalajara, Monterrey, Panamá, Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Maracaibo, Puerto LaCruz, Ciudad Bolívar, San Juan, Lima, Bahía, Salvador, Curitiba, Porto Alegre, Mar del Plata, Corrientes, Santiago, Valparaiso, Montevideo, Asunción, LaPaz o Santa Cruz, podrán acceder al menos al servicio supersónico de baja altura de 2 – 8 kkm de radio, muy rápido. Estos vuelos tipo continental podrán realizarse en una hora promedio, acelerando por debajo de M-7, siempre entre los 30 y 50 km de altura. Por lo tanto, este tipo de vehículos no deberá tener especificaciones de suborbitación.
La aplicación exoatmosférica le permitirá al avión espacial por supuesto, orbitar permanentemente, y alcanzar cualquier estación orbital de baja altura en una hora, desde el despegue. Para llegar a orbitar la Luna tardará otra hora. Para ir a Marte o Venus, como dicho, en promedio 12 a 15 horas. Para ir a los asteroides unas 24. Estos destinos, como previsto, podrán ser servidos directamente desde la Tierra, en vuelos de tipo relativista pero sub-ópticos.
Como se ve, se trataría de fundir en un vehículo único transatmosférico, la configuración aerodinámica de la aviación normal, con el concepto de transbordador, pero utilizando los conceptos más avanzados de fuselaje, aerodinámica, propulsión eólica, y motorización híbrida, utilizando a la atmósfera no solo como fuente de sustentación, sino además, como fuente de retro-alimentación eólica en las fases criticas de máxima aceleración tanto en ascenso como en descenso, y en todo el transcurso de crucero. Ello sin quemar oxígeno en la alta atmósfera, i.e., sin inyectarle hidrógeno a los Ram-jets planeados hoy. Lo cual reducirá enormemente los costos de operación, tanto para las aplicaciones aeronáuticas como espaciales, al tiempo que preservará la capa de ozono ya tan afectada, al eliminar su separación del oxígeno, antes de la combustión de este.
La solución propuesta, basada en la idea de escalonar los impulsos de aceleración o frenado a medida que asciende o desciende, se realizaría en tres fases:
– Primero el avión asciende a 10.000 m en vuelo subsónico impulsado por turboreactores de diseño clásico, partiendo de una pista de 2000 m, a una velocidad de 80 m/s.
– En una segunda fase entrará a operar el esquema eólico asistido por los retro-rotores, al ascender por encima de los 30.000 m, y acelerar en vuelo horizontal de M-1 a M-7, y de allí en vuelo ascendente hiperbólico, hasta alcanzar los 100 km de altura a M-25.
– La tercera fase inyectará al avión espacial en órbita a 300 km de altura y M-30 de velocidad final, o lo hará infleccionar de regreso suborbitando por inercia entre los 100 y 200 km, siempre en vuelo activo, para iniciar la fase de descenso desde allí, revirtiendo el proceso manteniendo el vuelo hiper-rápido (<M-7), entre los 30 –50 km de altura.
En la fase exoatmosférica el avión deberá seguir impulsándose con aceleración constante de 11 km/s, hasta alcanzar la media distancia por recorrer, para empezar a decelerar a partir de allí también con impulsión constante, para mantener las condiciones de habitabilidad normales.
Por supuesto, para alcanzar cualquier estación orbital de baja altura, deberá ascender a su órbita, sincronizar velocidades relativas, y acoplarse en cuestión de minutos. Si sigue ascendiendo, podrá alcanzar la media distancia lunar en media hora acelerando siempre con índice constante, para alcanzar la órbita lunar o cualquier polo Lagrángico próximo en otra media hora. En vuelos más prolongados hacia Marte, Venus, Mercurio o el cinturón principal de asteroides, de 15 horas promedio, todos los tripulantes podrán disfrutar de las diferentes amenidades dispuestas al efecto en el vehículo, e.g., salas de observación, oratorios, cabinas de descanso, camarotes, comedores, snac-bar, etc.
En el transporte endoatmosférico extremo, el avión suborbitará en vuelo hiperbólico inercial hasta los 100 km, y de allí empezará el descenso con frenado activo para viajar en vuelo hipersónico entre los 30 y 50 km, y descenderá a los 10 km de altura a vuelo subsónico de aproximación al destino, alterando la carga alar para poder aterrizar en pistas de 2300 m a 320 km/h. El vuelo hiperbólico en la alta atmósfera será asistido por controles autocontenidos no aero-dinámicos, a base de retro-rotores. Ello compensará la pérdida de maniobravilidad debida al vuelo aerodinámico hiper-rápido de ascenso-descenso.
Estos parámetros permitirán realizar el vuelo polar Washington-Tokio en 75 minutos, a un costo no superior a 10 KUSD por tiquete “Business Class”. Ello por supuesto, dentro de un esquema que esté ya bien desarrollado.
El tiquete de viaje exoatmosférico, a destinos de órbita de baja altura no deberá ser muy superior, y los destinos más alejados solo se irán ofreciendo en la medida que las instalaciones de recibo y la propia competencia lo vayan exigiendo. Por ello, los costos de estos tiquetes no reflejarán los costos de operación sino sobretodo, el premium de acceso al espacio y las políticas de oferta. Esta es una tendencia que las primeras ofertas públicas de vuelo por operadores privados ya están induciendo, y que los sitúa en un nivel de 200 kUSD, el cual nunca deberá superar.
Esta configuración permitirá mantener los costos de operación del servicio suborbital en niveles aeronáuticos “normales” para los operadores establecidos, ampliando su volumen de aplicación, y por lo tanto de demanda de equipos, lo que acelerará el desarrollo de esta tecnología, en especial para aplicaciones exoatmosféricas. Por supuesto, ello solo será posible si ella va acompañada de un desarrollo paralelo de las inversiones en instalaciones de destino. Ello hará que el costo de adquisición de los equipos, así como su amortización, se reduzcan a parámetros manejables para la industria privada, aumentando y con ello asegurando el potencial de desarrollo, sobre todo a largo plazo, de la industria espacial.
g. Satélites y plataformas orbitales.
A nivel exoatmosférico, el propulsor retro-rotarorio tiene muy importantes aplicaciones en todas las áreas. En primer lugar están los satélites y plataformas orbitales, en donde los VPR pueden aportar una solución final al problema básico del control de estabilidad, además de propulsión y guía, para este tipo de plataformas, problema clave que limita tanto la gama de aplicaciones posibles, como su duración de vida activa, y por lo tanto su costo de implantación.
Si el control de actitud por medio de micro-cohetes es reemplazado por uno a base de micro-rotores, alimentados por el propio sistema de generación de potencia eléctrica que alimenta a todo el vehículo, este problema puede ser resuelto de forma muy eficiente, ampliando sobre todo la duración operacional del mismo, especialmente para los satélites que trabajan a baja altura en órbitas de tipo polar, cuyos períodos de vida activa en muchas ocasiones no alcanza a los cinco años.
Como los retro-rotores son volantes de inercia, ellos deben proveer por si mismos un sistema de estabilización giroscópica del satélite o plataforma, a un costo adicional muy bajo, actuando como los giróscopos de alta precisión utilizados hoy, con un mando independiente. Así podrán integrarse a las funciones de control y guía de actitud del vehículo de forma natural. Algo fundamental para determinar sus condiciones operacionales de largo plazo. Todo ello, por supuesto, redundará en una reducción sustancial de los costos de operación de dichos sistemas, y por lo tanto, de los servicios prestados, potenciando su utilización general.
Como consecuencia de esta aplicación, y a un nivel más amplio, la propulsión retro-rotatoria permitirá construir sistemas para controlar, guiar y estabilizar las futuras estaciones espaciales que surgirán un poco por todo el sistema solar, inicialmente, en la próxima fase de desarrollo en gran escala de los diferentes programas espaciales de carácter corporativo o estatal, privado y/o público, de nivel nacional, internacional y mundial, que este nuevo tipo de propulsor hará posible.
En ellos el problema fundamental es el de lograr la estabilidad total del sistema, eliminando todas las vibraciones generadas por la actividad humana en ellos, y por los equipos con partes móviles dentro de ellos, al tiempo que generar de forma controlada e independiente gravitación artificial, por medio de la inercia centrífuga inducida con respecto al habitáculo por un generador independiente.
El problema de estabilidad anti-vibratoria -sin solución permanente hasta hoy- puede ser resuelto por sensores giroscópicos acoplados a micro-rotores VPR que neutralizan la vibración –en cualquier dirección e intensidad que se produzca- al eliminarla por compensación retro-rotatoria permanente. Los sensores podrán identificarla por control numérico con respecto a los giróscopos de referencia independientes. Todo el sistema actuará como un nuevo mecanismo de amortización para plataformas espaciales, satélites orbitales y vehículos de transporte interplanetario.
Los VPR permitirán además, crear un sistema complementario independiente de inducción gravitatoria artificial “inteligente”, que permita generarla de forma continua con respecto a una función que podrá corresponder a un centroide o a un eje de simetría exterior al vehículo en sí, en todas las plataformas no sometidas a propulsión permanente, volando por inercia entre o alrededor de cualquier sistema planetario o equivalente. Y ello lo hará de acuerdo al diseño y características de habitación de dichas plataformas de forma complementaria específica.
Un tercer componente de propulsión, permitirá transportar y mantener parqueada la estación espacial, en una posición y con una actitud determinada, la cual podrá variar asimétricamente si su programa de aplicación o condiciones de habitabilidad así lo requieren. Y ello de forma permanente o intermitente. Estos micro-propulsores, por supuesto no son de alto rendimiento, como los utilizados para lanzadores y cruceros de transbordo, pero tendrán capacidad de control y guía de alta precisión. Ello no impide que en diseños de plataformas avanzadas este tipo de impulsores de gran capacidad puedan ser incluidos para asegurar su movilidad de forma totalmente autónoma. No olvidemos que ellas siempre podrán ser ancladas y propulsadas por un transportador auxiliar independiente.
En el desarrollo de la industria de servicios espaciales desde plataformas orbitales, ya plenamente establecida para la Tierra con la red mundial de satélites de observación, comunicaciones, meteorología, geodesia, posicionamiento y navegación, etc., este sistema hará posible ampliarlo a otro tipo de servicios y actividades globales, que ya están previstas y en fase de implantación, como la de producción de materiales y manufacturas en micro-gravedad, la de generación y radiación de energía solar fotovoltáica, o el desarrollo de sistemas de mantenimiento, servicio y transporte modular exclusivamente exoatmosférico para dichas plataformas.
Ello permitirá realizar una gama de actividades imposibles de lograr hoy, y que sin embargo son de la más urgente necesidad, como la ya mencionada recolección de basuras en órbita terrestre, o el patrullaje y monitoreo del cumplimiento de la ley de seguridad global anti-armamentista en el espacio, o la prohibición del uso de materiales radiactivos en su ámbito, o la de mantenimiento, tanqueo y reparación de las plataformas ya existentes, su reposición, retiro o instalamiento en posiciones de desuso, o su posible reconversión, desmonte en órbita o desecho hacia trayectorias de no regreso, hacia el Sol por ejemplo.
Lo cual nos llama la atención hacia el servicio de mayor urgencia que es necesario implantar en el espacio circunterrestre: el de recolección de las <5,000 TM de basuras existentes hoy, especialmente las radiactivas, y la descongestión de órbitas saturadas ya de desechos, satélites obsoletos y en desuso, y partes y componentes de las etapas superiores de los lanzadores desechables utilizados desde el principio, durante los ya casi 50 años de actividad extraplanetaria, a un ritmo promedio de cien lanzamientos anuales.
Esta es quizás la misión más prioritaria que deberá desarrollar el crucero espacial extraplanetario de primera generación que deberemos desarrollar primero, basándolo en la estación ISS, y equipándolo con la “aspiradora” de basuras diseñada por los japoneses, y no solo de basuras macroscópicas monitoreadas en forma permanente, sino sobretodo de las microscópicas, de >1 mm, potencialmente muy peligrosas por lo poco observables. Por supuesto, las primeras basuras por recuperar son los generadores radiactivos dispersos en órbitas polares en general de baja altura, que hoy afectan a los nuevos sistemas ultrasensibles puestos en operación, creando interferencias indeseadas y riesgos de colisión cada vez mayores, debido al incremento natural de nuestra actividad extraplanetaria de baja altura.
Este riesgo sumado a la caída potencial de dicho tipo de satélites (los RorSats) a tierra, debido a su decaimiento orbital progresivo muy rápido, con el riesgo de contaminación radiactiva en zonas densamente pobladas, impuso hace ya más de treinta años la abolición de su uso en órbita terrestre. Por supuesto, los generadores de energía atómica (como los RTG, SP-100 y Topaz) no podrán ser totalmente desechados para las aplicaciones hacia el espacio profundo, o en la Luna, la base natural de operaciones más importante que deberemos desarrollar en este siglo. Las sondas y cruceros exploratorios espaciales de los últimos 30 años, como los Pioneer, Voyager, Viking, Pathfinder, Explorer, Galileo, Ulyses, Cassini, Craig, Spirit y Oportunity, lo demuestran extensamente.
Ellos serán siempre imperativos en la medida que las aplicaciones requieran fuentes de energía de alto poder y/o larga duración. La recuperación de estos desechos permitirá volver a utilizarlos en nuevos sistemas para alimentar dicho tipo de vehículos. De todas formas, la eliminación de estos desechos radiactivos en órbita terrestre de cualquier altura permitirá monitorear la proscripción de su uso en dicha región, con la consecuente certificación del pacto de no proliferación de este tipo de material en el espacio exterior circunterrestre de forma mucho más confiable. La caída del Skylab americano en Australia, y la de un Rorsat soviético con un pequeño reactor de 2 kw en Canadá, ocurridas en los años 70, demostró hasta qué punto somos vulnerables a este tipo de accidentes en todo el mundo, mientras subsistan estas basuras, y la necesidad imperiosa de abolir su uso en esta región.
Ello nos conduce al problema inevitable de seguridad. Puesto que la inmensa mayoría de satélites en operación es hoy de carácter militar, i.e.., toda la logística de observación estratégica de todas las potencias está hoy en el espacio. Por lo tanto, el servicio de mantenimiento y actualización deberá ser aplicado prioritariamente a ellos. Pero este nuevo sistema propulsor tiene la capacidad de alterar la estrategia de defensa de cualquier superpotencia, de forma tanto evolutiva como revolucionaria.
Ello hace que para nosotros sea de vital importancia que este tipo de tecnología sea accesible a todas las naciones con capacidad para desarrollarla. Que sea objeto de competencia abierta, equilibrada, y ojalá, que sea proscrita por convención internacional, como medio de transporte para sistemas de ataque masivo tipo ABC: atómicos, biológicos o químicos. Y el primer paso, es por supuesto, publicar lo que pensamos al respecto, como lo intentamos aquí.
Por fortuna las condiciones de política de seguridad global imperantes hoy en el mundo hacen pensar que ello sea posible. Además, como medios de control, inspección y defensa estos nuevos sistemas sí podrán ser muy efectivos. Se puede pensar que vehículos de crucero espacial retro-propulsados serán una plataforma ideal para sistemas de defensa a base de energía dirigida, como los cañones de rayos láser, o de energía cinética, como los anillos rotantes de varillas desplegables, los Homing Overlay Ribs (HOR), que al ser lanzados rotando a altas velocidades en enjambres de hasta mil unidades, pueden destruir cualquier vehículo objetivo (misil o satélite), al desestabilizarlo por el impacto de una sola unidad, la cual despliega sus varillas rotantes antes de golpear. Ello hace que este sistema, ya probado en el espacio, tenga una configuración dinámica de carácter retro-rotatorio, pero ciego –no controlado-. La inclusión de un micro-propulsor VPR los haría aún más precisos, y por lo tanto mucho más efectivos.
Estos desarrollos transportados por plataformas retro-rotatorias “inteligentes”, i.e., auto-controladas, robóticas, o dirigidas por telepresencia, permitirán neutralizar el uso de lanzadores balísticos, haciéndolos definitivamente obsoletos, al tiempo que permitirán desarrollar un nuevo sistema de patrullaje orbital: un primer sistema ideado para inspección, reconocimiento y control entre potencias, no solo de los acuerdos vigentes de limitación de armas, sino sobre todo, de proliferación de subproductos, como material ABC, en órbitas y trayectorias sub-orbitales restringidas. Algo de capital importancia para el control anti-terrorista. La proscripción del material ABC podrá ser perfectamente inspeccionada y sobretodo controlada en tiempo real, por medio de este nuevo tipo de vehículos en el espacio mismo, así como la certificación y control de los transportes autorizados.
El transbordador retro-rotatorio permitirá además, habilitar una órbita solar reservada lo suficientemente alejada del sistema terrestre, para establecer una estación de bodegaje, un verdadero almacén de depósito de desechos nucleares, en especial los que el fin de la guerra fría y la proliferación de los usos civiles de la energía atómica está generando.
Dicho almacén de depósito, administrado y controlado por la agencia mundial dedicada al tema (la AIEA), podrá servir a su vez, de base de suministro de material radiactivo para fabricar fuentes de poder RTG o similares, para los futuros vehículos y plataformas espaciales de nivel interplanetario que el propulsor eléctrico retro-rotatorio de que estarán dotadas necesitará, cada vez en mayor volumen, además de los generadores de las bases de operación pioneras de carácter planetario que deberán surgir muy rápido por todo el sistema solar. Ello solo será posible, por supuesto, cuando los nuevos lanzadores retro-rotatorios híbridos de alta seguridad ya estén totalmente desarrollados.
Además, estas labores de inspección, vigilancia, almacenamiento, reconocimiento y control del material ABC en y desde el espacio, serán mucho menos onerosas y complejas gracias a la introducción de esta nueva tecnología de propulsión, y su implantación será más sencilla y rápida, si prevalece el ambiente de cooperación y confianza recíproca entre las principales potencias tecnológicas, y en especial su interés en el desarme ABC vigente hoy.
De no ser así, ellos harán también “infinitamente” más complejo el concepto de defensa estratégica, pues las plataformas fijas más o menos camufladas existentes hoy en el espacio, serán totalmente inadecuadas para los posibles medios de movilización y reconocimiento previsibles por este nuevo tipo de vehículos. Ellos proveerán además, transportes de defensa-ofensa de carácter inteligente, en extremo móviles, rápidos y evasivos, guiados por telepresencia, y ello no solo en el espacio, sino también a nivel aeronáutico, anfibio y transatmosférico. Lo cual los convierte en plataformas de ataque muy difíciles de neutralizar, incluso con logísticas de la misma categoría, dotadas de cañones de energía dirigida, e.g, láser o cinética VPR.
Lo cual le permitiría a cualquier ofensor mayor intentar ataques masivos ABC a objetivos altamente restringidos para él. Por supuesto, hoy se sabe y se reconoce ampliamente que de este tipo de guerra nadie saldrá indemne, y que la biosfera planetaria misma, tal como hoy la conocemos, saldría totalmente devastada, aniquilando sobretodo a la propia civilización, y tal vez a la humanidad, con la mayoría de las especies mayores que hoy habitan nuestra Tierra, tal como lo describió Carl Sagan en su libro dedicado al tema. ([1])
Esta horrenda perspectiva, de la que apenas estamos empezando a emerger, apenas indemnes, solamente podrá ser erradicada de forma definitiva cuando la humanidad misma se difunda por el universo, abandonando su cuna para crear otros mundos habitados, y adquiera la conciencia clara y profunda de lo irreemplazable que es el hogar de sus ancestros, de lo sagrado que debe ser el preservar para nuestros herederos este planeta viviente que nos engendró, nuestra “Madre Tierra”, intacta.
h. Exploración planetaria.
Para realizar la exploración planetaria deberemos emplear a fondo todo el potencial de la propulsión retro-rotatoria en el área de transporte hacia el espacio profundo, en vehículos interplanetarios de carga, de pasajeros y de exploración automática, impensables hoy para la tecnología disponible.
Como vimos, la propulsión cinética permanente a base de VPRs nos permitirá alcanzar toda la zona interior de nuestro sistema solar, no ya en términos de meses y años, sino de horas y días, no más de 24 horas para alcanzar los planetas interiores hasta el cinturón principal de asteroides, y no más de 15 días para llegar al nuevo planeta “Urantia” en el borde interior del cinturón Oort, y ello acelerando de forma permanente al ritmo normal para nosotros, de la gravitación terrestre o solar. Algo, como ya vimos, profundamente revolucionario para el futuro de nuestra civilización.
En primer término, al aplicar este nuevo concepto de propulsión VPR será posible desarrollar al fin, integralmente, las cuatro iniciativas básicas propuestas por Sally Ride en su informe a NASA de 1988, tras el desastre del Challenger y el informe de la comisión Rogers, para el futuro del programa espacial americano a veinte años, i.e., a hoy, recogidas básicamente en el programa oficial del presidente Bush padre, sobre exploración espacial, ([2])
Estas iniciativas se refieren a desarrollar en dicho término de veinte años cuatro objetivos básicos:
- Desarrollar un sistema terrestre de observación satelital totalmente integrado.
- Impulsar el tradicional esfuerzo de exploración planetaria.
- Regresar a la Luna para quedarse.
- Realizar la primera misión tripulada a Marte.
La misión al planeta Tierra (GEOS) del primer punto, tuvo como objetivo establecer un sistema de observación global integrado, compuesto de nueve satélites, cuatro en órbita polar de baja altura sincronizados con el Sol, que permitan observar una zona asignada para cada uno en forma permanente, sobrevolándola dos veces diarias, y cinco geoestacionarios complementarios, que permitan en total monitorear las características de nubosidad, lluvia y humedad global, casquetes polares, capa vegetal y su contenido de clorofila, topografía oceánica y continental con sus deformaciones y movimientos de la masa tectónica, y monitoreo de la concentración atmosférica de gases como el ozono, metano y dióxido de carbono.
Semejante sistema que empezó a operar hacia 1995, permitió adoptar un esquema único de observación integrando diferentes tipos de sensores terrestres y espaciales, y obtener una visión global actualizada en forma permanente de los diferentes procesos observables, así como una visión detallada de fenómenos específicos, como erupciones volcánicas, huracanes, sunamis o terremotos, y de las áreas devastadas por ellos. Lo cual permitió obtener así un mapa global continuo y desarrollar el modelo de observación y diagnóstico del sistema terrestre más avanzado utilizado hoy a escala global.
El segundo punto del Informe Ride recomendó ampliar el tradicional esfuerzo americano en exploración del sistema solar, no solo aumentando el número y complejidad de las sondas de observación previstas entonces, hacia cuerpos primitivos (cometas y asteroides), hacia la zona interna del sistema de planetas terrestres, y hacia la zona exterior de planetas gaseosos y sus sistemas satelitales, como la misión CRAFT que observó a partir de 1993 el asteroide Hestia y el cometa Tempel, o la muy exitosa misión Cassini lanzada en 1998, que exploró Saturno y ahora acaba de explorar su luna gigante Titán, enviando incluso una sonda a su superficie.
Sino que también recomendó implementar misiones de reconocimiento y exploración robótica a los planetas terrestres, en especial a Marte, exploraciones que han sido realizadas en especial por las misiones Spirit y Opportunity en diferentes zonas de este planeta, con extraordinarios resultados, en especial el descubrimiento de sus inmensas reservas de agua en los casquetes polares, pero que aún no han producido el tan esperado hallazgo de vida –así sea en sus formas más primitivas hibernadas-. Por supuesto, Marte es el más interesante objetivo de exploración para nosotros hoy, no solo para comprender la estructura y evolución del sistema solar, sino sobre todo, como el único planeta del sistema solar potencialmente habitable por el hombre, en especial ahora que hemos encontrado las fuentes de agua necesarias para hacerlo de forma sustentable muy rápido.
La tercera iniciativa de Sally Ride, aún por realizarse integralmente, fue heredera del histórico esfuerzo del Proyecto Apolo, hecho en la época de oro del programa espacial americano, y se refirió al establecimiento y desarrollo de una base lunar permanente.
Ella constituye aún el deseo manifiesto por los americanos de regresar a la Luna, pero para quedarse, i.e., para aprender a vivir y a trabajar de forma permanente en ella. Este establecimiento estará precedido por una fase de observación y exploración robótica, que ya se puede considerar cumplido, en el cual se han identificado los puntos de mayor interés que permitan el implante de un asentamiento humano permanente, como posibles fuentes de agua –sobre todo en los polos- presencia de materiales explotables, como vetas de minerales, pisos de compuestos químicos con alto contenido de oxígeno, por ejemplo, o del famoso helio 3, tan exótico e interesante, en especial como combustible, etc. .
Ello sentaría las bases para la subsecuente fase de asentamientos, a partir del 2005, i.e., de ahora, en la cual se deberían instalar las plantas piloto de fabricación de oxígeno, y se deberían construir los primeros asentamientos permanentes. Dichos asentamientos, basados en habitáculos diseñados como una adaptación de los actualmente utilizados en la Estación Espacial Internacional (ISS), comprenderían un área habitacional, un laboratorio de investigación, un Land-Rover lunar, y el equipo necesario para la extracción y obtención de materiales primarios, en especial de oxígeno.
Inicialmente tripulaciones de hasta cinco personas podrían permanecer hasta un día lunar completo, i.e., 14 días terrestres. Con el desarrollo de una tercera fase, cinco años después, la ampliación de estas facilidades permitiría convertir estos primeros habitáculos en una verdadera base de habitación permanente, en donde podrían desarrollarse investigaciones científicas y tecnológicas de punta, así como disciplinas hasta ahora desconocidas en la Luna, como la construcción y transporte en superficie de unidades completas de habitación, o de plantas de extracción y proceso de materiales básicos.
Para el año 2010 treinta personas deberían poder permanecer meses viviendo y trabajando en estas instalaciones, para lo cual ya deberían disponer de la suficiente capacidad de producción de oxígeno, agua y energía, y haberse convertido en una verdadera empresa que prospecte y explore los recursos lunares disponibles, creando las bases de su explotación económica, y deberá servir también de plataforma para desarrollar nuevos asentamientos ulteriores en el propio satélite, así como de base de lanzamiento para nuevas misiones más audaces, hacia otros planetas y mundos habitables, en especial a Marte.
Una vez ganada la experiencia necesaria dada por la implantación lunar, sería posible pasar a la cuarta y última fase de las iniciativas Ride: la primera expedición humana a Marte. Esta es por supuesto, una iniciativa para el siglo XXI, y tiene las implicaciones políticas y sociales de la hazaña americana de los años 1960 en la Luna. Pero sin las premuras y el chauvinismo nacionalista impuesto por la guerra fría de entonces.
Quizás, dadas la distensión y la transformación de los bloques políticos y económicos dominantes hoy, esta pueda ser una hazaña compartida por los principales actores del espacio de hoy: los EUA, la UE, Rusia, China, Canadá, el Japón, Brasil, la India y Australia. Todos representados por sus agencias civiles especializadas, y también por sus consorcios privados mayores, que si la industria del transporte espacial se transforma, en especial por la introducción de nuestro nuevo concepto de propulsión, podrán jugar un papel muy importante, aunque aún no determinante, sobretodo en esta primera fase de desarrollo interplanetario. Y ya hay muchas iniciativas que tienden hacia este objetivo en todo el mundo ([3]).
Por supuesto, la conquista de Marte será otra de las grandes aventuras humanas de todos los tiempos, y sus realizadores serán recordados por siempre entre los grandes pioneros que han marcado el progreso de nuestra civilización. Pero ni Marte ni la Luna son aún objetivos accesibles de forma práctica y eficiente para el estado actual de nuestra ciencia y tecnología. Ni su desarrollo rápido es aún posible de mantener. La experiencia de la construcción y montaje de la actual estación espacial ISS lo demuestra bien. Para llegar a dichas metas será necesario dominar en primer término una técnica de transporte que las haga viables, y dominar además las técnicas de viaje humano prolongado en condiciones de ingravidez. Pues en las actuales circunstancias, un “amartizaje” humano de no más de dos semanas, deberá durar en llegar al menos diez meses, en la configuración del viaje más rápido. Y ello en un vehículo carente de gravedad artificial.
El esquema Ride debió haber permitido realizar tres viajes redondos piloteados a Marte, a partir del 2000, y establecer una estación permanente hacia el 2010. La carga sería enviada en una órbita económica en energía, por separado, y los vehículos serían ensamblados en órbita terrestre. Los de carga deberían transportar todo el equipo necesario para amartizar, así como los propelentes necesarios para regresar a la tripulación a Tierra, en su módulo de comando. Este módulo sería también ensamblado en órbita, y tendría capacidad para seis astronautas, así como su equipo de soporte y propelentes para el viaje de ida. La partida se haría una vez orbitado el vehículo de carga en Marte, al cual deberá anclarse el de tripulación cuando este arribe. Desde allí se hará el descenso a superficie. La exploración en Marte debería durar entre 10 y 20 días, tras lo cual la tripulación deberá retornar al módulo orbital principal, para emprender el viaje de regreso a Tierra.
Para desarrollar todas y cada una de las iniciativas propuestas por Sally Ride, en forma integrada, consecuente y evolutiva, sería necesario realizar, y lo fue en los aspectos en que estas se cumplieron, un considerable y duradero esfuerzo de diseño y desarrollo no solo de las numerosas técnicas de implementación necesarias, que ya vimos, todas logradas, sino sobretodo de la capacidad de transporte requerida para tales fines. Y esta es la tecnología que ha hecho falta.
La sola misión a Marte, utilizando las más avanzadas y eficientes técnicas de materiales, propulsión y diseño de estructuras conocidas hoy, requerirá cinco veces más carga útil para colocar en órbita terrestre, que la fase uno de la estación espacial ISS de 250 TM. Además, con los actuales medios de transporte –el lanzador americano Shuttle- será necesario diseñar y desarrollar toda la técnica de montaje y ensamblaje en órbita de los vehículos finales que habrán de viajar a Marte, y de los sistemas de transporte, almacenamiento y provisión en órbita de los combustibles criogenizados que los propulsarán.
La aplicación de la tecnología retro-rotatoria permitirá, por supuesto, agilizar estos desarrollos, potenciando la configuración de la primera fase a sistemas más ágiles y eficientes, revolucionando el proceso de implantación, en especial al reducir los períodos de tránsito interplanetario a días en cambio de años de transporte, reduciendo los costos de implementación a niveles impensables hoy, y ampliando en consecuencia exponencialmente nuestra capacidad de penetración.
Ello revolucionará en consecuencia nuestros actuales planes de desarrollo, que en esencia siguen los mismos lineamientos trazados por Sally Ride hace veinte años, pero potenciados a la mayor capacidad de liderazgo ganada en este período por los Americanos. Ello podrá ser sobretodo alimentado por la necesidad vigente hoy de reemplazar al lanzador Shuttle, y por la voluntad manifiesta de tener que desarrollar el equipo de transporte necesario para ir a Marte.
El desarrollo de transportadores retro-rotatorios hará que la exploración humana de estos astros pueda ser planeada ya no en términos de misiones específicas, tres a cinco a la Luna, dos a tres a Marte, con costos aproximados de cien billones de dólares para cada una, en el primer caso, y cinco veces más para el segundo, por el de la creación de sistemas de transporte de destino específico (cinco a diez vehículos para la Luna, tres a cinco para Marte), con ciclos de servicio de tipo diario a la Luna y semanal a Marte, a un costo equivalente para cada caso al de una sola misión planeada. Algo sustancialmente diferente.
Ello podría lograrse con plazos de desarrollo de diez años para la Luna y quince para Marte. Ello incluyendo a las estaciones orbitales de servicio, y la instalación de las bases permanentes de operación en cada astro, para tripulaciones iniciales “permanentes”, i.e., rotadas cada dos semanas, de hasta 30 personas. Lo cual implica desarrollar una industria de fabricación y montaje especializada, que podrá replicar estos sistemas muy rápido.
Si empezamos simultáneamente a implementarlos ahora, el desarrollo de las instalaciones lunares y marcianas podría realizarse prácticamente al tiempo, pero ello no deberá absorber todas las energías, pues estos sistemas también pueden llevarnos a otros astros, en especial al cinturón principal de asteroides, y a los sistemas satelitales de los planetas gigantes, hasta Urantia. Lo cual transforma completamente el panorama. Y por supuesto, este esfuerzo no deberá ser realizado por una sola potencia o un grupo “élite”, sino que deberá incluir a todos los participantes –públicos y privados- con capacidad –y voluntad- para lograrlo. Lo cual incluye tanto a todas las potencias espaciales, como a todos los consorcios empresariales de talla mundial que seguramente querrán unirse. Y a los nuevos emprendimientos que surgirán.
Tales sistemas de transporte con destinación específica se refieren a vehículos tipo muy especializados, que servirán destinos únicos, diseñados exclusivamente para tal fin o uso exclusivo, y que por supuesto tendrán un ciclo de vida útil que no podrá ser inferior al programa en sí, y que deberá aproximarse en términos generales al menos, al imperante en la industria aeroespacial existente hoy.
Por ejemplo, como ya indicado, el servicio de transporte a la Luna podrá ser una extensión del avión espacial VPR diseñado para servir a las instalaciones en órbita terrestre. Su dedicación exclusiva deberá permitirles ofrecer inicialmente un servicio con frecuencia semanal de ida y vuelta (de una a dos horas para cada fase), desde un puerto espacial de servicio en Tierra específico a la estación orbital en la Luna. Ello le permitiría a una flota inicial de cinco vehículos servir 25 destinos terrestres diferentes cada cinco días de operación, logrando una frecuencia de arribo a la estación lunar diaria de cinco vuelos desde las diferentes fuentes, o uno cada 4 horas en promedio.
Cinco vehículos de transporte a Marte permitirían ofrecer directamente desde Tierra un “vuelo” diario de 24 horas en promedio, cinco días a la semana, a la estación orbital de servicio allá. En un desarrollo posterior, los aviones espaciales podrán servir “aeropuertos” marcianos directamente en su superficie, aprovechando su configuración aerodinámica eólica. Ello podrá replicarse más tarde en todos los satélites con atmósfera, accesibles a comunidades humanas avanzadas implantadas en ellos. Lo cual evidencia hasta qué punto estos nuevos vehículos, siendo idénticos en su configuración de base, pueden llegar a ser disímiles en su diseño de detalle.
Para planetas, satélites o asteroides sin atmósfera, vehículos de descenso diseñados según las especificaciones astrofísicas de cada astro, deberán desarrollar autosustentación específica a su campo gravitatorio, para servir de interface permanente entre la estación orbital de servicio y las bases de operación en su superficie. Ello es de especial importancia para satélites de tipo lunar. Para los asteroides ellos solo deberán acoplarse al astro. Para grandes planetas de tipo terrestre, pero sin atmósfera, ellos deberán desarrollar sistemas de sustentación pasiva más audaces, como sustentación en su campo magnético, o ascensores de cable desde una posición geoestacionaria, etc.. Ello para evitar desarrollar sustentación activa contra la gravedad, como por la ya enorme experiencia ganada, parece que debe ser. Sin embargo, cuando no haya otra alternativa, esta tecnología siempre deberá estar disponible.
Las interfaces de transporte de carga hacia el espacio profundo podrán siempre ser servidas con vehículos totalmente automáticos, que por la configuración retro-rotatoria de sus propulsores, deberán ser económicos ya no en energía sino en tiempos de tránsito, por no estar sometidos a las estrictas condiciones de aceleración soportables para los humanos. Es decir, que ellos podrán viajar más rápido con controles teledirigidos, y podrán aprovechar al máximo la capacidad de impulsión que la técnica más avanzada permita desarrollar. La cual podrá ser también de carácter relativista. Lo cual redundará en la velocidad de implantación de las diferentes instalaciones orbitales y planetarias que deberán preceder a los futuros exploradores y habitantes interplanetarios humanos.
Los vehículos de transporte a la zona exterior de los planetas gigantes y al cinturón Kuiper, de alrededor de 15 días de duración, deberán corresponder a lo que son hoy nuestros actuales cruceros interoceánicos. Ellos deberán realizar itinerarios específicos a cada destino “non stop”, ejecutando trayectorias de tipo elíptico, como las utilizadas hoy, pero sin periapsis gravitatoria debido a su autonomía dinámica de vuelo. Por supuesto, inicialmente deberá desarrollarse una flota de demostración de carácter exclusivamente automático, sobretodo para demostrar las técnicas de manejo en condiciones relativistas. Estos vehículos podrán encargarse del transporte de las estaciones orbitales de recibo desmontadas a los diferentes destinos específicos identificados. Posteriormente podrán venir los primeros exploradores humanos dispuestos a “quedarse” al menos durante algunos meses, mientras se desarrollan las actividades que permitan habitación realmente permanente.
Ni que decir que tales vehículos podrán explorar extensamente el sistema solar exterior, y en especial el cinturón Oort, y a partir de allí podrán empezar a realizar las primeras misiones estelares cercanas, una vez dominada esta técnica de vuelo, como veremos en detalle un poco más adelante. Pero un desarrollo paralelo muy importante es el de la prospección de recursos naturales, que nos permitirá muy rápido, tan pronto tengamos acceso al cinturón principal de asteroides, desarrollar actividades industriales en gran escala, en especial, la de extracción y refinamiento de materias primas, como veremos en seguida.
Finalmente, pequeños vehículos de transporte espacial de corta distancia, de dos a cinco pasajeros, deberán vincular las diferentes instalaciones desarrolladas para permitir dichas actividades, para transporte de personal y carga, servicios de mantenimiento, seguridad y vigilancia, o servicios de emergencia, como el pequeño crucero espacial visto antes.
Así mismo, pequeños impulsores vestibles deberán servir al personal para sus actividades extravehiculares en microgravedad, proporcionándole propulsión, control y guía independiente de cualquier fuente externa, alimentados con baterías de litio, por ejemplo, en un tipo de desarrollo que es ya bien conocido hoy en el espacio, y que en Tierra está generando una verdadera revolución en los conceptos de transporte individual de corta distancia, en especial en grandes superficies comerciales y centros urbanos, y no solo para inválidos, sino también para el peatón permanente.
Me refiero a los patines de dos ruedas autopropulsados y autoequilibrados, y a los nuevos vehículos eléctricos de tres ruedas para servir al público en los centros urbanos restringidos a vehículos de mayor capacidad. Un desarrollo propuesto hoy especialmente en el Japón, logrado a partir del diseño de sillas eléctricas para inválidos de diseño avanzado. Una tendencia que podrá alcanzar el aire con nuestros nuevos propulsores VPR.
Ello evidencia hasta qué punto la iniciativa del propulsor retro-rotatorio propuesta aquí puede ayudar a resolver problemas, ampliar posibilidades, agilizar desarrollos potenciales, maximizar técnicas disponibles, enfocar la creatividad, dedicación y entusiasmo que estos propósitos inspiran en la humanidad entera, facilitando el acceso a las metas propuestas, de forma mucho más económica, flexible, participativa y eficaz. Algo que es en sí una muy buena noticia para la humanidad.
La conquista de Marte puede ser una iniciativa eminentemente americana. Quizás EUA desea reafirmar su liderazgo mundial con un objetivo de esta magnitud. Yo espero que el descubrimiento de esta técnica desde un ambiente tan poco favorable e inesperado como el de Colombia, a pesar de todos los ingentes esfuerzos realizados por las principales potencias durante los últimos años para lograrlo, les de una sana lección de humildad. El dinero y la técnica no bastan. Si requiere audacia, y un cierto cambio de perspectiva, de manera de pensar, muy difíciles de lograr allá.
Los rusos también necesitan reconfortarse de su evidente pérdida de liderazgo político explotando al máximo su enorme capacidad operativa en el espacio, en especial de estaciones orbitales permanentes. Ello una vez logren recuperar sus fuerzas, su capacidad organizacional. Los japoneses surgen ya como indiscutida potencia en automatización y robótica espacial. Los chinos ya están también emprendiendo un programa espacial muy activo. Los europeos unidos se han integrado ya en todas las áreas alrededor de ESA y Aeroespatiale, para recuperar su desvanecido liderazgo en un tipo de tecnologías –en especial la de lanzamiento- en la que a pesar de ingentes esfuerzos, su resultado ha sido mas bien mediocre. Australia, Brasil, Canadá y la India, tienen programas muy activos acordes con su capacidad. Otros países emergentes como Israel, Turquía, Sudáfrica, Nueva Zelandia, Korea, Argentina, Chile y Colombia tenemos mucho interés en entrar a participar.
Por supuesto, los grandes grupos empresariales mundiales poseen ya sus propios programas de aplicaciones espaciales avanzadas, y divisiones completas dedicadas al tema. Y ello a nivel tanto de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, como de nuevos esquemas de servicios y aplicaciones básicas. Ellos tratarán seguramente de establecer sus propias plataformas y programas de operación independientes.
Así, de pronto, con un propulsor de esta naturaleza todas las iniciativas son posibles, todos los desafíos técnicos y económicos son abordables, todas las perspectivas son viables: observatorios globales permanentes en los principales planetas y satélites naturales, acceso al espacio profundo en viajes rápidos manejables según la experiencia aeronáutica adquirida hoy, gran versatilidad y flexibilidad de diseño para lograr las configuraciones de estaciones orbitales y planetarias más variadas, lo que permite a su vez la integración y ampliación de las iniciativas más diversas, no solo de carácter científico sino también económico, y también no solo oficial sino privado. Lo cual permitirá la creación de grupos de trabajo en áreas de interés común específicas especializadas. Desarrollo de nuevas empresas dedicadas a avanzar por esta vía en temas únicos, muy concretos como el turismo orbital de Galaxy, o muy amplios como la conquista planetaria de 1000 Planets.
Por supuesto, las técnicas de permanencia prolongada en el espacio podrán avanzar muy rápido, en especial gracias a la disponibilidad de gravedad artificial permanente. Los rápidos, económicos y versátiles transportadores VPR permitirán multiplicar las misiones exploratorias, abriendo la posibilidad de establecer asentamientos permanentes en cada uno de los planetas y satélites accesibles muy rápido también. No ya en términos de siglos sino de décadas, y ello de forma simultánea. Una década para establecernos en la Luna, Marte, los asteroides más interesantes, y los satelites tipo lunar de los planetas gigantes. Pa implantarnos en Pluto y Coronte, y seguramente en Urantia tardaremos al menos otra década más. La implantación en cuerpos más complejos, como Venus, o Io, Titán o Europa será un poco más tardía por lo compleja. Pero no durará más de medio siglo.
Para entonces ya deberemos estar montando las primeras misiones interestelares. Lo cual hará “explotar” el potencial de desarrollo. Imaginemos que cada estrella tiene en promedio 20 planetoides habitables, como en nuestro sistema solar. Si exploramos en una primera fase el grupo más próximo de 50 estrellas, como lo sugerimos antes, ello nos produciría ya los 100 plantas habitables buscados por el consorcio americano. Pero el área más próxima a nuestro Sol, alrededor del brazo de nuestra galaxia que habitamos, en un radio no mayor a 1000 AL, deben existir al menos unas cien mil estrellas interesantes. Si solo exploramos mil, digamos en el transcurso del próximo siglo, el resultado final sería de veinte mil planetas habitables. Ello suponiendo, como ya lo hemos hecho en el capítulo dedicado al tema, que el desarrollo de sistemas planetarios en estrellas de condiciones y tallas semejantes a la nuestra es más bien un proceso imperativo y no aleatorio. Lo cual es un indicativo muy aproximado de la inmensidad de la tarea que nos espera, de carácter por ello milenario. Solo cuando rompamos la barrera de los mil planetas habitados, podremos considerarnos una civilización estelar.
Pero para lograr ello, deberemos habitar primero nuestro propio sistema, multiplicando los asentamientos, desarrollando industrias de punta en todas las áreas de producción, e impulsando el desarrollo de la bionáutica, o habitación permanente en el espacio de comunidades humanas más o menos numerosas. Es posible pensar que en cien años, cada una de ellas podrá albergar millones de habitantes, según el modelo propuesto en EUA por Gerald O’Neill.
Según el criterio de O’Neill ([4]), la forma mas probable del desarrollo futuro de las comunidades humanas en el espacio, será el establecimiento de estaciones orbitales totalmente autónomas. Estas serán estaciones instaladas en o alrededor de núcleos industriales de punta, y podrán multiplicarse, o regenerarse, en forma automática muy rápido. Ellas estarán ubicadas primero en los centros de extracción y procesamiento de minerales y materias primas. Y los primeros y mayores centros mineros estarán ubicados muy seguramente en el cinturón principal de asteroides.
A partir de ellos, se establecerán seguramente alrededor de o directamente en la Luna y Marte, núcleos industriales de punta dedicados a la manufactura de componentes y equipos y materiales muy especializados, de aplicaciones con destino prioritariamente terrestre. Al tiempo se deberán desarrollar todas las infraestructuras de mantenimiento y servicio para atender a dicha población, lo cual permitirá a la larga desarrollar industrias exclusivamente espaciales de tipo global, como una red de generación de energía solar fotovoltaica radiante, nuevas redes telecoms de telefonía móvil e Internet, de navegación y telemetría, y de observación y vigilancia, así como toda la red de transporte intermodal público de carácter espacial y transatmosférico, que vinculará los principales destinos.
A partir de la dinámica así creada, dichas estaciones podrán replicarse en nuevas áreas de desarrollo, aumentando en número, tamaño y sofisticación. Por ejemplo, a partir de una primera estación con capacidad para albergar diez mil habitantes “permanentes”, de configuración cilíndrica, dotada con todas las facilidades de acomodamiento bionáutico, i.e., con además de las áreas de habitación y mantenimiento prioritarias, con zonas de entretenimiento y deporte, áreas de esparcimiento con parques e incluso bosques de especificaciones variables, replicadas de ambientes terrestres conocidos (e.g., húmedos tropicales, o de taiga siberiana, o de selva negra alpina, o de sabana subtropical africana, etc.), los cuales podrán incluir parques, fuentes de agua, senderos peatonales, espacios de deporte extremo, etc.
Estas estaciones estarán asociadas a instalaciones auxiliares de producción para su propio consumo, además del oxígeno, agua y energía fundamentales, de productos básicos tales como agroalimentarios, productos de aseo y mantenimiento, muebles y enseres de equipamiento, medicamentos básicos, textiles, etc. Por supuesto, todo lo demás será importado de Tierra, y distribuido a través de un sistema de comercialización tipo hipermercado.
Ellas estarán dotadas además de todas las amenidades necesarias para la vida en comunidad, como centros de deporte y entretenimiento, gimnasios y spas, oratorios, sala de conciertos y cinema, librería multimedia, minimercados, malls de butiques, etc.. Ellas podrán además de mantener un régimen climatizado estándar con ciclos de noche y día programados, un régimen climático variable que puede incluir estándares ambientales terrestres reproducibles, como el clima de alta montaña, o de playa tropical, o de jardín primaveral, o de isla mediterránea, en unas condiciones que incluso podrían ser envidiables para los propios habitantes en la Tierra.
Dichas instalaciones podrán construirse siguiendo diversas configuraciones básica, y no solo la cilíndrica propuesta por el grupo de trabajo de O’Neill. Estas pueden consisteir en una esfera de Bernal, propuesta por el físico británico J.D. Bernal en 192º, cuya estructura corresponde a la de una enorme esfera hueca habitable hacia el interior, sobre la superficie interna de la misma.
Otro modelo muy famoso, el reproducido el la película de Stanley Kubrick de los años sesentas, “2001 Odisea del espacio”, es el toroidal, o Toro de Stanford. Este consiste en una rueda cilíndrica de 1.8 km de diámetro exterior, y 300 m de diámetro cilíndrico, que rota una vez por minuto para simular la gravedad terrestre. Ella puede albergar diez mil habitantes en un ambiente de submarino.
Otros esquemas más exóticos consisten el collares de pequeñas esferas, o “girasoles”, i.e., cuerpos esféricos rodeados de discos de espejos solares dispuestos como pétalos alrededor del cuerpo central. O también, de “sombreros”, en donde el cuerpo central no es una esfera sino un cilindro. Por supuesto, todos ellos estarían dotados de gravedad artificial, serían ambientados por energía solar, y estarían asociados a módulos adyacentes de manufactura en microgravedad, y estarían protegidos contra las radiaciones cósmica y solar de alta energía, y contra cualquier impacto de micrometeoritos en el ambiente espacial.
Estas colonias prefiguradas por primera vez por el único autor de ciencia ficción que predijo la posibilidad de propulsar naves espaciales con volantes de inercia, el clérigo bostoniano Edward Everet Hall ([5]), partiendo de las pequeñas “cabañas” construídas hoy, como las Soyuz rusas y las ISS americanas, o mejor internacinales, euro-ruso-americano-japonesas, etc., podrían llegar a albergar millones de habitantes cada una, y convertirse a larga en los mayores centros de habitación humana, convirtiéndose con los siglos, en los principales núcleos de civilización, manteniendo al planeta ancestral como una reliquia habitada por una minorías ciertamente privilegiadas. Este sería pues el principal destino turístico de estos “orbes” abigarrados.
i. Minería e industria espacial.
Semejantes desarrollos revolucionaran positivamente la economía humana, abriendo el campo de la producción en microgravedad a industrias básicas tan importantes como la bioquímica, la metalurgia, la microelectrónica, la farmacéutica, la agroindustria, la industria de hidrocarburos, etc.
Para lograrlo, el primer paso a seguir, una vez disponiendo de un transportador adecuado, es desarrollar la minería espacial. Para ello, como acabamos de sugerirlo, “pequeños” cruceros de carga podrán remolcar asteroides enteros hasta órbitas de parqueo circunsolar, para anclarlos a plantas de extracción ya remolcadas e instaladas allí, listas a operar.
Esto se podría realizar si, como sabemos, se tomaran inicialmente los asteroides tipo Apolo que cruzan la órbita terrestre, cuando se aproximan más. Para remolcar este tipo de asteroides hasta una órbita exterior próxima a la Luna, a su segundo polo Lagrángico, por ejemplo, solo basta con cambiar su velocidad en 5 km/seg. Para ello hay que anclarse a él y estabilizarlo con varias sondas automáticas sincrónicas actuando simétricamente. Ellas deberán ser capaces de repetir sus movimientos caóticos antes de anclarse, para luego sí estabilizarlo, y entonces iniciar la fase de trasteo, alterando su trayectoria en forma controlada. Con retro-propulsión se pueden realizar este tipo de maniobras sin temor al costo energético del trasteo.
Por supuesto, traer un asteroide a órbita terrestre es muy peligroso, y es muy posible que ello sea prohibido por convención internacional. Este puede ser igualmente trasteado a cualquier instalación de extracción mayor, en la zona principal de asteroides por ejemplo. Lo que esta técnica sí permite es capturar y desviar o destruir cualquier tipo de cuerpo celeste extraño, asteroide o cometa, que amenace la seguridad planetaria. Otro tipo de servicio muy esperado por la humanidad, pero imposible de asegurar hasta ahora de forma absolutamente confiable.
Una vez anclado el asteoide, este podrá ser pues transportado a una estación de proceso en una planta orbital, remolcándolo 100 % intacto. El asteroide ferroso Apolo de 1 km de diámetro, contiene ingentes cantidades de materias primas que deben servir de base para el desarrollo periférico de industrias enteras de aplicación espacial y planetaria. El puede proveer aproximadamente 4.450 millones de TM de níquel, 18 MTM de cobalto, 345 mil TM de galio, 18 KTM de platino, 5,400 TM de osmio, 2,700 de oro, todos en forma metálica. Lo cual puede significar un valor de mercado de mas de 100 BUSD de hoy. Por supuesto, su introducción masiva rompería totalmente los estándares de precios vigentes, y la estructura actual de esta industria.
Y de tallas comparables existen miles de asteroides, de todos los tamaños y tipos de composición imaginables, listos para su explotación. Por ello para nosotros es vital desarrollar primero esta industria. Todas las operaciones de extracción minera se trasladarán al espacio, con el impacto que ello significa para la actual economía mundial. Ellos constituyen una verdadera fuente inagotable de materias primas, accesibles a costos de explotación muy inferiores a los vigentes hoy. Y ello solo gracias al transportador VPR disponible. Y aún nos queda la reserva de cometas del cinturón Oort… millones de veces más abundante, del cual aún no sabemos qué sorpresas nos guarda.
Además, al desarrollar la industria periférica de refinamiento en microgravedad, sin convección térmica ni sedimentación, es posible lograr un control sobre los procesos de manufactura, como la cristalización, aleación y fusión de metales, polímeros y cerámicas, imposibles de lograr en tierra, permitiendo la fabricación de materiales únicos, superpuros, o perfectamente cristalizados, totalmente isométricos, o exáctamente asimétricos, para producir super o semiconductores, o para lograr aleaciones imposibles aquí, como la de aluminio-acero, o todas las nuevas aleaciones de materiales compósitos, o para elaborar nuevas cerámicas, polímeros, plásticos, óxidos, ácidos, alcaloides, o nuevos productos químicos, como encimas y proteínas, reactivos y toda la gama de productos biotecnológicos hoy identificados. Ello para no hablar de genética.
Cuando se sabe que en agrotecnología, las aplicaciones de plantación en microgravedad de variedades de desarrollo semestral, como el trigo, el maíz, el arroz y la papa, es decir los cuatro cultivos más importantes de la humanidad actual, además de otros tan valiosos como la cebada, la soya, la colza, la remolacha y la caña azucareras, el algodón, el tomate, el fríjol, el garbanzo y la lenteja, además de ciertas flores y frutas, como el clavel y la rosa, o la fresa y la uva, o de ciertas plantas ornamentales, en especial todas las cultivadas a base de bulbos, de floración estacional, se pueden obtener en cultivos invernados en unidades espaciales cerradas en condiciones de ingravidez, rendimientos en algunos casos 50 veces superiores a los obtenidos en tierra, y que muy probablemente la cría en ingravidez permitirá producir animales gigantes, dos o tres veces superiores a su talla normal, es dado pensar que estas áreas de producción también pueden verse profundamente transformadas por el desarrollo de la industria espacial y su aplicación a sus industrias.
Ello sin hablar no ya del desarrollo tradicional, sino de la nueva industria genética transgénica que tanto se ha discutido, y que ya ha afectado enormemente los parámetros de producción en tierra, mejorando sustancialmente en especial estos cultivos básicos semestrales. Ello permitirá instalar en el espacio unidades completas de producción en gran escala de este tipo de productos, para ser consumidos no solo por su población creciente de astronautas y viajeros espaciales, sino sobretodo también para la propia población terrestre. No sin olvidar a los contestatarios, que deseean siempre conservar los sistemas y procedimientos tradicionales, como los habitantes de Arcosanti en EUA, o a ese otro tipo de desarrollo previsible que estas técnicas habilitarán, el de los Bionautas, o comunidades humanas cerradas decididas a habitar el espacio en unidades totalmente autosuficintes, como las del proyecto Biosfera 1, también en EUA, dedicadas a viajar por el universo reproduciéndose a sí mismas, sin tiquete de retorno. A ser verdaderas Arcas de Noé interplanetarias e interestelares. Con nuestra técnica de propulsión ellas podrán llegar por supuesto muy lejos.
El que la humanidad se establezca en el espacio exterior terrestre y alcance el grado de desarrollo apenas esbozado aquí, no es una ilusión sino un imperativo económico y civilizacional que el desarrollo futuro de la propia industria mundial ya está necesitando. Un aporte como el propuesto por nosotros no hará sino acelerar el proceso, y ello lo determinará la propia decisión con que sea asumida esta nueva tecnología. Su aplicación hará posible, sobre todo, que un individuo normal, con niveles de ingreso y estándar de vida de clase media de nuestras sociedades avanzadas, como los son hoy las sociedades de los países desarrollados y lo serán en un futuro no muy lejano las demás naciones terrestres, pueda acceder regularmente y a bajo costo al espacio exterior, y ello en forma indiscriminada, a través de programas de turismo espacial, por ejemplo, o de empleo temporal, para trabajos que no requieran calificación avanzada, o de programas de formación en las ciencias y técnicas de mayor demanda en este nuevo ámbito de desarrollo humano, para una nueva juventud audaz e inquieta ávida en explorarlo, o a través de programas estatales de recreación y salud para las generaciones mayores, de pensionados o inválidos, o para grupos de exploradores infantiles asociados a su clase escolar, patrocinados por su colegio.
Posteriormente deberán desarrollarse también instalaciones clínicas para procedimientos quirúrgicos, de tratamiento o recuperación de cierto tipo de pacientes, como los quemados, o los afectados por cierto tipo de síndromes, posibles de tratarse con ventaja en el espacio, como ciertos desórdenes gastrointestinales, cardiacos o vasculares periféricos, ciertos casos pediátricos, y todos los inválidos que puedan beneficiarse de poder actuar en ingravidez. Ello sin hablar de tratamientos de psiquiatría o farmacodependencia, cuyas consecuencias también pueden ser muy provechosas, pero son poco comprendidas aún.
Ello también hace pensar que cierto tipo de delincuentes muy peligrosos también pueda ser recluidos en el espacio, en unidades selladas con actividades de recuperación social progresiva. Ello por supuesto, siempre y cuando no se constituya en tortura para el recluso. Siempre y cuando este lo asuma y se adapte convenientemente.
Otro tipo de actividad humana en el espacio, mucho más interesante y atractiva, es el deporte extremo en ingravidez, o los posibles espectáculos circenses y de cualquier otro tipo que puedan ser inventados por la farándula interplanetaria que ellos engendrarán, tanto para los habitantes interplanetarios, como para las caravanas de turistas y gitanos solitarios fanáticos del “camping” orbital.
Por supuesto, el desarrollo masivo de esta tecnología deberá permitir la reducción de costos de adquisición de las camionetas orbitales SUVA descritas antes, Ello hace pensar en caravanas de cruceros espaciales organizadas por clubes de viajeros propietarios de tales vehículos, o alquilados por redes de turismo tipo resort, para pernoctar en sus propias instalaciones orbitales o en cualquier otra afiliada a su red. Tales vehículos podrán anclarse al módulo de estacionamiento de la estación, o aterrizar en ella, al estilo de cómo lo hacían los vehículos de los famosos dibujos animados de los años 60, los “Supersónicos”.
Un vehículo orbital privado tipo SUVA, con un habitáculo espacial autosuficiente tipo camping, que nosotros llamaremos HAB, capaz de acomodar a una familia entera, podrá ser anclado a una estación orbital permanente mayor, y ser abastecido de todos los servicios básicos de mantenimiento y soporte de vida por ella, dándole además a sus propietarios acceso a todas las facilidades de servicio y entretenimiento al público disponibles en ella, como restaurantes, boutiques, hipermercados, agencias de tours especializados, preprogramados a destinos planetarios u orbitales en el área, de acceso restringido al público en general, realizados en cruceros exploratorios guiados, o de espectáculos, gimnasios, observatorios, canchas de deportes ingrávidos, como las de patinaje autopropulsado, o la de balón o pelota ingrávidos, tipo fulbolito, basquet, béisbol, billar, golfito, tenis, squach o cricket tridimensionales confinados, y toda la infinita variedad de nuevas posibilidades hoy impensables para nosotros. Tal como las muy apetecidas piscinas de burbuja, la instalación de mayor demanda cuyo solo acceso ameritará el viaje a muchos cosmonautas turísticos.
Tales instalaciones montadas un módulo satelital ingrávido de la estación, accesible directamente desde ella por túneles de conexión con cintas de electrotransportación, consistirá en una enorme Geoda o esfera de Bernal hueca, de unos 300 m de diámetro. En su superficie interior tendrá todo tipo de instalaciones de servicio, tales como centros de entretenimiento multimedia, restaurantes, cafés, snac-bars, tiendas de alquiler de equipos, un spa con sauna y turco, gimnasios, etc. En el centro de la esfera, y gracias a la ingravidez se hallará la piscina en sí, la cual como una gota de agua, flotará manteniendo su núcleo seco. Ella tendrá un grosor en profundidad de dos a tres metros, y un diámetro total de unos cien metros. En el centro seco encontrará un sanack-bar que le permitirá disfrutar del espectáculo hacia fuera. Los acuanautas flotarán en el agua a su antojo, y podrán entrar y salir de ella, hacia adentro o hacia fuera, según su voluntad, flotando siempre por todo el entorno con entera libertad. Una legión de instructores permanente los auxiliará y entrenará a los novatos a dar sus primeros “saltos” ingrávidos. Un grupo de mantenimiento estará pendiente de todas las cosas sueltas flotando sin control. Un grupo de vigilancia estará pendiente de toda la concurrencia, y estará listo a auxiliar a cualquiera que colisione o se golpee por accidente.
Semejante instalación podrá servir también de coliseo, para montar espectáculos tridimensionales en ingravidez: grandes conciertos, circos, pistas para competencias deportivas, espectáculos gimnásticos. Todo ello por supuesto, retirando la gota de agua. La experiencia en sí de nadar en una piscina de estas carácterísticas será única e inolvidable. Por ello su indudable atractivo..
Otra experiencia excepcional en estas estaciones, será la de realizar cruceros de exploración y observación guiados. Ello le permitirá a un turista en las proximidades de Júpitar, viajar a Io, descender a su superficie, aproximarse a sus famosos géiseres, observar el espectáculo único de un atardecer bajo un cielo dominado por el astro gigante, explorar sus lunas gigantes, o hacer lo propio desde una luna no tan próxima de Saturno, como Calipso o Dione, o explorar a baja altura la superficie exótica de Miranda, o penetrar en aerodeslizadores al mundo iluminado de Titán, u observar el sistema solar interior, y sobre todo nuestra amada y lejana Tierra, desde Tritón o Nereida en Neptuno, o desde Plutón o Coronte, en el límite exterior de nuestro sistema planetario. Ello sin olvidar la observación astronómica de alta resolución que solo es posible en el espacio.
Todo ello será posible aún antes de que el hombre se establezca definitivamente en el espacio, en habitats orbitales permanentes, o en cualquiera de los sesenta y dos mundos habitables por nosotros en el sistema planetario principal de nuestro Sol, y sobretodo en los relativamente próximos y fáciles de acceder de la Luna y Marte, en los próximos cien años.
Todo lo cual contribuirá a la formación y desarrollo de comunidades humanas extraterrestres, i.e., no nacidas aquí. Lo cual alterará definitivamente nuestra actitud en sociedad, nuestra percepción de pertenencia y de solidaridad, haciéndola más cosmopolita, más global. Tal como ha ocurrido ya con todos los astronautas y cosmonautas que han salido al espacio, y que han podido observar a la Tierra desde lejos. Y de ellos, muy especialmente, con los doce elegidos que han podido caminar y saltar en otro mundo, que visitaron la Luna hace ya casi cuarenta años, únicos humanos hasta el presente en haber “habitado” otro mundo, y que han podido vivir, sin excepción, para contarlo.
j. Exploración estelar.
Para nosotros el mayor aporte que nuestro sistema propulsor VPR le proporcionará a la humanidad a largo plazo, es la posibilidad de viajar efectivamente a las estrellas. El de poder propagarse finalmente por la Galaxia para desarrollar una civilización estelar.
Para ello se pondrán a prueba, hasta el límite, no solo todas las técnicas de transporte, propulsión, control y habitación desarrolladas hasta ahora por el hombre, sino sobretodo, todas sus teorías acerca de la estructura de fondo, microfísica y en gran escala, del universo entero, del Cosmos, apenas sugeridas en este libro.
Por que, para que el hombre viaje por el universo y conquiste las estrellas, tendrá que probar primero si es viable o no, como lo predice la relatividad, el viaje superóptico. No el viaje a través del tiempo, el cual según la teoría cuántica del mismo que esbozamos en el capitulo dedicado a la relatividad, y gracias a la introducción de nuestro operador retro-rotatorio, es irreversible. Sino a través del espacio-tiempo tetradimensional normal. Respetando la invariancia ortocrónica de la nueva relatividad cuántica. Y viajando siempre a velocidades “superópticas” pero finitas, i.e., bien determinadas.
Si en sistemas de transporte sometidos a las estrictas condiciones del espacio-tiempo natural, los procesos internos que gobiernan al vehículo, de impulsión retro-rotatoria controlada permanente, se comportan de forma independiente a la relatividad, i.e., si lo que prevalece en su referencial de espacio-tiempo es su propio tiempo interno operacional y no el del referencial exterior general, i.e., el de las estrellas circundantes, es porque es el cuanto y no el espacio-tiempo el componente fundamental de la realidad.
Como vimos en el capítulo dedicado a la relatividad cuántica, estos viajes serán perfectamente posibles, si es este el caso, y si las restricciones relativistas a este nivel (las referentes sobretodo a la paradoja del tiempo de Langevin), no son más que una exótica mitología cientista característica de nuestro tiempo, fruto de un modelo matemático muy fecundo en su momento, pero para este propósito inadecuado y limitante. Como lo fue el modelo Newtoniano para la propia relatividad.
Si efectivamente los valores de masa energía de un vehículo sometido a aceleración constante de tipo terrestre –no lumínica- se comportan de acuerdo al operador retro-rotatorio, y no a la mecánica relativista en sí, él deberá conservar su coherencia interna operacional con respecto al origen, i.e., al referencial terrestre, aunque su dinámica varíe de forma relativista con respecto al fondo gravitatorio general. Ello hará posible que el vehículo penetre y explore regiones muy alejadas de nuestro referencial natural, pudiendo “regresar” siempre para contarlo.
El propulsor retro-rotatorio permitirá sin duda imprimirle al vehículo una aceleración constante, permanente, de tipo terrestre (de no más de 17 km/s para escapar al Sol), para que pueda ser habitable. Ello con alimentación primaria de tipo electronuclear termiónico, e.g., hará posible impulsarlo por décadas. Hasta 80 años de acuerdo a la tecnología disponible actualmente. Pero él no requerirá bajo estas condiciones viajar más de dos años entre estrella y estrella, para ir a las estrellas más próximas. El hombre, como dijo Haldane padre hace ya casi cien años, parece diseñado para viajar a las estrellas. El vehículo deberá seguir una trayectoria de carácter elíptico, acelerando la mitad del trayecto y decelerando la otra mitad, hasta aproximarse a la estrella buscada, para explorarla a baja velocidad y a distancia, para regresar a contar la historia.
En los astros de mayor interés encontrados en dicha exploración la misión podrá realizar algunas operaciones de tanteo, como expediciones de observación a baja altura, envío de sondas de penetración desechables, instalación de satélites de observación continua polar y/o geoestacionaria, cuyos récords podrán ser recuperados en un segundo viaje de continuación del proceso. Todo ello siguiendo la experiencia ya adquirida en el esfuerzo de exploración planetaria realizado en nuestro tiempo en nuestro propio sistema solar. Todo ello le abrirá las puertas sin duda a posibles misiones de instalación posteriores, y a la implantación de servicios de transporte permanentes, de tipo anual o bianual.
Semejante “Boom” interestelar permitirá alcanzar al grupo de estrellas vecino a nuestro Sol, distante en promedio 11 AL, en los establecidos 2 años, realizando siempre vuelos directos desde la Tierra. La estrella más próxima, Alfa Centauro, está a un poco más de un año, y no a diez mil años, 10 milenios, como era el caso con la tecnología balística disponible hasta ahora, y ello remolcándonos en un cometa Oort acelerados previamente por periapsis solar. Esta es la medida de la revolución por realizar. En un radio de 150 AL a la redonda podemos hallar al menos unas 50 estrellas “interesantes” para explorar inicialmente.
Ahora bien, la duración total del viaje solo dependerá del número de estrellas que deseemos explorar en cada vuelo, del número de astros al alcance en una región determinada, y de lo lejos que podamos penetrar. Pero, en todo caso, este nunca deberá ser superior a diez años, al menos inicialmente. Ello nos permite calcular el tipo de vehículos que deberemos desarrollar inicialmente para emprender este esfuerzo. Las “flotas” de cruceros que deberemos “armar”, como ya lo sugerimos antes.
A la larga estos viajes nunca deberán ser superiores al promedio de vida activa de un humano, i.e., a 50 años en las actuales condiciones. Algo que nos permitirá viajar muy lejos. A las antípodas de la galaxia al menos. Esta será una ampliación espectacular del programa TAU, que en un primer viaje de no mas de un lustro, nos permitirá hacernos a una idea muy precisa de lo que es posible encontrar, para planear misiones subsiguientes más audaces, más prolongadas. Esto es en principio la realización de las historias de Star Trek y el Enterprice.
En el primer viaje ya será posible explorar estrellas tan semejantes a la nuestra como las del grupo Centauro, o tan disímiles como Sirio, Barnard o el grupo de Ross. Misiones posteriores de 25 años permitirán explorar otros brazos galácticos, y misiones de unos 60 años nos permitirían viajar al otro extremo, a las antípodas de la galaxia. Ello hablando siempre de misiones tripuladas por comandos de no más de 30 personas, inicialmente, nacidas y entrenadas en la Tierra.
Misiones robóticas inteligentes nos permitirán ir mucho mas lejos, sobretodo si logramos acelerar en esquemas de propulsión mucho más exóticos que el nuestro, con impulsiones próximas a la lumínica. Si logramos desarrollar un propulsor láser, por ejemplo, o uno de antimateria. Ello nos abriría el camino de las galaxias, al menos de las más próximas, si queremos conocer los resultados. Pero solo esquemas de ciencia ficción para nuestros actuales estados de conocimiento y progreso tecnológico –como los Warp Drives de carácter cuántico-relativista- nos permitirán intentar penetrar otras regiones galácticas del universo. Otros cúmulos. Qué tan lejos? Solo la imaginación, como debe ser la pauta, nos impedirá parar. Estos túneles de falso vacío nos deberán permitir, al parecer, abrirnos un camino a cualquier región del mismo. Cuál? Esto todavía es incontrolable… Pero de ser real, seguramente lograremos dominarlo. Ello nos permitiría abrir ese tipo de puertas que hoy están tan de moda, sin duda debido a estas especulaciones científicas, como la Star Gate, etc.
Pero para realizar nuestros primeros viajes interestelares, con vehículos a base de propulsores VPR alimentados por pilas nucleares de tipo termiónico, deberán armarse escuadrones –como ya lo sugerimos- de al menos tres vehículos para cada destino. Y ojalá convoys más numerosos, de al menos doce para las misiones principales. Puesto que para estas exploraciones se deberá pensar siempre en término de convoys y no de vehículos aislados, por simples razones de seguridad. La redundancia siempre debe ser la norma en misiones tripuladas de alto riesgo. Y también en este caso, en misiones no tripùladas, por lo vital de la información que aportarán. Escuadrones de tres naves intentarán las misiones más seguras después de realizada la primera exploración inaugural con un escuadrón de doce, como ya lo propusimos. Y ello para honrar tanto a Colón y la raza de descubridores de esa época, como a los primeros caminantes de la Luna en nuestro tiempo. Misiones posteriores seguramente también honrarán a los primeros exploradores planetarios próximos a manifestarse, y a los mitos de la farándula planetaria de hoy, como Mr. Spck del Enterprise, o a los héroes de Star Wars. Para que su fuerza sagrada los acompañe.
Como todos estos vehículos estarán alimentados esencialmente por energía nuclear, cuyos generadores podrán operar durante décadas sin interrupción, superando ampliamente el nivel de autonomía exigido, la estructura y configuración de estos vehículos de extrema complejidad y gran tamaño, con sistemas de control totalmente autónomos, deberán estar debidamente protegidos contra los efectos no solo mecánicos sino dinámicos del viaje, y en especial contra los efectos relativistas del viaje a través de la barrera óptica. Contra los posibles efectos cánticos que este tipo de vuelos debe generar, tanto en el vehículo en sí, como el medio “vacío” adyacente que atraviesa.
Y en especial, en los primeros vuelos de prueba, a los test de tipo relativista que deberá enfrentar, semejantes a los de los aceleradores de partículas en las experiencias de los laboratorios de alta energía ya existentes, descritos antes. Estos vehículos de prueba, de escala reducida, montados básicamente en laboratorios en tierra para ser probados en su fase final de ensayo en el espacio exterior, en condiciones reales, deberán sobretodo demostrar los sistemas de protección a los efectos cuánticos en seres vivos, no humanos inicialmente, por supuesto.
En especial ellos deberán estar protegidos contra las radiaciones materiales de alta energía que puedan penetrar su capa protectora, i.e., a la radiación cósmica, así como a la radiación de Cerenkov generada por el propio vehículo al “romper” la barrera óptica. Y ello con un escudo magnético de alta energía.
Una vez superada esta etapa, el vehículo deberá hacerse transparente a este tipo de radiaciones, y en general a todo tipo de estructura material, incluida la extremamente densa de las estrellas de neutrones. Tal vez la única estructura que puede representar peligro sean los fosos gravitatorios de los huecos negros más pequeños, muy difíciles de detectar en estas condiciones dinámicas en el frente de la trayectoria. Pero ello habría que probarlo.
En general, el vehículo solo conservará su interacción con las radiaciones sin masa, en especial con la electromagnética (lumínica) y la gravitatoria general. Las cuales por el efecto de compresión de espacio-tiempo, serán apreciables en forma acelerada, i.e., permitirán observar eventos de espacio-tiempo, como los movimientos estelares y galácticos, de forma acelerada, más rápido a medida que el vehículo acelera. Y lo harán parecer más pesado por irradiar más gravitación, aunque la que capte a nivel cuántico deba ser la misma (su masa interna operacional no varía). Este es el componente de realidad a que equivale la paradoja del tiempo de Langevin.
Por supuesto, a velocidades sub-ópticas, estos vehículos bien pueden poseer captadores “eólicos” de radiación cósmica que retro-alimente su sistema principal acumulándola como electricidad o energía cinética. Pero una vez alejado de la barrera óptica estos captadores serán inoperantes. En cambio, ellos pueden revertirse para emitir el escudo magnético en la fase del vuelo transóptico.
En general, estos vehículos deberán disponer de una distribución de espacio interno habitable, de tipo marítimo. Con grandes áreas de expansión para tripulaciones mas o menos numerosas, que inicialmente no deberán exceder los 120 individuos por vehículo, pero que después, muy rápido, pueden llegar a ser miles, los cuales deberán convivir por años, inicialmente quizás no más de cinco. Aunque deberán estar equipadas y entrenadas para un período de al menos el doble. Estas operaciones equivalen en términos muy generales a las de un submarino inicialmente, y a las de un crucero atómico terrestre (un portaaviones) de hoy después. Pero totalmente automatizado, y por ello con muy poca tripulación de base. Los astronautas de la misión corresponderán a la alta oficialidad, y la demás tripulación al grupo de científicos y técnicos que realizará las labores de exploración y recolección de información en las zonas de destino.
Esta tripulación podrá ser por lo tanto muy heterogénea en procedencias, culturas, razas y de ambos sexos. Pero su nivel de formación si será el más alto, dada la complejidad y variedad de actividades por realizar. Dicha tripulación deberá estar pues idealmente compuesta por representantes de las diferentes nacionalidades aportantes al desarrollo espacial global, y en especial al proyecto en desarrollo específico, así como idealmente, por representantes de otros tipos de actividad humana no básicas, pero de calidad excelsa y manifiestamente interesados en participar. Y ello no solo de carácter técnico o científico, sino también e.g., artístico o humanitario, como
grandes músicos o escritores, periodistas y cineastas, pintores y escultores, poetas y fotografos, que idealmente no deben faltar a semejante cita para registrar los hechos más relevantes, como grandes artistas plásticos.
Solo imaginad por un momento lo que podría hacer un gran compositor en momentos de máxima tensión, para distender los ánimos e inspirar a los técnicos y científicos en la primera aproximación a Sirio, por ejemplo, cual un Stravinsky estrenando un gran concierto en pleno asedio a Leningrado, o un gran pianista animando con sus conciertos a sus compañeros de infortunio en el gueto de Varsovia. Por supuesto, artistas de música popular tampoco deberá faltar, como un Pink Floyd celebrando la caída del muro de Berlín, para aliviar la desconexión a Tierra. Estos artistas bien podrán sentar en sus lienzos, en sus cintas y en sus esculturas o en sus páginas, o acompañar con su música los momentos más sublimes y más traumáticos de la expedición, que con toda seguridad, también los habrá.
Por supuesto, una tripulación tan numerosa tendrá que ser forzosamente mixta, y aunque el respeto a la intimidad deberá estar debidamente garantizado, el derecho a la procreación deberá estar restringido, al menos inicialmente, en las primeras misiones. Lo que no ocurrirá en las estaciones orbitales y bases planetarias pioneras O en las Biosferas viajantes gitanas, sin interés en el retorno. Todas ellas deberán engendrar su generación de gigantes, i.e., de niños engendrados, nacidos y criados en el espacio. Aunque la gravedad artificial tenderá a disminuir el gigantismo, esta es una característica que marcará a estos pioneros incapaces de habitar normalmente nuestro mundo.
Así, al poder explorar de cerca otras estrellas, nos aproximaremos al fin a la solución de uno de los mayores enigmas que hoy inquietan y fascinan a la humanidad. El de saber que tan solos estamos en el universo. Que tan extraordinaria es nuestra raza de mamíferos vertebrados hipercerebrados., y la civilización que crearon. Qué tan única es la evolución de especies vivas mayores, y la evolución de sistemas planetarios en general. El solo hecho de poder comparar los tipos y variedades de desarrollos astrofísicos que desarrollan diferentes estrellas, en dependencia de su edad, tamaño y procedencia, y de su densidad en el ámbito estelar que la acompaña, o sea la naturaleza, tamaño y complejidad de los sistemas planetarios que engendra en dependencia de dichos parámetros estelares, como la presencia de estrellas masivas, dobles o múltiples, muy antiguas o mas jóvenes, los tipos y estructuras planetarias y satelitales creados, y en dependencia de dichas variables, la posibilidad evidente de engendrar vida, todo ello es de por sí ya muy revolucionario.
El observar sus organismos vivos, si finalmente los hallamos, poder estudiar las formas y niveles de evolución que ellos hayan logrado desarrollar, con patrones equivalentes o distintos al nuestro, y en especial, los tipos y formas de evolución de seres inteligentes, i.e., altamente móviles, que hayan podido evolucionar, a todos los niveles, es de por sí fascinante. Ello excluyendo, por supuesto, cualquier tipo de contacto directo, no solo con seres vivos de cualquier naturaleza, sino sobretodo, con los más evolucionados, y ello hasta que no logremos comprender bien su estructura genética variacional, y su posible compatibilidad con la nuestra, para evitar sobretodo una infección de su ambiente, y no solo el nuestro, que puede ser potencialmente catastrófico para ambos, como hoy es extensamente comprensible.
Ello excluyendo, por supuesto, cualquier tipo de contacto con civilizaciones extraterrestres inferiores, algo que nunca deberemos intentar así hayamos comprendido suficientemente su estructura genética y su nivel cultural, si queremos preservarlos, permitirles evolucionar a su propio ritmo, desarrollar su propia ciencia, y sobretodo su propia cultura, hasta que logren un nivel compatible con el nuestro.
Después que venga la tormenta, que los contactos culturales entre “humanos” siempre engendran tormentas, como la historia sobretodo reciente de nuestra humanidad, de la distensión de la guerra fría, tan extensamente lo demuestra.
De todas formas, en el estado actual de nuestra comprensión de la estructura y evolución del universo, tal como han sido planteadas en este libro, ya no nos es posible descartar racionalmente esta posibilidad futura, a todos los niveles. Tanto como exploradores de formas inferiores, en aventuras muchísimo mas riesgosas y complejas que las experimentadas por los conquistadores pioneros del Nuevo Mundo de hace ya mas de quinientos años, sino también como explorados, si hemos de dar crédito a lo establecido por los analistas del fenómeno Ovni (a los científicos, como J. Allen Hynek) ([6]). Algo no menos aventurado, incontrolable, y sobretodo impredecible para nosotros, por sus consecuencias.
Por lo pronto, para las primeras salidas, aunque por la naturaleza misma del viaje cualquier control directo desde Tierra esté totalmente descartado, ello no implica la imposibilidad de establecer una red automática de satélites de observación implantada en los astros de mayor interés, como ya lo sugerimos aquí, en cada sistema estelar explorado. Ellos deberán ser capaces de producir, almacenar y analizar dicha información, para clasificarla por categorías de interés e importancia, y proveerla a las misiones subsiguientes, que deberán recuperarla y traerla a Tierra periódicamente.
Por supuesto, dichas redes deberán ser automáticas, pero podrán ser servidas y mantenidas, sobre todo en eventos de emergencia, por las tripulaciones de cruceros que se encuentren en el área, circunstancia que con el tiempo será más permanente, en la medida que se establezcan y desarrollen bases de operación, orbitales y planetarias, en el sistema estelar en observación, las cuales deberán ser relevadas con cada nueva misión, y cuyo regreso a Tierra o no, podrá ser una decisión tomada para cada tripulante, según su solicitud, de acuerdo a la evolución de su proyecto de investigación.
Ello además de toda la inmensa masa de información que deberá recolectar cada misión en sí, lo cual permitirá desarrollar una verdadera red activa de exploración estelar dedicada, especializada, en cada sistema específico ya alcanzado. Y ello en todas las disciplinas involucradas, de astrofísica, geodesia, meteorología, geología, ecología, físico-química, bioquímica, biogenética, biología, e incluso, probablemente, al menos en algunos casos, antropología, etnología, arqueología, o cibernética extraterrestres, incrementando inmensamente nuestra comprensión de estos procesos, al poder compararlos, con el desarrollo de nuestra civilización estelar, no ya entre dos, tres, cinco o diez modelos, sino entre cientos de ellos en los diferentes sistemas estelares explorados, para poder establecer así, con cierta certeza, que tan frecuente es el desarrollo biogenético de la evolución estelar, que tan extraordinaria es su evolución hacia seres superiores dotados de movilidad y de conciencia, y que tan densa puede llegar a ser la presencia de civilizaciones avanzadas de tipo planetario o estelar, que tan diversas los tipos de tecnologías que podemos esperar, y finalmente, que tan solos estamos en el universo.
Todo ello abrirá las puertas al establecimiento y desarrollo de hábitats o células de implantación humana permanente en cada sistema planetario habitable que encontremos, una vez bien comprendido, iniciando así la lenta pero ineluctable propagación de nuestra especie, y con ella, de nuestra propia biodiversidad, de nuestra civilización, de nuestras propias vivencias culturales, múltiples, abigarradas, plurivalentes, por toda la galaxia.
Hasta dónde llegaremos? Ello solo depende de la evolución de nuestra propia tecnología de transporte. O sea, de la autonomía de crucero que seamos capaces de desarrollar, y por lo tanto, de nuestra capacidad de penetración. Ello mientras no descubramos que los túneles de falso vacío, que los atajos cuánticos, son o no posibles. Una vez rotos los supuestos parámetros paralizantes de la relatividad, nada nos podrá detener en este avance.
Misiones de una o dos décadas nos permitirán explorar sectores enteros de nuestra galaxia. Misiones de cinco o seis décadas nos permitirán explorar la galaxia entera. Misiones más audaces con técnicas de regeneración o hibernación humana, o totalmente automáticas, robóticas, nos permitirán acelerar más y viajar mucho más tiempo, para alcanzar otras galaxias, para explorar por ejemplo, los cúmulos más próximos, o nebulosas y grupos galácticos enteros, comos Orión, las Cefeidas, las Pléyades, o salir del plano de la geodésica de espacio-tiempo de nuestro universo, para explorar el Nirvana, en busca de los universos “paralelos” al nuestro, por ejemplo, simétricos, pero externos. Para tratar de observar al menos cualquier otro tipo de universos, y sobre todo, para tratar de observar al nuestro “desde fuera”, desde un posible parámetro externo.
En semejantes condiciones, tal vez, ahora sí, la mano nos sea dada por civilizaciones superiores dispuestas a cooperar o a socorrernos. Quizás por razones de convivencia y buena vecindad, como en cualquier aldea humana ancestral.
Porque si de algo podemos estar seguros, después de haber observado extensamente el universo, y lo que implica el lograr explorarlo, en este libro, es que a este nivel, las civilizaciones que han alcanzado un grado de desarrollo estelar, no tratarán nunca de agredirse o “conquistarse” a la manera de nuestros relatos de ciencia ficción modernos. No habrá nunca ninguna Guerra de Galaxias ni civilizaciones foráneas que puedan amenazarnos.
El respeto a la vida, a la ciencia y a la cultura características de una civilización debe ser un principio tan básico, como el que nos impulsa a nosotros a conservar nuestros propios tesoros más preciados. Y nuestras más amadas creencias. A este nivel, jamás intentaremos violarlos.
Ello nos permite concluir, contrariando cordialmente a Jaques Monod, que no estamos solos, “en la inmensidad indiferente del universo”, aunque hallamos surgido por azar. Sino que formamos parte de un proceso único de co-evolución de nuestro propio universo, al cual nos deberemos integrar.
El ser vivo es el tesoro máximo de la creación, y solo cuando viajemos a las estrellas podremos apreciar cuan único es. Y su civilización con más razón es inapreciable y única. Si logramos gozar o no de la Eutimia de Demócrito que aquí en la Tierra se traduce en nuestra lucha perenne por unas condiciones cada vez mas universales de bienestar, de libertad y de felicidad, como lo proponía el emperador Adriano, ello seguramente no tardará en surgir allá, en esas nuevas aldeas humanas interplanetarias y estelares que seguramente no tardarán en reclamar su libertad, en constituirse en comunidades autónomas, y en competir por el control de su propia identidad, por una “nacionalidad”.
Ojalá ellos tengan la generosidad que tanta falta le ha hecho a nuestra atormentada –por excluyente- humanidad actual. Y sobretodo, ojalá manifiesten claramente su comprensión de cuán única y cuán irrepetible es la base biológica, etnológica y cultural desarrollada en nuestra Tierra ancestral, pues, sin ninguna duda, más que nadie, ellos la venerarán.
Como lo dijo Sir James Jeans hace ya cien años, “nosotros vivimos en los albores del tiempo. Hemos venido a la existencia en la gloriosa época de los comienzos, y un día de una impensable longitud se extiende ante nosotros, brindándonos oportunidades inimaginables de realización. Nuestros descendientes de esas edades lejanas, observando hacia atrás, a este tiempo lejano de dicho comienzo, verá nuestra época como el nebuloso amanecer de la historia humana, y a nuestros contemporáneos como figuras heroicas que lucharon a su manera, a través de la jungla de la ignorancia, el error y la superstición, para descubrir la verdad.” ([7])
Solo el contribuir en algo a construir el delicado y complejo edificio de ese monumento máximo que es esa Verdad, es lo que nos ha impulsado a aspirar a permanecer en estas páginas, como el arco y la lira de Heráclito, o como el rayo de luz que penetra en la noche insondable del tiempo que nos recordará. Como ese destello de estrella que le inspira sentimientos de admiración y respeto a quien la sabe contemplar, a la mente inquisitiva de quien sabe interrogarse y se atreve a asomarse a la universalidad. Solo entonces podremos ser ese rayo de luz que ilumina en la noche insondable a distancia, a quienes lo quieran contemplar. Y nosotros desde aquí y ahora, les agradecemos gustosos y complacidos el título de humanidad que esos descendientes iluminados nos quieran otorgar. Solo entonces podremos ser “eternos”, y a la manera clásica, seremos “divinidad”.
Mario Guillermo Acosta
Bogotá, Octubre 17 de 2005
2005 ® MARIO G ACOSTA, DERECHOS RESERVADOS
CIFRA DOC. # 095 – 2005
[1] Carl Sagan et al., “El frío y las tinieblas: el mundo después de una guerra nuclear”, Madrid, Alianza, 1986.
[2] Report of the Synthesis Group on America’s Space Exploration Iniciative : “America at the Threshold”, Superintendent of Docs., US Gov. Printing Office, Washington, DC, 1991.
[3] Ver la página web de 1000 Planets, y de la National Space Society de EUA, así como la de ESA y de la International Space University europea.
[4] Golden, Frederick, “Colonies in Space: the Next Grand Step”, New York, 1977.
[5] E. E. Hall, “The Brick Moon”, Boston, 1870.
[6] J. Allen Hynek, “Les Objects Volants Non Identifiés: mythe ou réalité?”, Belford, Paris, 1974. No olvidemos, que en principio, el descubrimiento del efecto retro-rotatorio se debió al análisis hecho por mi padre de la descripción de un fenómeno de este tipo, cuyo desarrollo lo volvió especialista en el tema.
[7] J. Jeans, Op. Cit. ().