A LA CONQUISTA DEL VIAJE ESPACIAL TRANSFINITO

A LA CONQUISTA DEL VIAJE ESPACIAL TRANSFINITO

Por Mario Guillermo Acosta

CIFRA CDN: CDF#096-[2007 / 08] 2015-B

a. Aplicaciones aeronáuticas y transatmosféricas.

Al aplicar muestro modelo ampliado de mecánica reaccional no lineal RetroRotatoria (RTR) a los sistemas de propulsión para transporte aeronáutico y espacial avanzado, nos es posible diseñar vehículos de transporte aeroespacial y espacial adaptados a cada aplicación buscada, siguiendo los modelos más variados.

Veamos en primer término en qué deberán consistir en detalle, las aplicaciones más próximas del avión espacial orbital y suborbital de transbordo, que mas rápido deberemos desarrollar.

La aplicación de la propulsión cinética Retro-roTatoria Reaccional (RTR) con Volantes de Propulsión RTR (VPR) a vehículos aeroespaciales de corto y largo alcance descritos en el primer paper dedicado al tema (Cif. MGAcosta, Propulsión RetroRotatoria: Introducción de Conceptos, CIFRA, Bogotá, 2013-099),  nos permite reducir inmediatamente el costo operacional de toda la industria aeronáutica y espacial transatmosférica, haciéndolas compatibles, y desarrollar sistemas de servicio de trasbordo orbital circunterrestre, como una extensión de los servicios aeronáuticos, y no como una categoría aparte de lanzamiento, con costo y modalidad de uso más próximos al estándar general actual desarrollado por dicha industria aeronáutica. Ello implica un tipo de evolución muy esperado por este sector, al tiempo que una revolución para la industria de transporte espacial, también muy esperada.

Por supuesto el diseño final que se logre del avión espacial no será posible sin la inmensa experiencia adquirida con el desarrollo y uso extenso que hemos hecho del transbordador espacial americano, incluidas las experiencias fallidas del Challenger y el Columbia. En realidad, de más de cien misiones realizadas (con cinco vehículos), dos fallaron. Lo cual, para un sistema tan complejo e inflexible es sin duda una proeza.

Pero para empezar, para la industria aeronáutica estándar a nivel general y comercial, el nuevo tipo de motorización VPR hará accesible para el viajero normal –ya sea hombre de negocios, ingeniero, científico o turista- destinos aeronáuticos de largo alcance difícilmente accesibles hoy para ellos, y un tipo de servicio que está tendiendo a desaparecer, el de alta velocidad. El del avión supersónico tipo Concorde o Tupolev, pero cuya demanda no ha hecho sino incrementarse con la globalización y la especialización en transporte de alto valor vigente. Ofrecer este  tipo de servicio intercontinental hiper-rápido, eficiente y de «bajo costo» , es como para todos los desarrollos con reducción de costos, un desafío técnico de los más exigentes y audaces.

Este tipo de desarrollo hará accesible para los afluentes turistas del norte europeo, americano y asiático, destinos hasta ahora vedados al gran público, como Suramérica, Australia, el extremo oriente y el Pacífico sur.  Lo cual significa que por ejemplo, el enorme flujo de turismo estival europeo fluya hacia el Caribe, el Indico o el norte de Australia, en vez de bajar solamente al Mediterraneo, el medio oriente o Indochina, y que el nortramericano haga lo propio, bajando a destinos más exóticos que la Riviera Maya o las islas del Caribe.

Igual sucederá para los Chinos o Japoneses del extremo oriente y para los árabes e hindúes, y no solo para los más afluentes, que siempre se pueden arreglar, sino para el pasajero promedio más variado.  Este tipo de vehículos podrá transformar completamente las corrientes migratorias estacionales planetarias y hacerlas más incluyentes.

Igualmente, vehículos más especializados harán posible desarrollar nuevos servicios turísticos y de carga especializada punto a punto, y ello no solo en aviones espaciales, sino también en dirigibles híbridos de gran capacidad, aerodeslizadores o submarinos volantes, todos propulsados con motores VPR, y ello con el objeto de acceder no solo a los grandes destinos, sino también a los más exóticos, como recorrer la cuenca amazónica, la gran barrera coralina australiana, el valle del Rin o del Danubio, la meseta del Tibet, el Ártico, el Kalahari, el Sahara o el gran cañón del Colorado, o desarrollar servicios de alta velocidad muy personalizados, como helicópteros supersónicos estratégicos o Aeromóviles ejecutivos interurbanos de alquiler, etc., en  desarrollos de nuevas aplicaciones omnimodales.

O establecer servicios de transporte a zonas protegidas o vedadas para cualquier tipo de infraestructura básica, como el de dirigibles de carga, pasajeros y servicios en el Sahara  o el Kalahari en Africa, en la Amazonía y la Patagonia en Sudamérica, en el desierto de Gobi y la taiga siberiana en Asia, a través del Ártico, de la Antártica o del centro de Australia, descendiendo solo en los puntos de destino final autorizados para ello.  Ello para no hablar del transporte omnimodal trans-oceánico de carga y pasajeros en dirigibles de gran capacidad y “alta” velocidad –siempre subsónica, por supuesto- entre los principales destinos de carga mundiales. Algo que ya está siendo previsto como un nuevo tipo de servicios de transporte muy necesarios.

Para desarrollar el propulsor y los vehículos asociados de esta naturaleza, la tecnología necesaria existe ya, integralmente, aunque en muchos casos esta deba ser sometida a su límite de eficiencia. Como es la norma en todos los desarrollos con especificaciones de carácter aeroespacial.  Su introducción, cuando se logre, permitirá inducir una sana competencia tanto de desarrollo tecnológico como de aplicación, y a la postre, fomentará la implantación de las aplicaciones extra-terrestres e interplanetarias más variadas, algo que podemos prever desde ya como el ámbito de actividad humana  que moldeará la economía mundial a partir de este nuevo siglo, un desarrollo solo comparable a la introducción del motor a vapor hace doscientos años, o del avión hace cien.

Así, si la configuración que acabamos de esbozar del avión espacial retro-rotatorio es aplicada para cubrir itinerarios intercontinentales de largo alcance y mayor demanda en vuelos suborbitales, este nuevo sistema de transporte transformará el comercio mundial, potenciando en especial sus aplicaciones exoatmosféricas, orbitales y planetarias que vayamos desarrollando, permitiendo reemplazar como hemos dicho, al trasbordador americano y todos loa sistemas de lanzadores por cohetes utilizados hoy por loa grandes operadores públicos y privados, con enorme esfuerzo e ineficiencia.

El avión espacial, basado en el concepto de desarrollar un vehículo convencional monoetapa, con fuselaje de cuerpo ascendente o de ala voladora con cabina extendida, propulsado por nuestros motores VPR asistidos por turbinas de retro-alimentación  eólica, permitirán que este nuevo vehículo pueda operar en principio como un avión convencional, despegando y aterrizando horizontalmente desde cualquier aeropuerto de talla internacional, con algunas adaptaciones mínimas, en especial para su mantenimiento en tierra, entre vuelos, pues el manejo de carga y pasajeros, la alimentación de combustibles, y el sistema de control de navegación y guía tendrán los mismos estándares de la aeronavegación convencional, de catwgoeía espacial, por supuesto.

Su capacidad de carga y de pasajeros, en el orden de las 250 TM y 200  butacas, en los modelos desarrollables inicialmente, con servicios de cabina ampliada multimodal, con tienda-bar, cabinas privadas, bahías de entretenimiento y  agrupación aislada, según el estándar que están imponiendo los nuevos modelos de acomodamiento en los modelos de aviones conceptuales de última generación, tales como su mayor envergadura en los nuevos tipos de fuselaje y mayor libertad de mov0imiento durante la fase de crucero, exigirán disponer de una capacidad de servicio acorde mejorada.  Ellos por supuesto, no poseerán cabinas dormitorio, pues su estándar de vuelo será de dos horas promedio, y la configuración extrema de su trayectoria suborbital exige permanecer sentado y abrochado por seguridad y estabilidad en tal fase.

Este vehículo deberá ascender a 10.000 metros en vuelo subsónico después de despegar a >300 km/h desde pistas de 2000 m. Desde allí deberá ascender hasta los 30.000 m. para desarrollar M-7, y desde allí hiperacelerará a M-25 ascendiendo hasta los 100 km, desde donde o bien se inyectará en órbita a 300 km de altura y M-30, o bien, descenderá y revertirá la fase de ascenso en vuelo activo hasta aproximarse a destino, al otro lado del mundo, para aterrizar a >320 km/h en pistas de 2300 m. La envergadura y flexibilidad de la carga alar, así como la configuración del fuselaje de cuerpo ascendente o ala voladora, y por supuesto, las especificaciones de los propulsores retro-rotatorios, permite obtener estos parámetros extremos. El frenado se hará principalmente con los VPR y no con los alerones ni las llantas ya en el suelo, pero cuando sea necesario podrá ser asistido por estos elementos de seguridad.

Ello permitirá realizar el viaje tipo Washington-Tokio, ligando todos los aeropuertos de clase mundial con capacidad para recibir al avión espacial, que inicialmente podrán ser los de Londres, París, Madrid, Francfort y Moscú en Europa, New York, Atlanta, Chicago y Los Angeles, en EUA, Toronto en Canadá, Beijing, Hong-Kong, Tokio, Singapur y Seul en el Extremo Oriente, Ciudad de México, Barranquilla, Caracas, Buenos Aires, y Sao Paulo en Latinoamérica, Ankara, Tel Aviv, y Dubai en el medio Oriente, Delhi en la India y Sydney en Australia, i.e., unos 25 en total, todos en dos horas máximo, de despegue a aterrizaje. Este es el llamado parámetro Reagan, propuesto por él en 1985 al lanzar el programa NASP suspendido en 1994.

Otros puertos de grandes capitales y ciudades intermedias muy importantes, como Berlín, Hamburgo, Bonn, Amsterdam, Ginebra, Zurich, Munich, Bruselas, Edinburgo, Dublín, Copenhague, Reijiavik, Oslo, Estocolmo, Helsinky, Málaga, Barcelona, Bilbao, Cannes, Toulousse, Roma, Milán, Nápoles, Atenas, Zagreb, Viena, Praga, Budapest, Varsovia, Kiev, San Petersburgo, Ekaterinburgo, Voronetz, Bakú, Tashkent, Almaty, Irtkusk, Nahodka y Vladivostok, en Europa, Asia central y Rusia, El Cairo, Rabat, Argel, Tripoli, Kinshasa, Lagos, Ciudad del Cabo y Johanesburgo en Africa, Calcuta, Lahore y Madrás en la India, Kuala Lumpur, Bangkog, Shanhai, Taipei y Nagasaki en el extremo oriente, Dallas, Houston, Fénix, Las Vegas, San Luis, Detroit, Minneapolis, Miami, San Francisco, Vancouver, Otawa, Montreal, Boston, Filadelfia, Cleveland, y tantas otras ciudades en Norteamérica, y Guadalajara, Monterrey, Panamá, Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Maracaibo, Puerto LaCruz, Ciudad Bolívar, San Juan, Lima, Bahía, Salvador, Curitiba, Porto Alegre, Mar del Plata,  Corrientes, Santiago, Valparaiso, Montevideo, Asunción, LaPaz o Santa Cruz, podrán acceder al menos al servicio supersónico de baja altura de 2 – 8 kkm de radio, muy rápido. Estos vuelos tipo continental podrán realizarse en una hora promedio, acelerando por debajo de M-7, siempre entre los 30 y 50 km de altura.  Por lo tanto, este tipo de vehículos no deberá tener especificaciones de suborbitación.

La aplicación exoatmosférica le permitirá al avión espacial por supuesto, orbitar permanentemente, y alcanzar cualquier estación orbital de baja altura en una hora, desde el despegue. Para llegar a orbitar la Luna tardará otra hora. Para ir a Marte o Venus, como dicho, en promedio 12 a 15 horas. Para ir a los asteroides unas 24. Estos destinos, como previsto, podrán ser servidos directamente desde la Tierra, en vuelos de tipo relativista pero sub-ópticos.

Como se ve, se trataría de fundir en un vehículo único transatmosférico, la configuración aerodinámica de la aviación normal, con el concepto de transbordador, pero utilizando los conceptos más avanzados de fuselaje, aerodinámica, propulsión  eólica, y motorización híbrida, utilizando a la atmósfera no solo como fuente de sustentación, sino además, como fuente de retro-alimentación eólica en las fases criticas de máxima aceleración tanto en ascenso como en descenso, y en todo el transcurso de crucero. Ello sin quemar oxígeno en la alta atmósfera, i.e., sin inyectarle hidrógeno a los Ram-jets planeados hoy.  Lo cual reducirá enormemente los costos de operación, tanto para las aplicaciones aeronáuticas como espaciales, al tiempo que preservará la capa de ozono ya tan afectada, al eliminar su separación del oxígeno, antes de la combustión de este.

La solución propuesta, basada en la idea de escalonar los impulsos de aceleración o frenado a medida que asciende o desciende, se realizaría en tres fases:

–          Primero el avión asciende a 10.000 m en vuelo subsónico impulsado por turboreactores de diseño clásico, partiendo de una pista de 2000 m, a una velocidad de 80 m/s.

–          En una segunda fase entrará a operar el esquema eólico asistido por los retro-rotores, al ascender por encima de los 30.000 m, y acelerar  en vuelo horizontal de M-1 a M-7, y de allí en vuelo ascendente hiperbólico, hasta alcanzar los 100 km de altura a M-25.

–          La tercera fase inyectará al avión espacial en órbita a 300 km de altura y M-30 de velocidad final, o lo hará infleccionar de regreso suborbitando por inercia entre los 100 y 200 km, siempre en vuelo activo, para iniciar la fase de descenso desde allí, revirtiendo el proceso manteniendo el vuelo hiper-rápido (<M-7), entre los 30 –50 km de altura.

En la fase exoatmosférica el avión deberá seguir impulsándose con aceleración constante de 11 km/s, hasta alcanzar la media distancia por recorrer, para empezar a decelerar a partir de allí también con impulsión constante, para mantener las condiciones de habitabilidad normales.

Por supuesto, para alcanzar cualquier estación orbital de baja altura, deberá ascender a su órbita, sincronizar velocidades relativas, y acoplarse en cuestión de minutos. Si sigue ascendiendo, podrá alcanzar la media distancia lunar en media hora acelerando siempre con índice constante, para alcanzar la órbita lunar o cualquier polo Lagrángico próximo en otra media hora.  En vuelos más prolongados hacia Marte, Venus, Mercurio o el cinturón principal de asteroides, de 15 horas promedio, todos los tripulantes podrán disfrutar de las diferentes amenidades dispuestas al efecto en el vehículo, e.g., salas de observación, oratorios, cabinas de descanso, camarotes, comedores, snac-bar, etc.

En el transporte endoatmosférico extremo, el avión suborbitará en vuelo hiperbólico inercial hasta los 100 km, y de allí empezará el descenso con frenado activo para viajar en vuelo hipersónico entre los 30 y 50 km, y descenderá a los 10 km de altura a vuelo subsónico de aproximación al destino, alterando la carga alar para poder aterrizar en pistas de 2300 m a 320 km/h. El vuelo hiperbólico en la alta atmósfera será asistido por controles autocontenidos no aero-dinámicos, a base de retro-rotores.  Ello compensará la pérdida de maniobravilidad debida al vuelo aerodinámico hiper-rápido de ascenso-descenso.

Estos parámetros permitirán realizar el vuelo polar Washington-Tokio en 75 minutos, a un costo no superior a 10 KUSD por tiquete “Business Class”. Ello por supuesto, dentro de un esquema que esté ya bien desarrollado.

El tiquete de viaje exoatmosférico, a destinos de órbita de baja altura no deberá ser muy superior, y los destinos más alejados solo se irán ofreciendo en la medida que las instalaciones de recibo y la propia competencia lo vayan exigiendo. Por ello, los costos de estos tiquetes no reflejarán los costos de operación sino sobretodo, el premium de acceso al espacio y las políticas de oferta. Esta es una tendencia que las primeras ofertas públicas de vuelo por operadores privados ya están induciendo, y que los sitúa en un nivel de 200 kUSD, el cual nunca deberá superar.

Esta configuración permitirá mantener los costos de operación del servicio suborbital en niveles aeronáuticos “normales” para los operadores establecidos, ampliando su volumen de aplicación, y por lo tanto de demanda de equipos, lo que acelerará el desarrollo de esta tecnología, en especial para aplicaciones exoatmosféricas. Por supuesto, ello solo será posible si ella va acompañada de un desarrollo paralelo de las inversiones en instalaciones de destino. Ello hará que el costo de adquisición de los equipos, así como su amortización, se reduzcan a parámetros manejables para la industria privada, aumentando y con ello asegurando el potencial de desarrollo, sobre todo a largo plazo, de la industria espacial.

g. Satélites y plataformas orbitales.

A nivel exoatmosférico, el propulsor retro-rotarorio tiene muy importantes aplicaciones en todas las áreas. En primer lugar están los satélites y plataformas orbitales, en donde los VPR pueden aportar una solución final al problema básico del control de estabilidad, además de propulsión y guía, para este tipo de plataformas, problema clave que limita tanto la gama de aplicaciones posibles, como su duración de vida activa, y por lo tanto su costo de implantación.

Si el control de actitud por medio de micro-cohetes es reemplazado por uno a base de micro-rotores, alimentados por el propio sistema de generación de potencia eléctrica que alimenta a todo el vehículo, este problema puede ser resuelto de forma muy eficiente, ampliando sobre todo la duración operacional del mismo, especialmente para los satélites que trabajan a baja altura en órbitas de tipo polar, cuyos períodos de vida activa en muchas ocasiones no alcanza a los cinco años.

Como los retro-rotores son volantes de inercia, ellos deben proveer por si mismos un sistema de estabilización giroscópica del satélite o plataforma, a un costo adicional muy bajo, actuando como los giróscopos de alta precisión utilizados hoy, con un mando independiente. Así podrán integrarse a las funciones de control y guía de actitud del vehículo de forma natural. Algo fundamental para determinar sus condiciones operacionales de largo plazo.  Todo ello, por supuesto, redundará en una reducción sustancial de los costos de operación de dichos sistemas, y por lo tanto, de los servicios prestados, potenciando su utilización general.

Como consecuencia de esta aplicación, y a un nivel más amplio, la propulsión retro-rotatoria permitirá construir sistemas para controlar, guiar y estabilizar las futuras estaciones espaciales que surgirán un poco por todo el sistema solar, inicialmente, en la próxima fase de desarrollo en gran escala de los diferentes programas espaciales de carácter corporativo o estatal, privado y/o público, de nivel nacional, internacional y mundial, que este nuevo tipo de propulsor hará posible.

En ellos el problema fundamental es el de lograr la estabilidad total del sistema, eliminando todas las vibraciones generadas por la actividad humana en ellos, y por los equipos con partes móviles dentro de ellos, al tiempo que generar de forma controlada e independiente gravitación artificial, por medio de la inercia centrífuga inducida con respecto al habitáculo por un generador independiente.

El problema de estabilidad anti-vibratoria  -sin solución permanente hasta hoy- puede ser resuelto por sensores giroscópicos acoplados a micro-rotores VPR que neutralizan la vibración –en cualquier dirección e intensidad que se produzca- al eliminarla por compensación retro-rotatoria permanente. Los sensores podrán identificarla por control numérico con respecto a los giróscopos de referencia  independientes.  Todo el sistema actuará como un nuevo mecanismo de amortización para plataformas espaciales, satélites orbitales y vehículos de transporte interplanetario.

Los VPR permitirán además, crear un sistema complementario independiente de inducción gravitatoria artificial “inteligente”, que permita generarla de forma continua con respecto a una función que podrá corresponder a un centroide o a un eje de simetría exterior al vehículo en sí, en todas las plataformas no sometidas a propulsión permanente, volando por inercia entre o alrededor de cualquier sistema planetario o equivalente. Y ello lo hará de acuerdo al diseño y características de habitación de dichas plataformas de forma complementaria específica.

Un tercer componente de propulsión, permitirá transportar y mantener parqueada la estación espacial, en una posición y con una actitud determinada, la cual podrá variar asimétricamente si su programa de aplicación o condiciones de habitabilidad así lo requieren. Y ello de forma permanente o intermitente.  Estos micro-propulsores, por supuesto no son de alto rendimiento, como los utilizados para lanzadores y cruceros de transbordo, pero tendrán capacidad de control y guía de alta precisión. Ello no impide que en diseños de plataformas avanzadas este tipo de impulsores de gran capacidad puedan ser incluidos para asegurar su movilidad de forma totalmente autónoma. No olvidemos que ellas siempre podrán ser ancladas y propulsadas por un transportador auxiliar independiente.

En el desarrollo de la industria de servicios espaciales desde plataformas orbitales, ya plenamente establecida para la Tierra con la red mundial de satélites de observación,  comunicaciones, meteorología, geodesia, posicionamiento y navegación,  etc., este sistema hará posible ampliarlo a otro tipo de servicios y actividades globales, que ya están previstas y en fase de implantación, como la de producción de materiales y manufacturas en micro-gravedad, la de generación y radiación de energía solar fotovoltáica, o el desarrollo de sistemas de mantenimiento, servicio y transporte modular exclusivamente exoatmosférico para dichas plataformas.

Ello permitirá realizar una gama de actividades imposibles de lograr hoy, y que sin embargo son de la más urgente necesidad, como la ya mencionada recolección de basuras en órbita terrestre, o el patrullaje y monitoreo del cumplimiento de la ley de seguridad global anti-armamentista en el espacio, o la prohibición del uso de materiales radiactivos en su ámbito, o la de mantenimiento, tanqueo y reparación de las plataformas ya existentes, su reposición, retiro o instalamiento en posiciones de desuso, o su posible reconversión, desmonte en órbita o desecho hacia trayectorias de no regreso, hacia el Sol por ejemplo.

Lo cual nos llama la atención hacia el servicio de mayor urgencia que es necesario implantar en el espacio circunterrestre: el de recolección de las <5,000 TM de basuras existentes hoy, especialmente las radiactivas, y la descongestión de órbitas saturadas ya de desechos, satélites obsoletos y en desuso, y partes y componentes de las etapas superiores de los lanzadores desechables utilizados desde el principio, durante los ya casi 50 años de actividad extraplanetaria, a un ritmo promedio de cien lanzamientos anuales.

Esta es quizás la misión más prioritaria que deberá desarrollar el crucero espacial extraplanetario de primera generación que deberemos desarrollar primero, basándolo en la estación ISS, y equipándolo con la “aspiradora” de basuras diseñada por los japoneses, y no solo de basuras macroscópicas monitoreadas en forma permanente, sino sobretodo de las microscópicas, de >1 mm, potencialmente muy peligrosas por lo poco observables. Por supuesto, las primeras basuras por recuperar son los generadores radiactivos dispersos en órbitas polares en general de baja altura, que hoy afectan a los nuevos sistemas ultrasensibles puestos en operación, creando interferencias indeseadas y riesgos de colisión cada vez mayores, debido al incremento natural de nuestra actividad extraplanetaria de baja altura.

Este riesgo sumado a la caída potencial de dicho tipo de satélites (los RorSats) a tierra, debido a su decaimiento orbital progresivo muy rápido, con el riesgo de contaminación radiactiva en zonas densamente pobladas, impuso hace ya más de treinta años la abolición de su uso en órbita terrestre. Por supuesto, los generadores de energía atómica (como los RTG, SP-100 y Topaz) no podrán ser totalmente desechados para las aplicaciones hacia el espacio profundo, o en la Luna, la base natural de operaciones más importante que deberemos desarrollar en este siglo.  Las sondas y cruceros exploratorios espaciales de los últimos 30 años, como los Pioneer, Voyager, Viking, Pathfinder, Explorer, Galileo, Ulyses, Cassini, Craig, Spirit y Oportunity, lo demuestran extensamente.

Ellos serán siempre imperativos en la medida que las aplicaciones requieran fuentes de energía de alto poder y/o larga duración.  La recuperación de estos desechos permitirá  volver a utilizarlos en nuevos sistemas para alimentar dicho tipo de vehículos. De todas formas, la eliminación de estos desechos radiactivos en órbita terrestre de cualquier altura permitirá monitorear la proscripción de su uso en dicha región, con la consecuente certificación del pacto de no proliferación de este tipo de material en el espacio exterior circunterrestre de forma mucho más confiable. La caída del Skylab americano en Australia, y la de un Rorsat soviético con un pequeño reactor de 2 kw en Canadá, ocurridas en los años 70, demostró hasta qué punto somos vulnerables a este tipo de accidentes en todo el mundo, mientras subsistan estas basuras, y la necesidad imperiosa de abolir su uso en esta región.

Ello nos conduce al problema inevitable de seguridad. Puesto que la inmensa mayoría de satélites en operación es hoy de carácter militar, i.e.., toda la logística de observación estratégica de todas las potencias está hoy en el espacio.  Por lo tanto, el servicio de mantenimiento y actualización deberá ser aplicado prioritariamente a ellos. Pero este nuevo sistema propulsor tiene la capacidad de alterar la estrategia de defensa de cualquier superpotencia, de forma tanto evolutiva como revolucionaria.

Ello hace que para nosotros sea de vital importancia que este tipo de tecnología sea accesible a todas las naciones con capacidad para desarrollarla.  Que sea objeto de competencia abierta, equilibrada, y ojalá, que sea proscrita por convención internacional, como medio de transporte para sistemas de ataque masivo tipo ABC: atómicos, biológicos o químicos. Y el primer paso, es por supuesto, publicar lo que pensamos al respecto, como lo intentamos aquí.

Por fortuna las condiciones de política de seguridad global imperantes hoy en el mundo hacen pensar que ello sea posible. Además, como medios de control, inspección y defensa estos nuevos sistemas sí podrán ser muy efectivos. Se puede pensar que vehículos de crucero espacial retro-propulsados serán una plataforma ideal para sistemas de defensa a base de energía dirigida, como los cañones de rayos láser, o de energía cinética, como los anillos rotantes de varillas desplegables, los Homing Overlay Ribs (HOR), que al ser lanzados rotando a altas velocidades en enjambres de hasta mil unidades, pueden destruir cualquier vehículo objetivo (misil o satélite), al desestabilizarlo por el impacto de una sola unidad, la cual despliega sus varillas rotantes antes de golpear. Ello hace que este sistema, ya probado en el espacio, tenga una configuración dinámica de carácter retro-rotatorio, pero ciego –no controlado-. La inclusión de un micro-propulsor VPR los haría aún más precisos, y por lo tanto mucho más efectivos.

Estos desarrollos transportados por plataformas retro-rotatorias “inteligentes”, i.e., auto-controladas, robóticas, o dirigidas por telepresencia, permitirán neutralizar el uso de lanzadores balísticos, haciéndolos definitivamente obsoletos, al tiempo que permitirán desarrollar un nuevo sistema de patrullaje orbital: un primer sistema ideado para inspección, reconocimiento y control entre potencias, no solo de los acuerdos vigentes de limitación de armas, sino sobre todo, de proliferación de subproductos, como material ABC, en órbitas y trayectorias sub-orbitales restringidas. Algo de capital importancia para el control anti-terrorista. La proscripción del material ABC podrá ser perfectamente inspeccionada y sobretodo controlada en tiempo real, por medio de este nuevo tipo de vehículos en el espacio mismo, así como la certificación y control de los transportes autorizados.

El transbordador retro-rotatorio permitirá además, habilitar una órbita solar reservada lo suficientemente alejada del sistema terrestre, para establecer una estación de bodegaje, un verdadero  almacén de depósito de desechos nucleares, en especial los que el fin de la guerra fría y la proliferación de los usos civiles de la energía atómica está generando.

Dicho almacén de depósito, administrado y controlado por la agencia mundial dedicada al tema (la AIEA),  podrá servir a su vez, de base de suministro de material radiactivo para fabricar fuentes de poder RTG o similares, para los futuros vehículos y plataformas espaciales de nivel interplanetario que el propulsor eléctrico retro-rotatorio de que estarán dotadas necesitará, cada vez en mayor volumen, además de los generadores de las bases de operación pioneras de carácter planetario que deberán surgir muy rápido por todo el sistema solar. Ello solo será posible, por supuesto, cuando los nuevos lanzadores retro-rotatorios híbridos de alta seguridad ya estén totalmente desarrollados.

Además, estas labores de inspección, vigilancia, almacenamiento, reconocimiento y control del material ABC en y desde el espacio, serán mucho menos onerosas y complejas gracias a la introducción de esta nueva tecnología de propulsión, y su implantación será más sencilla y rápida, si prevalece el ambiente de cooperación y confianza recíproca entre las principales potencias tecnológicas, y en especial su interés en el desarme ABC vigente hoy.

De no ser así, ellos harán también “infinitamente” más complejo el concepto de defensa estratégica, pues las plataformas fijas más o menos camufladas existentes hoy en el espacio, serán totalmente inadecuadas para los posibles medios de movilización y reconocimiento previsibles por este nuevo tipo de vehículos. Ellos proveerán además, transportes de defensa-ofensa de carácter inteligente, en extremo móviles, rápidos  y evasivos, guiados por telepresencia, y ello no solo en el espacio, sino también a nivel aeronáutico, anfibio y transatmosférico. Lo cual los convierte en plataformas de ataque muy difíciles de neutralizar, incluso con logísticas de la misma categoría, dotadas de cañones de energía dirigida, e.g, láser o cinética VPR.

Lo cual le permitiría a cualquier ofensor mayor intentar ataques masivos ABC a objetivos altamente restringidos para él. Por supuesto, hoy se sabe y se reconoce ampliamente que de este tipo de guerra nadie saldrá indemne, y que la biosfera planetaria misma, tal como hoy la conocemos, saldría totalmente devastada, aniquilando sobretodo a la propia civilización, y tal vez a la humanidad, con la mayoría de las especies mayores que hoy habitan nuestra Tierra, tal como lo describió Carl Sagan en su libro dedicado al tema. ([1])

Esta horrenda perspectiva, de la que apenas estamos empezando a emerger, apenas indemnes, solamente podrá ser erradicada de forma definitiva cuando la humanidad misma se difunda por el universo, abandonando su cuna para crear otros mundos habitados, y adquiera la conciencia clara y profunda de lo irreemplazable que es el hogar de sus ancestros, de lo sagrado que debe ser el preservar para nuestros herederos este planeta viviente que nos engendró, nuestra “Madre Tierra”, intacta.

h. Exploración planetaria.

Para realizar la exploración planetaria deberemos emplear a fondo todo el potencial de la propulsión retro-rotatoria en el área de transporte hacia el espacio profundo, en vehículos interplanetarios de carga, de pasajeros y de exploración automática, impensables hoy para la tecnología disponible.

Como vimos, la propulsión cinética permanente a base de VPRs nos permitirá alcanzar toda la zona interior de nuestro sistema solar, no ya en términos de meses y años, sino de horas y días, no más de 24 horas para alcanzar los planetas interiores hasta el cinturón principal de asteroides, y no más de 15 días para llegar al nuevo planeta “Urantia” en el borde interior del cinturón Oort, y ello acelerando de forma permanente al ritmo normal para nosotros, de la gravitación terrestre o solar. Algo, como ya vimos, profundamente revolucionario para el futuro de nuestra civilización.

En primer término, al aplicar este nuevo concepto de propulsión VPR será posible desarrollar al fin, integralmente, las cuatro iniciativas básicas propuestas por Sally Ride en su informe a NASA de 1988, tras el desastre del Challenger y el informe de la comisión Rogers, para el futuro del programa espacial americano a veinte años, i.e., a hoy, recogidas básicamente en el programa oficial del presidente Bush padre, sobre exploración espacial, ([2])

Estas iniciativas se refieren a desarrollar en dicho término de veinte años cuatro objetivos básicos:

  1. Desarrollar un sistema terrestre de observación satelital totalmente integrado.
  2. Impulsar el tradicional esfuerzo de exploración planetaria.
  3. Regresar a la Luna para quedarse.
  4. Realizar la primera misión tripulada a Marte.

La misión al planeta Tierra (GEOS) del primer punto, tuvo como objetivo establecer un sistema de observación global integrado, compuesto de nueve satélites, cuatro en órbita polar de baja altura sincronizados con el Sol, que permitan observar una zona asignada para cada uno en forma permanente, sobrevolándola dos veces diarias, y cinco geoestacionarios complementarios, que permitan en total monitorear las características de nubosidad, lluvia y humedad global, casquetes polares, capa vegetal y su contenido de clorofila, topografía oceánica y continental con sus deformaciones y movimientos de la masa tectónica, y monitoreo de la concentración atmosférica de gases como el ozono, metano y dióxido de carbono.

Semejante sistema que empezó a operar hacia 1995, permitió adoptar un esquema único de observación integrando diferentes tipos de sensores terrestres y espaciales, y obtener una visión global actualizada en forma permanente de los diferentes procesos observables, así como una visión detallada de fenómenos específicos, como erupciones volcánicas, huracanes, sunamis o terremotos, y de las áreas devastadas por ellos. Lo cual permitió obtener así un mapa global continuo y desarrollar el modelo de observación y diagnóstico del sistema terrestre más avanzado utilizado hoy a escala global.

El segundo punto del Informe Ride recomendó ampliar el tradicional esfuerzo americano en exploración del sistema solar, no solo aumentando el número y complejidad de las sondas de observación previstas entonces, hacia cuerpos primitivos (cometas y asteroides), hacia la zona interna del sistema de planetas terrestres, y hacia la zona exterior de planetas gaseosos y sus sistemas satelitales, como la misión CRAFT que observó a partir de 1993 el asteroide Hestia y el cometa Tempel, o la muy exitosa misión Cassini lanzada en 1998, que exploró Saturno y ahora acaba de explorar su luna gigante Titán, enviando incluso una sonda a su superficie.

Sino que también recomendó implementar misiones de reconocimiento y exploración robótica a los planetas terrestres, en especial a Marte, exploraciones que han sido realizadas en especial por las misiones Spirit y Opportunity en diferentes zonas de este planeta, con extraordinarios resultados, en especial el descubrimiento de sus inmensas reservas de agua en los casquetes polares, pero que aún no han producido el tan esperado hallazgo de vida –así sea en sus formas más primitivas hibernadas-.  Por supuesto, Marte es el más interesante objetivo de exploración para nosotros hoy, no solo para comprender la estructura y evolución del sistema solar, sino sobre todo, como el único planeta del sistema solar potencialmente habitable por el hombre, en especial ahora que hemos encontrado las fuentes de agua necesarias para hacerlo de forma sustentable muy rápido.

La tercera iniciativa de Sally Ride, aún por realizarse integralmente, fue heredera del histórico esfuerzo del Proyecto Apolo, hecho en la época de oro del programa espacial americano, y se refirió al establecimiento y desarrollo de una base lunar permanente.

Ella constituye aún el deseo manifiesto por los americanos de regresar a la Luna, pero para quedarse, i.e., para aprender a vivir y a trabajar de forma permanente en ella. Este establecimiento estará precedido por una fase de observación y exploración robótica, que ya se puede considerar cumplido, en el cual se han identificado los puntos de mayor interés que permitan el implante de un asentamiento humano permanente, como posibles fuentes de agua –sobre todo en los polos- presencia de materiales explotables, como vetas de minerales, pisos de compuestos químicos con alto contenido de oxígeno, por ejemplo, o del famoso helio 3, tan exótico e interesante, en especial como combustible, etc. .

Ello sentaría las bases para la subsecuente fase de asentamientos, a partir del 2005, i.e., de ahora, en la cual se deberían instalar las plantas piloto de fabricación de oxígeno, y se deberían construir los primeros asentamientos permanentes.  Dichos asentamientos, basados en habitáculos diseñados como una adaptación de los actualmente utilizados en la Estación Espacial Internacional (ISS), comprenderían un área habitacional, un laboratorio de investigación, un Land-Rover lunar, y el equipo necesario para la extracción y obtención de materiales primarios, en especial de oxígeno.

Inicialmente tripulaciones de hasta cinco personas podrían permanecer hasta un día lunar completo, i.e., 14 días terrestres. Con el desarrollo de una tercera fase, cinco  años después, la ampliación de estas facilidades permitiría convertir estos primeros habitáculos en una verdadera base de habitación permanente, en donde podrían desarrollarse investigaciones científicas y tecnológicas de punta, así como disciplinas hasta ahora desconocidas en la Luna, como la construcción y transporte en superficie de unidades completas de habitación, o de plantas de extracción y proceso de materiales básicos.

Para el año 2010 treinta personas deberían poder permanecer meses viviendo y trabajando en estas instalaciones, para lo cual ya deberían disponer de la suficiente capacidad de producción de oxígeno, agua y energía, y haberse convertido en una verdadera empresa que prospecte y explore los recursos lunares disponibles, creando las bases de su explotación económica, y deberá servir también de plataforma para desarrollar nuevos asentamientos ulteriores en el propio satélite, así como de base de lanzamiento para nuevas misiones más audaces, hacia otros planetas y mundos habitables, en especial a Marte.

Una vez ganada la experiencia necesaria dada por la implantación lunar, sería posible pasar a la cuarta y última fase de las iniciativas Ride: la primera expedición humana a Marte.  Esta es por supuesto, una iniciativa para el siglo XXI, y tiene las implicaciones políticas y sociales de la hazaña americana de los años 1960 en la Luna.  Pero sin las premuras y el chauvinismo nacionalista impuesto por la guerra fría de entonces.

Quizás, dadas la distensión y la transformación de los bloques políticos y económicos dominantes hoy, esta pueda ser una hazaña compartida por los principales actores del espacio de hoy: los EUA, la UE, Rusia, China, Canadá, el Japón, Brasil, la India y Australia. Todos representados por sus agencias civiles especializadas, y también por sus consorcios privados mayores, que si la industria del transporte espacial se transforma, en especial por la introducción de nuestro nuevo concepto de propulsión, podrán jugar un papel muy importante, aunque aún no determinante, sobretodo en esta primera fase de desarrollo interplanetario. Y ya hay muchas iniciativas que tienden hacia este objetivo en todo el mundo ([3]).

Por supuesto, la conquista de Marte será otra de las grandes aventuras humanas de todos los tiempos, y sus realizadores serán recordados por siempre entre los grandes pioneros que han marcado el progreso de nuestra civilización. Pero ni Marte ni la Luna son aún objetivos accesibles de forma práctica y eficiente para el estado actual de nuestra ciencia y tecnología. Ni su desarrollo rápido es aún posible de mantener. La experiencia de la construcción y montaje de la actual estación espacial ISS lo demuestra bien. Para llegar a dichas metas será necesario dominar en primer término una técnica de transporte que las haga viables, y dominar además las técnicas de viaje humano prolongado en condiciones de ingravidez. Pues en las actuales circunstancias, un “amartizaje” humano de no más de dos semanas, deberá durar en llegar al menos diez meses, en la configuración del viaje más rápido. Y ello en un vehículo carente de gravedad artificial.

El esquema Ride debió haber permitido realizar tres viajes redondos piloteados a Marte, a partir del 2000, y establecer una estación permanente hacia el 2010. La carga sería enviada en una órbita económica en energía, por separado, y los vehículos serían ensamblados en órbita terrestre. Los de carga deberían transportar todo el equipo necesario para amartizar, así como los propelentes necesarios para regresar a la tripulación a Tierra, en su módulo de comando.  Este módulo sería también ensamblado en órbita, y tendría capacidad para seis astronautas, así como su equipo de soporte y propelentes para el viaje de ida.  La partida se haría una vez orbitado el vehículo de carga en Marte, al cual deberá anclarse el de tripulación cuando este arribe. Desde allí se hará el descenso a superficie. La exploración en Marte debería durar entre 10 y 20 días, tras lo cual la tripulación deberá retornar al módulo orbital principal, para emprender el viaje de regreso a Tierra.

Para desarrollar todas y cada una de las iniciativas propuestas por Sally Ride, en forma integrada, consecuente y evolutiva, sería necesario realizar, y lo fue en los aspectos en que estas se cumplieron, un considerable y duradero esfuerzo de diseño y desarrollo no solo de las numerosas técnicas de implementación necesarias, que ya vimos, todas logradas, sino sobretodo de la capacidad de transporte requerida para tales fines.  Y esta es la tecnología que ha hecho falta.

La sola misión a Marte, utilizando las más avanzadas y eficientes técnicas de materiales, propulsión y diseño de estructuras conocidas hoy, requerirá cinco veces más carga útil para colocar en órbita terrestre, que la fase uno de la estación espacial ISS de 250 TM. Además, con los actuales medios de transporte –el lanzador americano Shuttle- será necesario diseñar y desarrollar toda la técnica de montaje y ensamblaje en órbita de los vehículos finales que habrán de viajar a Marte, y de los sistemas de transporte, almacenamiento y provisión en órbita de los combustibles criogenizados que los propulsarán.

La aplicación de la tecnología retro-rotatoria permitirá, por supuesto, agilizar estos desarrollos, potenciando la configuración de la primera fase a sistemas más ágiles y  eficientes, revolucionando el proceso de implantación, en especial al reducir los períodos de tránsito interplanetario a días en cambio de años de transporte, reduciendo los costos de implementación a niveles impensables hoy, y ampliando en consecuencia exponencialmente nuestra capacidad de penetración.

Ello revolucionará en consecuencia nuestros actuales planes de desarrollo,  que en esencia siguen los mismos lineamientos trazados por Sally Ride hace veinte años, pero potenciados a la mayor capacidad de liderazgo ganada en este período por los Americanos. Ello podrá ser sobretodo alimentado por la necesidad vigente hoy de reemplazar al lanzador Shuttle, y por la voluntad manifiesta de tener que desarrollar el equipo de transporte necesario para ir a Marte.

El desarrollo de transportadores retro-rotatorios hará que la exploración humana de estos astros pueda ser planeada ya no en términos de misiones específicas, tres a cinco a la Luna, dos a tres a Marte, con costos aproximados de cien billones de dólares para cada una, en el primer caso, y cinco veces más para el segundo, por el de la creación de sistemas de transporte de destino específico (cinco a diez vehículos para la Luna, tres a cinco para Marte), con ciclos de servicio de tipo diario a la Luna y semanal a Marte, a un costo equivalente para cada caso al de una sola misión planeada. Algo sustancialmente diferente.

Ello podría lograrse con plazos de desarrollo de diez años para la Luna y quince para Marte. Ello incluyendo a las estaciones orbitales de servicio, y la instalación de las bases permanentes de operación en cada astro, para tripulaciones iniciales “permanentes”, i.e., rotadas cada dos semanas, de hasta 30 personas. Lo cual implica desarrollar una industria de fabricación y montaje especializada, que podrá replicar estos sistemas muy rápido.

Si empezamos simultáneamente a implementarlos ahora, el desarrollo de las instalaciones lunares y marcianas podría realizarse prácticamente al tiempo, pero ello no deberá absorber todas las energías, pues estos sistemas también pueden llevarnos a otros astros, en especial al cinturón principal de asteroides, y a los sistemas satelitales de los planetas gigantes, hasta Urantia. Lo cual transforma completamente el panorama.  Y por supuesto, este esfuerzo no deberá ser realizado por una sola potencia o un grupo “élite”, sino que deberá incluir a todos los participantes –públicos y privados- con capacidad –y voluntad- para lograrlo. Lo cual incluye tanto a todas las potencias espaciales, como a todos los consorcios empresariales de talla mundial que seguramente querrán unirse. Y a los nuevos emprendimientos que surgirán.

Tales sistemas de transporte con destinación específica se refieren a vehículos tipo muy especializados, que servirán destinos únicos, diseñados exclusivamente para tal fin o uso exclusivo, y que por supuesto tendrán un ciclo de vida útil que no podrá ser inferior al programa en sí, y que deberá aproximarse en términos generales al menos, al imperante en la industria aeroespacial existente hoy.

Por ejemplo, como ya indicado, el servicio de transporte a la Luna podrá ser una extensión del avión espacial VPR diseñado para servir a las instalaciones en órbita terrestre. Su dedicación exclusiva deberá permitirles ofrecer inicialmente un servicio con frecuencia semanal de ida y vuelta (de una a dos horas para cada fase), desde un puerto espacial de servicio en Tierra específico a la estación orbital en la Luna.  Ello le permitiría a una flota inicial de cinco vehículos servir 25 destinos terrestres diferentes cada cinco días de operación, logrando una frecuencia de arribo a la estación lunar diaria de cinco vuelos desde las diferentes fuentes, o uno cada 4 horas en promedio.

Cinco vehículos de transporte a Marte permitirían ofrecer directamente desde Tierra un “vuelo” diario de 24 horas en promedio, cinco días a la semana, a la estación orbital de servicio allá.  En un desarrollo posterior, los aviones espaciales podrán servir “aeropuertos” marcianos directamente en su superficie, aprovechando su configuración aerodinámica eólica. Ello podrá replicarse más tarde en todos los satélites con atmósfera, accesibles a comunidades humanas avanzadas implantadas en ellos.  Lo cual evidencia hasta qué punto estos nuevos vehículos, siendo idénticos en su configuración de base, pueden llegar a ser disímiles en su diseño de detalle.

Para planetas, satélites o asteroides sin atmósfera, vehículos de descenso diseñados según las especificaciones astrofísicas de cada astro, deberán desarrollar autosustentación específica a su campo gravitatorio, para servir de interface permanente entre la estación orbital de servicio y las bases de operación en su superficie. Ello es de especial importancia para satélites de tipo lunar. Para los asteroides ellos solo deberán acoplarse al astro. Para grandes planetas de tipo terrestre, pero sin atmósfera, ellos deberán desarrollar sistemas de sustentación pasiva más audaces, como sustentación en su campo magnético, o ascensores de cable desde una posición geoestacionaria, etc.. Ello para evitar desarrollar sustentación activa contra la gravedad, como por la ya enorme experiencia ganada, parece que debe ser.  Sin embargo, cuando no haya otra alternativa, esta tecnología siempre deberá estar disponible.

Las interfaces de transporte de carga hacia el espacio profundo podrán siempre ser servidas con vehículos totalmente automáticos, que por la configuración retro-rotatoria de sus propulsores, deberán ser económicos ya no en energía sino en tiempos de tránsito, por no estar sometidos a las estrictas condiciones de aceleración soportables para los humanos.  Es decir, que ellos podrán viajar más rápido con controles teledirigidos, y podrán aprovechar al máximo la capacidad de impulsión que la técnica más avanzada permita desarrollar. La cual podrá ser también de carácter relativista. Lo cual redundará en la velocidad de implantación de las diferentes instalaciones orbitales y planetarias que deberán preceder a los futuros exploradores y habitantes interplanetarios humanos.

Los vehículos de transporte a la zona exterior de los planetas gigantes y al cinturón Kuiper, de alrededor de 15 días de duración, deberán corresponder a lo que son hoy nuestros actuales cruceros interoceánicos. Ellos deberán realizar itinerarios específicos a cada destino “non stop”, ejecutando trayectorias de tipo elíptico, como las utilizadas hoy, pero sin periapsis gravitatoria debido a su autonomía dinámica de vuelo.  Por supuesto, inicialmente deberá desarrollarse una flota de demostración de carácter exclusivamente automático, sobretodo para demostrar las técnicas de manejo en condiciones relativistas. Estos vehículos podrán encargarse del transporte de las estaciones orbitales de recibo desmontadas a los diferentes destinos específicos identificados. Posteriormente podrán venir los primeros exploradores humanos dispuestos a “quedarse” al menos durante algunos meses, mientras se desarrollan las actividades que permitan habitación realmente permanente.

Ni que decir que tales vehículos podrán explorar extensamente el sistema solar exterior, y en especial el cinturón Oort, y a partir de allí podrán empezar a realizar las primeras misiones estelares cercanas, una vez dominada esta técnica de vuelo, como veremos en detalle un poco más adelante.  Pero un desarrollo paralelo muy importante es el de la prospección de recursos naturales, que nos permitirá muy rápido, tan pronto tengamos acceso al cinturón principal de asteroides, desarrollar actividades industriales en gran escala, en especial, la de extracción y refinamiento de materias primas, como veremos en seguida.

Finalmente, pequeños vehículos de transporte espacial de corta distancia, de dos a cinco pasajeros, deberán vincular las diferentes instalaciones desarrolladas para permitir dichas actividades, para transporte de personal y carga, servicios de mantenimiento, seguridad y vigilancia,  o servicios de emergencia, como el pequeño crucero espacial visto antes.

Así mismo, pequeños impulsores vestibles deberán servir al personal para sus actividades extravehiculares en microgravedad, proporcionándole propulsión, control y guía independiente de cualquier fuente externa, alimentados con baterías de litio, por ejemplo, en un tipo de desarrollo que es ya bien conocido hoy en el espacio, y que en Tierra está generando una verdadera revolución en los conceptos de transporte individual de corta distancia, en especial en grandes superficies comerciales y centros urbanos, y no solo para inválidos, sino también para el peatón permanente.

Me refiero a los patines de dos ruedas autopropulsados y autoequilibrados, y a los nuevos vehículos eléctricos de tres ruedas para servir al público en los centros urbanos restringidos a vehículos de mayor capacidad.  Un desarrollo propuesto hoy especialmente en el Japón, logrado a partir del diseño de sillas eléctricas para inválidos de diseño avanzado. Una tendencia que podrá alcanzar el aire con nuestros nuevos propulsores VPR.

Ello evidencia hasta qué punto la iniciativa del propulsor retro-rotatorio propuesta aquí puede ayudar a resolver problemas, ampliar posibilidades, agilizar desarrollos potenciales, maximizar técnicas disponibles, enfocar la creatividad, dedicación y entusiasmo que estos propósitos inspiran en la humanidad entera, facilitando el acceso a las metas propuestas, de forma mucho más económica, flexible, participativa y eficaz. Algo que es en sí una muy buena noticia para la humanidad.

La conquista de Marte puede ser una iniciativa eminentemente americana. Quizás EUA desea reafirmar su liderazgo mundial con un objetivo de esta magnitud.  Yo espero que el descubrimiento de esta técnica desde un ambiente tan poco favorable e inesperado como el de Colombia, a pesar de todos los ingentes esfuerzos realizados por las principales potencias durante los últimos años para lograrlo,  les de una sana lección de humildad. El dinero y la técnica no bastan. Si requiere audacia, y un cierto cambio de perspectiva, de manera de pensar, muy difíciles de lograr allá.

Los rusos también necesitan reconfortarse de su evidente pérdida de liderazgo político explotando al máximo su enorme capacidad operativa en el espacio, en especial de  estaciones orbitales permanentes. Ello una vez logren recuperar sus fuerzas, su capacidad organizacional. Los japoneses surgen ya como indiscutida potencia en automatización y robótica espacial. Los chinos ya están también emprendiendo un programa espacial muy activo. Los europeos unidos se han integrado ya en todas las áreas alrededor de ESA y Aeroespatiale, para recuperar su desvanecido liderazgo en un tipo de tecnologías –en especial la de lanzamiento- en la que a pesar de ingentes esfuerzos, su resultado ha sido mas bien mediocre.  Australia, Brasil, Canadá y la India, tienen programas muy activos acordes con su capacidad. Otros países emergentes como Israel, Turquía, Sudáfrica, Nueva Zelandia, Korea, Argentina, Chile y Colombia tenemos mucho interés en entrar a participar.

Por supuesto, los grandes grupos empresariales mundiales poseen ya sus propios programas de aplicaciones espaciales avanzadas, y divisiones completas dedicadas al tema.  Y ello a nivel tanto de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, como de nuevos esquemas de servicios y aplicaciones básicas. Ellos tratarán seguramente de establecer sus propias plataformas y programas de operación independientes.

Así, de pronto, con un propulsor de esta naturaleza todas las iniciativas son posibles,  todos los desafíos técnicos y económicos son abordables, todas las perspectivas son viables: observatorios globales permanentes en los principales planetas y satélites naturales, acceso al espacio profundo en viajes rápidos manejables según la experiencia aeronáutica adquirida hoy, gran versatilidad y flexibilidad de diseño para lograr las configuraciones de estaciones orbitales y planetarias más variadas, lo que permite a su vez la integración y ampliación de las iniciativas más diversas,  no solo de carácter científico sino también económico, y también no solo oficial sino privado. Lo cual permitirá la creación de grupos de trabajo en áreas de interés común específicas especializadas.  Desarrollo de nuevas empresas dedicadas a avanzar por esta vía en temas únicos, muy concretos como el turismo orbital de Galaxy, o muy amplios como la conquista planetaria de 1000 Planets.

Por supuesto, las técnicas de permanencia prolongada en el espacio podrán avanzar muy rápido, en especial gracias a la disponibilidad de gravedad artificial permanente. Los rápidos, económicos y versátiles transportadores VPR permitirán multiplicar las misiones exploratorias, abriendo la posibilidad de establecer asentamientos permanentes en cada uno de los planetas y satélites accesibles muy rápido también. No ya en términos de siglos sino de décadas, y ello de forma simultánea.  Una década para establecernos en la Luna, Marte, los asteroides más interesantes, y los satelites tipo lunar de los planetas gigantes. Pa implantarnos en Pluto y Coronte, y seguramente en Urantia tardaremos al menos otra década más. La implantación en cuerpos más complejos, como Venus, o Io, Titán o Europa será un poco más tardía por lo compleja. Pero no durará más de medio siglo.

Para entonces ya deberemos estar montando las primeras misiones interestelares. Lo cual hará “explotar” el potencial de desarrollo. Imaginemos que cada estrella tiene en promedio 20 planetoides habitables, como en  nuestro sistema solar. Si exploramos en una primera fase el grupo más próximo de 50 estrellas, como lo sugerimos antes, ello nos produciría ya los 100 plantas habitables buscados por el consorcio americano. Pero el área más próxima a nuestro Sol, alrededor del brazo de nuestra galaxia que habitamos, en un radio no mayor a 1000 AL, deben existir al menos unas cien mil estrellas interesantes. Si solo exploramos mil, digamos en el transcurso del próximo siglo, el resultado final sería de veinte mil planetas habitables.  Ello suponiendo, como ya lo hemos hecho en el capítulo dedicado al tema, que el desarrollo de sistemas planetarios en estrellas de condiciones y tallas semejantes a la nuestra es más bien un proceso imperativo y no aleatorio.  Lo cual es un indicativo muy aproximado de la inmensidad de la tarea que nos espera, de carácter por ello milenario. Solo cuando rompamos la barrera de los mil planetas habitados, podremos considerarnos una civilización  estelar.

Pero para lograr ello, deberemos habitar primero nuestro propio sistema, multiplicando los asentamientos, desarrollando industrias de punta en todas las áreas de producción, e impulsando el desarrollo de la bionáutica, o habitación permanente en el espacio de comunidades humanas más o menos numerosas.  Es posible pensar que en cien años, cada una de ellas podrá albergar millones de habitantes, según el modelo propuesto en EUA por Gerald O’Neill.

Según el criterio de O’Neill ([4]), la forma mas probable del desarrollo futuro de las comunidades humanas en el espacio, será el establecimiento de estaciones orbitales totalmente autónomas.  Estas serán estaciones instaladas en o alrededor de núcleos industriales de punta, y podrán multiplicarse, o regenerarse, en forma automática muy rápido.  Ellas estarán ubicadas primero en los centros de extracción y procesamiento de minerales y materias primas. Y los primeros y mayores centros mineros estarán ubicados muy seguramente en el cinturón principal de asteroides.

A partir de ellos, se establecerán seguramente alrededor de o directamente en la Luna y Marte, núcleos industriales de punta dedicados a la manufactura de componentes y equipos y materiales muy especializados, de aplicaciones con destino prioritariamente terrestre. Al tiempo se deberán desarrollar todas las infraestructuras de mantenimiento y servicio para atender a dicha población, lo cual permitirá a la larga desarrollar industrias exclusivamente espaciales de tipo global, como una red de generación de energía solar fotovoltaica radiante, nuevas redes telecoms de telefonía móvil e Internet, de navegación y telemetría, y de observación y vigilancia, así como toda la red de transporte intermodal público de carácter espacial y transatmosférico, que vinculará los principales destinos.

A partir de la dinámica así creada, dichas estaciones podrán replicarse en nuevas áreas de desarrollo, aumentando en número, tamaño y sofisticación. Por ejemplo, a partir de una primera estación con capacidad para albergar diez mil habitantes “permanentes”, de configuración cilíndrica, dotada con todas las facilidades de acomodamiento bionáutico, i.e., con además de las áreas de habitación y mantenimiento prioritarias, con zonas de entretenimiento y deporte, áreas de esparcimiento con parques e incluso bosques de especificaciones variables, replicadas de ambientes terrestres conocidos  (e.g., húmedos tropicales, o de taiga siberiana, o de selva negra alpina, o de sabana subtropical africana, etc.), los cuales podrán incluir parques, fuentes de agua, senderos peatonales, espacios de deporte extremo, etc.

Estas estaciones estarán asociadas a instalaciones auxiliares de producción para su propio consumo, además del oxígeno, agua y energía fundamentales, de productos básicos tales como agroalimentarios, productos de aseo y mantenimiento, muebles y enseres de equipamiento, medicamentos básicos, textiles, etc.  Por supuesto, todo lo demás será importado de Tierra, y distribuido a través de un sistema de comercialización tipo hipermercado.

Ellas estarán dotadas además de todas las amenidades necesarias para la vida en comunidad, como centros de deporte y entretenimiento, gimnasios y spas, oratorios, sala de conciertos y cinema, librería multimedia, minimercados, malls de butiques, etc.. Ellas podrán además de mantener un régimen climatizado estándar con ciclos de noche y día programados, un régimen climático variable que puede incluir estándares ambientales terrestres reproducibles, como el clima de alta montaña, o de playa tropical, o de jardín primaveral, o de isla mediterránea, en unas condiciones que incluso podrían ser envidiables para los propios habitantes en la Tierra.

Dichas instalaciones podrán construirse siguiendo diversas configuraciones básica, y no solo la cilíndrica propuesta por el grupo de trabajo de O’Neill. Estas pueden consisteir en una esfera de Bernal, propuesta por el físico británico J.D. Bernal en 192º, cuya estructura corresponde a la de una enorme esfera hueca habitable hacia el interior, sobre la superficie interna de la misma.

Otro modelo muy famoso, el reproducido el la película de Stanley Kubrick de los años sesentas, “2001 Odisea del espacio”, es el toroidal, o Toro de Stanford. Este consiste en una rueda cilíndrica de 1.8 km de diámetro exterior, y 300 m de diámetro cilíndrico,  que rota una vez por minuto para simular la gravedad terrestre. Ella puede albergar diez mil habitantes en un ambiente de submarino.

Otros esquemas más exóticos consisten el collares de pequeñas esferas, o “girasoles”, i.e., cuerpos esféricos rodeados de discos de espejos solares dispuestos como pétalos alrededor del cuerpo central. O también, de “sombreros”, en donde el cuerpo central no es una esfera sino un cilindro.  Por supuesto, todos ellos estarían dotados de gravedad artificial, serían ambientados por energía solar, y estarían asociados a módulos adyacentes de manufactura en microgravedad, y estarían protegidos contra las radiaciones cósmica y solar de alta energía, y contra cualquier impacto de micrometeoritos en el ambiente espacial.

Estas colonias prefiguradas por primera vez por el único autor de ciencia ficción que predijo la posibilidad de propulsar naves espaciales con volantes de inercia, el clérigo bostoniano Edward Everet Hall ([5]), partiendo de las pequeñas “cabañas” construídas hoy, como las Soyuz rusas y las ISS americanas, o mejor internacinales, euro-ruso-americano-japonesas, etc., podrían llegar a albergar millones de habitantes cada una,  y convertirse a larga en los mayores centros de habitación humana, convirtiéndose con los siglos, en los principales núcleos de civilización, manteniendo al planeta ancestral como una reliquia habitada por una minorías ciertamente privilegiadas. Este sería pues el principal destino turístico de estos “orbes” abigarrados.

i. Minería e industria espacial.

Semejantes desarrollos revolucionaran positivamente la economía humana, abriendo el campo de la producción en microgravedad a industrias básicas tan importantes como la bioquímica, la metalurgia, la microelectrónica, la farmacéutica, la agroindustria, la industria de hidrocarburos, etc.

Para lograrlo, el primer paso a seguir, una vez disponiendo de un transportador adecuado, es desarrollar la minería espacial. Para ello, como acabamos de sugerirlo, “pequeños” cruceros de carga podrán remolcar asteroides enteros hasta órbitas de parqueo circunsolar, para anclarlos a plantas de extracción ya remolcadas e instaladas allí, listas a operar.

Esto se podría realizar si, como sabemos, se tomaran inicialmente los asteroides tipo Apolo que cruzan la órbita terrestre, cuando se aproximan más. Para remolcar este tipo de asteroides hasta una órbita exterior próxima a la Luna, a su segundo polo Lagrángico, por ejemplo, solo basta con cambiar su velocidad en 5 km/seg.  Para ello hay que anclarse a él y estabilizarlo con varias sondas automáticas sincrónicas  actuando simétricamente. Ellas deberán ser capaces de repetir sus movimientos caóticos antes de anclarse, para luego sí estabilizarlo, y entonces iniciar la fase de trasteo, alterando su trayectoria en forma controlada. Con retro-propulsión se pueden realizar este tipo de maniobras sin temor al costo energético  del trasteo.

Por supuesto, traer un asteroide a órbita terrestre es muy peligroso, y es muy posible que ello sea prohibido por convención internacional. Este puede ser igualmente trasteado a cualquier instalación de extracción mayor, en la zona principal de asteroides por ejemplo. Lo que esta técnica sí permite es capturar y desviar o destruir cualquier tipo de cuerpo celeste extraño, asteroide o cometa, que amenace la seguridad planetaria.  Otro tipo de servicio muy esperado por la humanidad, pero imposible de asegurar hasta ahora de forma absolutamente confiable.

Una vez anclado el asteoide, este podrá ser pues transportado a una estación de proceso en una planta orbital, remolcándolo 100 % intacto. El asteroide ferroso Apolo de 1 km de diámetro, contiene ingentes cantidades de materias primas que deben servir de base para el desarrollo periférico de industrias enteras de aplicación espacial y planetaria. El puede proveer aproximadamente 4.450 millones de TM de níquel, 18 MTM de cobalto, 345 mil TM de galio, 18 KTM de platino, 5,400 TM de osmio, 2,700 de oro, todos en forma metálica.  Lo cual puede significar un valor de mercado de mas de 100 BUSD de hoy. Por supuesto, su introducción masiva rompería totalmente los estándares de precios vigentes, y la estructura actual de esta industria.

Y de tallas comparables existen miles de asteroides, de todos los tamaños y tipos de composición imaginables, listos para su explotación. Por ello para nosotros es vital desarrollar primero esta industria. Todas las operaciones de extracción minera se trasladarán al espacio, con el impacto que ello significa para la actual economía mundial.  Ellos constituyen una verdadera fuente inagotable de materias primas, accesibles a costos de explotación muy inferiores a los vigentes hoy. Y ello solo gracias al transportador VPR disponible. Y aún nos queda la reserva de cometas del cinturón Oort… millones de veces más abundante, del cual aún no sabemos qué sorpresas nos guarda.

Además, al desarrollar la industria periférica de refinamiento en microgravedad, sin convección térmica ni sedimentación, es posible lograr un control sobre los procesos de manufactura, como la cristalización, aleación y fusión de metales, polímeros y cerámicas, imposibles de lograr en tierra, permitiendo la fabricación de materiales únicos, superpuros, o perfectamente cristalizados, totalmente isométricos, o exáctamente asimétricos, para producir super o semiconductores, o para lograr aleaciones imposibles aquí, como la de aluminio-acero, o todas las nuevas aleaciones de materiales compósitos, o para elaborar nuevas cerámicas, polímeros, plásticos, óxidos, ácidos, alcaloides, o nuevos productos químicos, como encimas y proteínas, reactivos y toda la gama de productos biotecnológicos hoy identificados.  Ello para no hablar de genética.

Cuando se sabe que en agrotecnología, las aplicaciones de plantación en microgravedad de variedades de desarrollo semestral, como el trigo, el maíz, el arroz y la papa, es decir los cuatro cultivos más importantes de la humanidad actual, además de otros tan valiosos como la cebada, la soya, la colza, la remolacha y la caña azucareras, el algodón, el tomate, el fríjol, el garbanzo y la lenteja, además de ciertas flores y frutas, como el clavel y la rosa, o la fresa y la uva, o de ciertas plantas ornamentales, en especial todas las cultivadas a base de bulbos, de floración estacional, se pueden obtener en cultivos invernados en unidades espaciales cerradas en condiciones de ingravidez, rendimientos en algunos casos 50 veces superiores a los obtenidos en tierra, y que muy probablemente la cría en ingravidez permitirá producir animales gigantes, dos o tres veces superiores a su talla normal, es dado pensar que estas áreas de producción también pueden verse profundamente transformadas por el desarrollo de la industria espacial y su aplicación  a sus industrias.

Ello sin hablar no ya del desarrollo tradicional, sino de la nueva industria genética transgénica que tanto se ha discutido, y que ya ha afectado enormemente los parámetros de producción en tierra, mejorando sustancialmente en especial estos cultivos básicos semestrales.  Ello permitirá instalar en el espacio unidades completas de producción en gran escala de este tipo de productos, para ser consumidos no solo por su población creciente de astronautas y viajeros espaciales, sino sobretodo también para la propia población terrestre. No sin olvidar a los contestatarios, que deseean siempre conservar los sistemas y procedimientos tradicionales, como los habitantes de Arcosanti en EUA, o a ese otro tipo de desarrollo previsible que estas técnicas habilitarán, el de los Bionautas, o comunidades humanas cerradas decididas a habitar el espacio en unidades totalmente autosuficintes, como las del proyecto Biosfera 1, también en EUA, dedicadas a viajar por el universo reproduciéndose a  sí mismas, sin tiquete de retorno. A ser verdaderas Arcas de Noé interplanetarias e interestelares.  Con nuestra técnica de propulsión ellas podrán llegar por supuesto muy lejos.

El que la humanidad se establezca en el espacio exterior terrestre y alcance el grado de desarrollo apenas esbozado aquí, no es una ilusión sino un imperativo económico y civilizacional que el desarrollo futuro de la propia industria mundial ya está necesitando.  Un aporte como el propuesto por nosotros no hará sino acelerar el proceso, y ello lo determinará la propia decisión con que sea asumida esta nueva tecnología.  Su aplicación hará posible, sobre todo, que un individuo normal, con niveles de ingreso y estándar de vida de clase media de nuestras sociedades avanzadas, como los son hoy las sociedades de los países desarrollados y lo serán en un futuro no muy lejano las demás naciones terrestres, pueda acceder regularmente y a bajo costo al espacio exterior, y ello en forma indiscriminada, a través de programas de turismo espacial, por ejemplo, o de empleo temporal, para trabajos que no requieran calificación avanzada, o de programas de formación en las ciencias y técnicas de mayor demanda en este nuevo ámbito de desarrollo humano, para una nueva juventud audaz e inquieta ávida en explorarlo, o a través de programas estatales de recreación y salud para las generaciones mayores, de pensionados o inválidos, o para grupos de exploradores infantiles asociados a su clase escolar, patrocinados por su colegio.

Posteriormente deberán desarrollarse también instalaciones clínicas para procedimientos quirúrgicos, de tratamiento o recuperación de cierto tipo de pacientes, como los quemados, o los afectados por cierto tipo de síndromes, posibles de tratarse con ventaja en el espacio, como ciertos desórdenes gastrointestinales, cardiacos o vasculares periféricos, ciertos casos pediátricos, y todos los inválidos que puedan beneficiarse de poder actuar en ingravidez.  Ello sin hablar de tratamientos de psiquiatría o farmacodependencia, cuyas consecuencias también pueden ser muy provechosas, pero son poco comprendidas aún.

Ello también hace pensar que cierto tipo de delincuentes muy peligrosos también pueda ser recluidos en el espacio, en unidades selladas con actividades de recuperación social progresiva.  Ello por supuesto, siempre y cuando no se constituya en tortura para el recluso. Siempre y cuando este lo asuma y se adapte convenientemente.

Otro tipo de actividad humana en el espacio, mucho más interesante y atractiva, es el deporte extremo en ingravidez, o los posibles espectáculos circenses y de cualquier otro tipo que puedan ser inventados por la farándula interplanetaria que ellos engendrarán, tanto para los habitantes interplanetarios, como para las caravanas de turistas y gitanos solitarios fanáticos del “camping” orbital.

Por supuesto, el desarrollo masivo de esta tecnología deberá permitir la reducción de costos de adquisición de las camionetas orbitales SUVA descritas antes, Ello hace pensar en caravanas de cruceros espaciales organizadas por clubes de viajeros propietarios de tales vehículos, o alquilados por redes de turismo tipo resort, para pernoctar en sus propias instalaciones orbitales o en cualquier otra afiliada a su red.  Tales vehículos podrán anclarse al módulo de estacionamiento de la estación, o aterrizar en ella, al estilo de cómo lo hacían los vehículos de los famosos dibujos animados de los años 60, los “Supersónicos”.

Un vehículo orbital privado tipo SUVA, con un habitáculo espacial autosuficiente tipo camping, que nosotros llamaremos HAB, capaz de acomodar a una familia entera, podrá ser anclado a una estación orbital permanente mayor, y ser abastecido de todos los servicios básicos de mantenimiento y soporte de vida por ella, dándole además a sus propietarios acceso a todas las facilidades de servicio y entretenimiento al público disponibles en ella, como restaurantes, boutiques, hipermercados, agencias de tours especializados, preprogramados a destinos planetarios u orbitales en el área, de acceso restringido al público en general, realizados en cruceros exploratorios guiados, o de espectáculos, gimnasios, observatorios, canchas de deportes ingrávidos, como las de patinaje autopropulsado, o la de balón o pelota ingrávidos, tipo fulbolito, basquet, béisbol, billar, golfito, tenis, squach o cricket tridimensionales confinados, y toda la infinita variedad de nuevas posibilidades hoy impensables para nosotros. Tal como las muy apetecidas piscinas de burbuja, la instalación de mayor demanda cuyo solo acceso ameritará  el viaje a muchos cosmonautas turísticos.

Tales instalaciones montadas un módulo satelital ingrávido de la estación, accesible directamente desde ella por túneles de conexión con cintas de electrotransportación, consistirá en una enorme Geoda o esfera de Bernal hueca, de unos 300 m de diámetro. En su superficie interior tendrá todo tipo de instalaciones de servicio, tales como centros de entretenimiento multimedia, restaurantes, cafés, snac-bars, tiendas de alquiler de equipos, un spa con sauna y turco, gimnasios, etc. En el centro de la esfera, y gracias a la ingravidez se hallará la piscina en sí, la cual como una gota de agua, flotará manteniendo su núcleo seco. Ella tendrá un grosor en profundidad de dos a tres metros, y un diámetro total de unos cien metros.  En el centro seco encontrará un sanack-bar que le permitirá disfrutar del espectáculo hacia fuera.  Los acuanautas flotarán en el agua a su antojo, y podrán entrar y salir de ella, hacia adentro o hacia fuera, según su voluntad, flotando siempre por todo el entorno con entera libertad. Una legión de instructores permanente los auxiliará  y entrenará a los novatos a dar sus primeros “saltos” ingrávidos.  Un grupo de mantenimiento estará pendiente de todas las cosas sueltas flotando sin control. Un grupo de vigilancia estará pendiente de toda la concurrencia, y estará listo a auxiliar a cualquiera que colisione o se  golpee por accidente.

Semejante instalación podrá servir también de coliseo, para montar espectáculos tridimensionales en ingravidez: grandes conciertos, circos, pistas para competencias deportivas, espectáculos gimnásticos.  Todo ello por supuesto, retirando la gota de agua. La experiencia en sí de nadar en una piscina de estas carácterísticas será única e inolvidable.  Por ello su indudable atractivo..

Otra experiencia excepcional en estas estaciones, será la de realizar cruceros de exploración y observación guiados.  Ello le permitirá a un turista en las proximidades de Júpitar, viajar a Io, descender a su superficie, aproximarse a sus famosos géiseres, observar el espectáculo único de un atardecer bajo un cielo dominado por el astro gigante, explorar sus lunas gigantes, o hacer lo propio desde una luna no tan próxima de Saturno, como Calipso o Dione, o explorar a baja altura la superficie exótica de Miranda, o penetrar en aerodeslizadores al mundo iluminado de Titán, u observar el sistema solar interior, y sobre todo nuestra amada y lejana Tierra, desde Tritón o Nereida en Neptuno, o desde Plutón o Coronte, en el límite exterior de nuestro sistema planetario. Ello sin olvidar la observación astronómica de alta resolución que solo es posible en el espacio.

Todo ello será posible aún antes de que el hombre se establezca definitivamente en el espacio, en habitats orbitales permanentes, o en cualquiera de los sesenta y dos mundos habitables por nosotros en el sistema planetario principal de nuestro Sol, y sobretodo en los relativamente próximos y fáciles de acceder de la Luna y Marte, en los próximos cien años.

Todo lo cual contribuirá a la formación y desarrollo de comunidades humanas extraterrestres, i.e., no nacidas aquí. Lo cual alterará definitivamente nuestra actitud en sociedad, nuestra percepción de pertenencia y de solidaridad, haciéndola más cosmopolita, más global. Tal como ha ocurrido ya con todos los astronautas y cosmonautas que han salido al espacio,  y que han podido observar a la Tierra desde lejos. Y de ellos, muy especialmente, con los doce elegidos que han podido caminar y saltar en otro mundo, que visitaron la Luna hace ya casi cuarenta años, únicos humanos hasta el presente en haber “habitado” otro mundo, y que han podido vivir, sin excepción, para contarlo.

j. Exploración estelar.

Para nosotros el mayor aporte que nuestro sistema propulsor VPR le proporcionará a la humanidad a largo plazo, es la posibilidad de viajar efectivamente a las estrellas. El de poder propagarse finalmente por la Galaxia para desarrollar una civilización estelar.

Para ello se pondrán a prueba, hasta el límite, no solo todas las técnicas de transporte, propulsión, control y habitación desarrolladas hasta ahora por el hombre, sino sobretodo, todas sus teorías acerca de la estructura de fondo, microfísica y en gran escala, del universo entero, del Cosmos, apenas sugeridas en este libro.

Por que, para que el hombre viaje por el universo y conquiste las estrellas, tendrá que probar primero si es viable o no, como lo predice la relatividad, el viaje superóptico.  No el viaje a través del tiempo, el cual según la teoría cuántica del mismo que esbozamos en el capitulo dedicado a la relatividad, y gracias a la introducción de nuestro operador retro-rotatorio, es irreversible. Sino a través del espacio-tiempo tetradimensional normal. Respetando la invariancia ortocrónica de la nueva relatividad cuántica. Y viajando siempre a velocidades “superópticas” pero finitas, i.e., bien determinadas.

Si en sistemas de transporte sometidos a las estrictas condiciones del espacio-tiempo natural, los procesos internos que gobiernan al vehículo, de impulsión retro-rotatoria controlada permanente, se comportan de forma independiente a la relatividad, i.e., si lo que prevalece en su referencial de espacio-tiempo es su propio tiempo interno operacional y no el del referencial exterior general, i.e., el de las estrellas circundantes, es porque es el cuanto y no el espacio-tiempo el componente fundamental de la realidad.

Como vimos en el capítulo dedicado a la relatividad cuántica, estos viajes serán perfectamente posibles, si es este el caso, y si las restricciones relativistas a este nivel (las referentes sobretodo a la paradoja del tiempo de Langevin), no son más que una exótica mitología cientista característica de nuestro tiempo, fruto de un modelo matemático muy fecundo en su momento, pero para este propósito inadecuado y limitante. Como lo fue el modelo Newtoniano para la propia relatividad.

Si efectivamente los valores de masa energía de un vehículo sometido a aceleración constante de tipo terrestre –no lumínica- se comportan de acuerdo al operador retro-rotatorio, y no a la mecánica relativista en sí, él deberá conservar su coherencia interna operacional con respecto al origen, i.e., al referencial terrestre, aunque su dinámica varíe de forma relativista con respecto al fondo gravitatorio general.  Ello hará posible que el vehículo penetre y explore regiones muy alejadas de nuestro referencial natural, pudiendo “regresar” siempre para contarlo.

El propulsor retro-rotatorio permitirá sin duda imprimirle al vehículo una aceleración constante, permanente, de tipo terrestre (de no más de 17 km/s para escapar al Sol), para que pueda ser habitable.  Ello con alimentación primaria de tipo electronuclear termiónico, e.g., hará posible impulsarlo por décadas. Hasta 80 años de acuerdo a la tecnología disponible actualmente. Pero él no requerirá bajo estas condiciones viajar más de dos años entre estrella y estrella, para ir a las estrellas más próximas. El hombre, como dijo Haldane padre hace ya casi cien años, parece diseñado para viajar a las estrellas.  El vehículo deberá seguir una trayectoria de carácter elíptico, acelerando la mitad del trayecto y decelerando la otra mitad, hasta aproximarse a la estrella buscada, para explorarla a baja velocidad y a distancia, para regresar a contar la historia.

En los astros de mayor interés encontrados en dicha exploración la misión podrá realizar algunas operaciones de tanteo, como expediciones de observación a baja altura, envío de sondas de penetración desechables, instalación de satélites de observación continua polar y/o geoestacionaria, cuyos récords podrán ser recuperados en un segundo viaje de continuación del proceso.  Todo ello siguiendo la experiencia ya adquirida en el esfuerzo de exploración planetaria realizado en nuestro tiempo en nuestro propio sistema solar.  Todo ello le abrirá las puertas sin duda a posibles misiones de instalación posteriores, y a la implantación de servicios de transporte permanentes, de tipo anual o bianual.

Semejante “Boom” interestelar permitirá alcanzar al grupo de estrellas vecino a nuestro Sol, distante en promedio 11 AL, en los establecidos 2 años,  realizando siempre vuelos directos desde la Tierra.  La estrella más próxima, Alfa Centauro, está a un poco más de un año, y no a diez mil años, 10 milenios, como era el caso con la tecnología balística disponible hasta ahora, y ello remolcándonos en un cometa Oort acelerados previamente por periapsis solar.  Esta es la medida de la revolución por realizar. En un radio de 150 AL a la redonda podemos hallar al menos unas 50 estrellas “interesantes” para explorar inicialmente.

Ahora bien, la duración total del viaje solo dependerá del número de estrellas que deseemos explorar en cada vuelo, del número de astros al alcance en una región determinada, y de lo lejos que podamos penetrar. Pero, en todo caso, este nunca deberá ser superior a diez años, al menos inicialmente. Ello nos permite calcular el tipo de vehículos que deberemos desarrollar inicialmente para emprender este esfuerzo.  Las “flotas” de cruceros que deberemos “armar”, como ya lo sugerimos antes.

A la larga estos viajes nunca deberán ser superiores al promedio de vida activa de un humano, i.e., a 50 años en las actuales condiciones.  Algo que nos permitirá viajar muy lejos. A las antípodas de la galaxia al menos.  Esta será una ampliación espectacular del programa TAU,  que en un primer viaje de no mas de un lustro, nos permitirá hacernos a una idea muy precisa de lo que es posible encontrar, para planear misiones subsiguientes más audaces, más prolongadas. Esto es en principio la realización de las historias de Star Trek y el Enterprice.  

En el primer viaje ya será posible explorar estrellas tan semejantes a la nuestra como las del grupo Centauro,  o tan disímiles como Sirio, Barnard o el grupo de Ross.  Misiones posteriores de 25 años permitirán explorar otros brazos galácticos, y misiones de unos 60 años nos permitirían viajar al otro extremo, a las antípodas de la galaxia. Ello hablando siempre de misiones tripuladas por comandos de no más de 30 personas, inicialmente, nacidas y entrenadas en la Tierra.

Misiones robóticas inteligentes nos permitirán ir mucho mas lejos, sobretodo si logramos acelerar en esquemas de propulsión mucho más exóticos que el nuestro, con impulsiones próximas a la lumínica. Si logramos desarrollar un propulsor láser, por ejemplo, o uno de antimateria.  Ello nos abriría el camino de las galaxias, al menos de las más próximas, si queremos conocer los resultados.  Pero solo esquemas de ciencia ficción para nuestros actuales estados de conocimiento y progreso tecnológico –como los Warp Drives de carácter cuántico-relativista- nos permitirán intentar penetrar otras regiones galácticas del universo. Otros cúmulos. Qué tan lejos?  Solo la imaginación, como debe ser la pauta, nos impedirá parar.  Estos túneles de falso vacío nos deberán permitir, al parecer, abrirnos un camino a cualquier región del mismo. Cuál? Esto todavía es incontrolable…  Pero de ser real, seguramente lograremos dominarlo.  Ello nos permitiría abrir ese tipo de puertas que hoy están tan de moda, sin duda debido a estas especulaciones científicas, como la Star Gate, etc.

Pero para realizar nuestros primeros viajes interestelares, con vehículos a base de propulsores VPR alimentados por pilas nucleares de tipo termiónico, deberán armarse escuadrones –como ya lo sugerimos- de al menos tres vehículos para cada destino. Y ojalá convoys más numerosos, de al menos doce para las misiones principales. Puesto que para estas exploraciones se deberá pensar siempre en término de convoys y no de vehículos aislados, por simples razones de seguridad. La redundancia siempre debe ser la norma en misiones tripuladas de alto riesgo.  Y también en este caso, en misiones no tripùladas, por lo vital de la información que aportarán.  Escuadrones de tres naves intentarán las misiones más seguras después de realizada la primera exploración inaugural con un escuadrón de doce, como ya lo propusimos. Y ello para honrar tanto a Colón y la raza de descubridores de esa época,  como a los primeros caminantes de la Luna en nuestro tiempo. Misiones posteriores seguramente también honrarán a los primeros exploradores planetarios próximos a manifestarse, y a los mitos de la farándula planetaria de hoy, como Mr. Spck del Enterprise, o a los héroes de Star Wars. Para que su fuerza sagrada los acompañe.

Como todos estos vehículos estarán alimentados esencialmente por energía nuclear, cuyos generadores podrán operar durante décadas sin interrupción, superando ampliamente el nivel de autonomía exigido, la estructura y configuración de estos vehículos de extrema complejidad y gran tamaño, con sistemas de control totalmente autónomos, deberán estar debidamente protegidos contra los efectos no solo mecánicos sino dinámicos del viaje, y en especial contra los efectos relativistas del viaje a través de la barrera óptica.  Contra los posibles efectos cánticos que este tipo de vuelos debe generar, tanto en el vehículo en sí, como el medio “vacío” adyacente que atraviesa.

Y en especial, en los primeros vuelos de prueba, a los test de tipo relativista que deberá enfrentar, semejantes a los de los aceleradores de partículas en las experiencias de los laboratorios de alta energía ya existentes, descritos antes. Estos vehículos de prueba, de escala reducida, montados básicamente en laboratorios en tierra para ser probados en su fase final de ensayo en el espacio exterior, en condiciones reales, deberán sobretodo demostrar los sistemas de protección a los efectos cuánticos en seres vivos, no humanos inicialmente, por supuesto.

En especial ellos deberán estar protegidos contra las radiaciones materiales de alta energía que puedan penetrar su capa protectora, i.e., a la radiación cósmica, así como a la radiación de Cerenkov generada por el propio vehículo al “romper” la barrera óptica. Y ello con un escudo magnético de alta energía.

Una vez superada esta etapa, el vehículo deberá hacerse transparente a este tipo de radiaciones, y en general a todo tipo de estructura material, incluida la extremamente densa de las estrellas de neutrones. Tal vez la única estructura que puede representar peligro sean los fosos gravitatorios de los huecos negros más pequeños, muy difíciles de detectar en estas condiciones dinámicas en el frente de la trayectoria.  Pero ello habría que probarlo.

En general, el vehículo solo conservará su interacción con las radiaciones sin masa, en especial con la electromagnética (lumínica) y la gravitatoria general. Las cuales por el efecto de compresión de espacio-tiempo, serán apreciables en forma acelerada, i.e., permitirán observar eventos de espacio-tiempo, como los movimientos estelares y galácticos, de forma acelerada, más rápido a medida que el vehículo acelera. Y lo harán parecer más pesado por irradiar más gravitación, aunque la que capte a nivel cuántico deba ser la misma (su masa interna operacional no varía). Este es el componente de realidad a que equivale la paradoja del tiempo de Langevin.

Por supuesto, a velocidades sub-ópticas, estos vehículos bien pueden poseer captadores “eólicos” de radiación cósmica que retro-alimente su sistema principal acumulándola como electricidad o energía cinética. Pero una vez alejado de la barrera óptica estos captadores serán inoperantes.  En cambio, ellos pueden revertirse para emitir el escudo magnético en la fase del vuelo transóptico.

En general, estos vehículos deberán disponer de una distribución de espacio interno habitable, de tipo marítimo. Con grandes áreas de expansión para tripulaciones mas o menos numerosas, que inicialmente no deberán exceder los 120 individuos por vehículo, pero que después, muy rápido, pueden llegar a ser miles, los cuales deberán convivir por años, inicialmente quizás no más de cinco.  Aunque deberán estar equipadas y entrenadas para un período de al menos el doble. Estas operaciones equivalen en términos muy generales a las de un submarino inicialmente, y a las de un crucero atómico terrestre (un portaaviones) de hoy después.  Pero totalmente automatizado, y por ello con muy poca tripulación de base.  Los astronautas de la misión corresponderán a la alta oficialidad, y la demás tripulación al grupo de científicos y técnicos que realizará las labores de exploración y recolección de información en las zonas de destino.

Esta tripulación podrá ser por lo tanto muy heterogénea en procedencias, culturas, razas y de ambos sexos.  Pero su nivel de formación si será el más alto, dada la complejidad y variedad de actividades por realizar. Dicha tripulación deberá estar pues idealmente compuesta por representantes de las diferentes nacionalidades aportantes al desarrollo espacial global, y en especial al proyecto en desarrollo específico, así como idealmente, por representantes de otros tipos de actividad humana no básicas, pero de calidad excelsa y manifiestamente interesados en participar.  Y ello no solo de carácter técnico o científico, sino también e.g., artístico o humanitario, como

grandes músicos o escritores, periodistas y cineastas, pintores y escultores, poetas y fotografos, que idealmente no deben faltar a semejante cita para registrar los hechos más relevantes, como grandes artistas plásticos.

Solo imaginad por un momento lo que podría hacer un gran compositor en momentos de máxima tensión, para distender los ánimos e inspirar a los técnicos y científicos en la primera aproximación a Sirio, por ejemplo, cual un Stravinsky estrenando un gran concierto en pleno asedio a Leningrado, o un gran pianista animando con sus conciertos a sus  compañeros de infortunio en el gueto de Varsovia.  Por supuesto, artistas de música popular tampoco deberá faltar, como un Pink Floyd celebrando la caída del muro de Berlín, para aliviar la desconexión a Tierra.  Estos artistas bien podrán sentar en sus lienzos, en sus cintas y en sus esculturas o en sus páginas, o acompañar con su música los momentos más sublimes y más traumáticos de la expedición, que con toda seguridad, también los habrá.

Por supuesto, una tripulación tan numerosa tendrá que ser forzosamente mixta, y aunque el respeto a la intimidad deberá estar debidamente garantizado, el derecho a la procreación deberá estar restringido, al menos inicialmente, en las primeras misiones.  Lo que no ocurrirá en las estaciones orbitales y bases planetarias pioneras  O en las Biosferas viajantes gitanas, sin interés en el retorno.  Todas ellas deberán engendrar su generación de gigantes, i.e., de niños engendrados, nacidos y criados en el espacio. Aunque la gravedad artificial tenderá a disminuir el gigantismo, esta es una característica que marcará a estos pioneros incapaces de habitar normalmente nuestro mundo.

Así, al poder explorar de cerca otras estrellas, nos aproximaremos al fin a la solución de uno de los mayores enigmas que hoy inquietan y fascinan a la humanidad.  El de saber que tan solos estamos en el universo.  Que tan extraordinaria es nuestra raza de mamíferos vertebrados hipercerebrados., y la civilización que crearon. Qué tan única es la evolución de especies vivas mayores, y la evolución de sistemas planetarios en general. El solo hecho de poder comparar los tipos y variedades de desarrollos astrofísicos que desarrollan diferentes estrellas, en dependencia de su edad, tamaño y procedencia, y de su densidad en el ámbito estelar que la acompaña, o sea la naturaleza, tamaño y complejidad de los sistemas planetarios que engendra en dependencia de dichos parámetros estelares, como la presencia de estrellas masivas, dobles o múltiples,  muy antiguas o mas jóvenes, los tipos y estructuras planetarias y satelitales creados, y en dependencia de dichas variables, la posibilidad evidente de engendrar vida, todo ello es de por sí ya muy revolucionario.

El observar sus organismos vivos, si finalmente los hallamos, poder estudiar  las formas y niveles de evolución que ellos hayan logrado desarrollar, con patrones equivalentes o distintos al nuestro, y en especial, los tipos y formas de evolución de seres inteligentes, i.e., altamente móviles, que hayan podido evolucionar, a todos los niveles, es de por sí fascinante. Ello excluyendo, por supuesto, cualquier tipo de contacto directo, no solo con seres vivos de cualquier naturaleza, sino sobretodo, con los más evolucionados, y ello hasta que no logremos comprender bien su estructura genética variacional, y su posible compatibilidad con la nuestra, para evitar sobretodo una infección de su ambiente, y no solo el nuestro, que puede ser potencialmente catastrófico para ambos, como hoy es extensamente comprensible.

Ello excluyendo, por supuesto, cualquier tipo de contacto con civilizaciones extraterrestres inferiores, algo que nunca deberemos intentar así hayamos comprendido suficientemente su estructura genética y su nivel cultural, si queremos preservarlos, permitirles evolucionar a su propio ritmo, desarrollar su propia ciencia, y sobretodo su propia cultura, hasta que logren un nivel compatible con el nuestro.

Después que venga la tormenta, que los contactos culturales entre “humanos” siempre engendran tormentas, como la historia sobretodo reciente de nuestra humanidad, de la distensión de la guerra fría, tan extensamente lo demuestra.

De todas formas, en el estado actual de nuestra comprensión de la estructura y evolución del universo, tal como han sido planteadas en este libro,  ya no nos es posible descartar racionalmente esta posibilidad futura, a todos los niveles. Tanto como exploradores de formas inferiores, en aventuras muchísimo  mas riesgosas y complejas que las experimentadas por los conquistadores pioneros del Nuevo Mundo de hace ya mas de quinientos años, sino también como explorados, si hemos de dar crédito a lo establecido por los analistas del fenómeno Ovni (a los científicos, como J. Allen Hynek) ([6]).  Algo no menos aventurado, incontrolable, y sobretodo impredecible para nosotros, por sus consecuencias.

Por lo pronto, para las primeras salidas, aunque por la naturaleza misma del viaje cualquier control directo desde Tierra esté totalmente descartado, ello no implica la imposibilidad de establecer una red automática de satélites de observación implantada en los astros de mayor interés, como ya lo sugerimos aquí, en cada sistema estelar explorado. Ellos deberán ser capaces de producir, almacenar y analizar dicha información,  para clasificarla por categorías de interés e importancia, y proveerla a las misiones subsiguientes, que deberán recuperarla y traerla a Tierra periódicamente.

Por supuesto, dichas redes deberán ser automáticas, pero podrán ser servidas y mantenidas, sobre todo en eventos de emergencia, por las tripulaciones de cruceros que se encuentren en el área, circunstancia que con el tiempo será más permanente, en  la medida que se establezcan y desarrollen bases de operación, orbitales y planetarias, en el sistema estelar en observación, las cuales deberán ser relevadas con cada nueva misión, y cuyo regreso a Tierra o no, podrá ser una decisión tomada para cada tripulante, según su solicitud, de acuerdo a la evolución de su proyecto de investigación.

Ello además de toda la inmensa masa de información que deberá recolectar cada misión en sí, lo cual permitirá desarrollar una verdadera red activa de exploración estelar dedicada, especializada, en cada sistema específico ya alcanzado. Y ello en todas las disciplinas involucradas, de astrofísica, geodesia, meteorología, geología, ecología, físico-química, bioquímica, biogenética, biología, e incluso, probablemente, al menos en algunos casos, antropología, etnología, arqueología, o cibernética extraterrestres, incrementando inmensamente nuestra comprensión de estos procesos, al poder compararlos, con el desarrollo de nuestra civilización estelar, no ya entre dos, tres, cinco o diez modelos, sino entre cientos de ellos en los diferentes sistemas estelares explorados, para poder establecer así, con cierta certeza, que tan frecuente es el desarrollo biogenético de la evolución estelar, que tan extraordinaria es su evolución hacia seres superiores dotados de movilidad y de conciencia, y que tan densa puede llegar a ser la presencia de civilizaciones avanzadas de tipo planetario o estelar, que tan diversas los tipos de tecnologías que podemos esperar, y finalmente, que tan solos estamos en el universo.

Todo ello abrirá las puertas al establecimiento y desarrollo de hábitats o células de implantación humana permanente en cada sistema planetario habitable que encontremos, una vez bien comprendido, iniciando así la lenta pero ineluctable propagación de nuestra especie, y con ella, de nuestra propia biodiversidad, de nuestra civilización, de nuestras propias vivencias culturales, múltiples, abigarradas, plurivalentes, por toda la galaxia.

Hasta dónde llegaremos?  Ello solo depende de la evolución de nuestra propia tecnología de transporte. O sea, de la autonomía de crucero que seamos capaces de desarrollar, y por lo tanto, de nuestra capacidad de penetración.  Ello mientras no descubramos que los túneles de falso vacío, que los atajos cuánticos, son o no posibles.  Una vez rotos los supuestos parámetros paralizantes de la relatividad, nada nos podrá detener en este avance.

Misiones de una o dos décadas nos permitirán explorar sectores enteros de nuestra galaxia. Misiones de cinco o seis décadas nos permitirán explorar la galaxia entera. Misiones más audaces con técnicas de regeneración o hibernación humana, o totalmente automáticas, robóticas, nos permitirán acelerar más y viajar mucho más tiempo, para alcanzar otras galaxias, para explorar por ejemplo, los cúmulos más próximos, o nebulosas y grupos galácticos enteros, comos Orión, las Cefeidas, las Pléyades, o salir del plano de la geodésica de espacio-tiempo de nuestro universo, para explorar el Nirvana, en busca de los universos “paralelos” al nuestro, por ejemplo, simétricos, pero externos. Para tratar de observar al menos cualquier otro tipo de universos, y sobre todo, para tratar de observar al nuestro “desde fuera”, desde un posible parámetro externo.

En semejantes condiciones, tal vez, ahora sí, la mano nos sea dada por civilizaciones superiores dispuestas a cooperar o a socorrernos.  Quizás por razones de convivencia y buena vecindad, como en cualquier aldea humana ancestral.

Porque si de algo podemos estar seguros, después de haber observado extensamente el universo, y lo que implica el lograr explorarlo, en este libro, es que a este nivel, las civilizaciones que han alcanzado un grado de desarrollo estelar, no tratarán nunca de agredirse o “conquistarse” a la manera de nuestros relatos de ciencia ficción modernos. No habrá nunca ninguna Guerra de Galaxias  ni civilizaciones foráneas que puedan amenazarnos.

El respeto a la vida, a la ciencia y a la cultura características de una civilización debe ser un principio tan básico, como el que nos impulsa a nosotros a conservar nuestros propios tesoros más preciados. Y nuestras más amadas creencias. A este nivel, jamás intentaremos violarlos.

Ello nos permite concluir, contrariando cordialmente a Jaques Monod, que no estamos solos, “en la inmensidad indiferente del universo”, aunque hallamos surgido por azar.  Sino que formamos parte de un proceso único de co-evolución de nuestro propio universo, al cual nos deberemos integrar.

El ser vivo es el tesoro máximo de la creación, y solo cuando viajemos a las estrellas podremos apreciar cuan único es.  Y su civilización con más razón es inapreciable y única.  Si logramos gozar o no de la Eutimia de Demócrito que aquí en la Tierra se traduce en nuestra lucha perenne por unas condiciones cada vez mas universales de bienestar, de libertad y de felicidad, como lo proponía el emperador Adriano, ello seguramente no tardará en surgir allá, en esas nuevas aldeas humanas interplanetarias y estelares que seguramente no tardarán en reclamar su libertad, en constituirse en comunidades autónomas, y en competir por el control de su propia identidad, por una “nacionalidad”.

Ojalá ellos tengan la generosidad que tanta falta le ha hecho a nuestra atormentada –por excluyente- humanidad actual.  Y sobretodo, ojalá manifiesten claramente su comprensión de cuán única y cuán irrepetible es la base biológica, etnológica y cultural desarrollada en nuestra Tierra ancestral, pues, sin ninguna duda, más que nadie, ellos la venerarán.

Como lo dijo Sir James Jeans hace ya cien años, “nosotros vivimos en los albores del tiempo. Hemos venido a la existencia en la gloriosa época de los comienzos, y un día de una impensable longitud se extiende ante nosotros, brindándonos oportunidades inimaginables de realización. Nuestros descendientes de esas edades lejanas, observando hacia atrás, a este tiempo lejano de dicho comienzo, verá nuestra época como el nebuloso amanecer de la historia humana, y a nuestros contemporáneos como figuras heroicas que lucharon a su manera, a través de la jungla de la ignorancia, el error y la superstición, para descubrir la verdad.” ([7])

Solo el contribuir en algo a construir el delicado y complejo edificio de ese monumento máximo que es esa Verdad, es lo que nos ha impulsado a aspirar a permanecer en estas páginas, como el arco y la lira de Heráclito, o como el rayo de luz que penetra en la noche insondable del tiempo que nos recordará.  Como ese destello de estrella que le inspira sentimientos de admiración y respeto a quien la sabe contemplar, a la mente inquisitiva de quien sabe interrogarse y se atreve a asomarse a la universalidad.  Solo entonces podremos ser ese rayo de luz que ilumina en la noche insondable a distancia, a quienes lo quieran contemplar. Y nosotros desde aquí y ahora, les agradecemos gustosos y complacidos el título de humanidad que esos descendientes iluminados nos quieran otorgar. Solo entonces podremos ser “eternos”, y a la manera clásica, seremos “divinidad”.

Mario Guillermo Acosta

Bogotá, Octubre 17 de 2005

2005 ® MARIO G ACOSTA, DERECHOS RESERVADOS

CIFRA DOC. # 095 – 2005


[1] Carl Sagan et al., “El frío y las tinieblas: el mundo después de una guerra nuclear”, Madrid, Alianza, 1986.

[2] Report of the Synthesis Group on America’s Space Exploration Iniciative : “America at the Threshold”, Superintendent of Docs., US Gov. Printing Office, Washington, DC, 1991.

[3] Ver la página web de 1000 Planets, y de la National Space Society de EUA, así como la de ESA y de  la International Space University europea.

[4] Golden, Frederick, “Colonies in Space: the Next Grand Step”, New York, 1977.

[5] E. E. Hall, “The Brick Moon”, Boston, 1870.

[6] J. Allen Hynek, “Les Objects Volants Non Identifiés: mythe ou réalité?”,  Belford, Paris, 1974. No olvidemos, que en principio, el descubrimiento del efecto retro-rotatorio se debió al análisis hecho por mi padre de la descripción de un fenómeno de este tipo, cuyo desarrollo lo volvió especialista en el tema.

[7] J. Jeans, Op. Cit.  ().

PROPULSIÓN RETRO-ROTATORIA (RTR): INTRODUCCIÓN DE CONCEPTOS

 

 

 

I PARTE : 

INTRODUCCIÓN A LA

PROPULSIÓN

RETRO-ROTATORIA

EL RETORNO DEL SAMSARA

O DE LA SAGRADA RUEDA ESPACIAL

 

Por Mario Guillermo Acosta – Cifra

CIFRA DOC. CFR# 095-2005/ 08

 

 

a.  Introducción

 

Según el Prof. Jack Kerrebrock, ex-decano de la facultad de Aeronáutica y Astronáutica del MIT ([1]), “ningún sistema propulsor puede producir empuje sin a) reacción sobre un medio externo, o b) eyección de masa. “  Esto por supuesto, en el estado prevaleciente de progreso tecnológico en ese momento. 

 

En el primer caso, la propulsión se ejerce actuando sobre el aire, el agua o el suelo, por medio de turbinas, hélices, velas o ruedas, que hoy son accionadas en forma activa básicamente con motores de combustión interna.  En ellos el vehículo se sustenta en el medio que lo soporta, por medio de alas, ruedas, cascos flotantes o globos aerostáticos, sin ningún aporte de energía complementario. Algunos esquemas más complejos se sustentan también en forma activa, como los helicópteros, los aerogiros, los aerodeslizadores (o Hoovercrafts, sobre colchones de aire), y los trenes Maglev (sobre colchones magnéticos). Otros lo hacen de forma alternativa alterando su configuración aerodinámica, como los aviones Harrier británicos.

 

En el segundo esquema, los cohetes son el único sistema práctico que desarrolla sustentación y propulsión activa en forma simultánea eyectando masa, para operar en forma totalmente autónoma, sin apoyarse en ningún medio externo. 

 

Este esquema está basado –como casi todos los sistemas básicos- en un invento chino muy antiguo, el “volador” de pólvora, y por ello se desarrolló inicialmente utilizando propelentes químicos secos, e.g., el cañón.  La utilización de propelentes líquidos ([2]), permitió desarrollar la moderna cohetería de misiles y de lanzadores espaciales, e incluso asociada al diseño más avanzado del avión, permitió crear lo que se llamó en los inicios el “avión cohete”, hoy más conocido como el avión espacial, que en su versión más avanzada constituye lo que todos nosotros conocemos hoy como la Lanzadera Espacial Americana, o Space Shuttle.  

 

Este esquema ha servido también para producir lanzadores de bajo costo, como el famoso “Space Ship One”, el primer lanzador hecho con “bajos” presupuestos privados, que alcanzó la ionosfera hace apenas un año, ganándose el famoso X-Prize del Espíritu de San Luis en EUA.

 

Otros esquemas más complejos permiten utilizar aceleradores magnéticos para impulsar cohetes en la primera etapa, (e.g., en el Japón), o expulsar electrones o materia ionizada (propulsión de plasma, desarrollada inicialmente en Rusia), producidos por un pequeño reactor nuclear, en vez de químicos, para vehículos ya en el espacio exterior, e.g., el propulsor magneto-hidro-dinámico (MHD), llamado también propulsor eléctrico, hoy plenamente desarrollado por los europeos; o en el esquema más avanzado, aún por construirse, para utilizar el enorme potencial de la reacción materia-antimateria (propulsor de antimateria de alta potencia), ideado para viajar en especial al espacio profundo, hacia las estrellas, en vuelos de muy largo alcance con propulsión permanente sin propelentes, con el cual seguramente será posible desarrollar velocidades de crucero muy próximas a la lumínica. 

 

Un último desarrollo en este sentido es el de utilizar un haz de rayos láser para actuar sobre un espejo que impulse a un vehículo adscrito a él.  Este esquema en fase experimental en EUA (se trata en esencia de lograr ejercer una acción mecánica efectiva de impulsión sobre una superficie incidente sin destruir el objeto ni obtener tan solo la clásica reflexión óptica), permitirá colocar pequeñas cargas útiles en órbita impulsándolas desde la superficie terrestre –en una zona cercana a la línea ecuatorial- por una serie de  complejas instalaciones que alimentarán un cañón  láser, y que por supuesto, podrán ser utilizadas repetitivamente en forma indefinida, convirtiéndose en la práctica en un verdadero “ascensor” al espacio.

 

Ya en el ámbito espacial exterior, existen esquemas inertes de impulsión muy ingeniosos que han sido ya desarrollados, como el de Téteres, o de transferencia de momentum, un intercambiador  de órbita que por medio de la fuerza de Corolis, desarrollada por un par de masas de diferente calibre que rotan ligadas por una cuerda conectora. Ello hace de dichos téteres otro tipo de ascensor exterior, para transferencia entre orbitas de diferente nivel.  

 

Se ha propuesto además, otro tipo de sistemas inertes, como los de velamen solar basados en aprovechar los vientos de partículas eléctricas cargadas producidas por el Sol, que continuamente surcan el espacio interplanetario intrasolar hacia el exterior, hacia la heliopausa, en oleadas regulares de tipo “tormentoso”. La impulsión continua así producida sería muy pequeña, pero su acción permanente la hace muy atractiva en este ámbito.

 

Otros esquemas más exóticos, de tipo cuántico, hacen pensar que utilizando ciertos efectos de carácter relativista, podríamos lograr transferencias en el espacio-tiempo sin recorrer físicamente las distancias geodésicas –utilizando los “túneles” producidos por las torsiones supersimétricas de falso vacío, por ejemplo, como los “Worm holes”. Lo cual nos permitiría viajar a otras galaxias en tránsitos “aceptables” para nuestro promedio de vida humano vigente hoy día, e incluso a otros cúmulos galácticos lejanos, violando básicamente las leyes de la física actual, para no durar eones en el tránsito, si ello fuese posible por medio de “Warp drives”. ([3])  No olvidemos que para viajar a la estrella más próxima a nuestro Sol, Alfa Centauro, con el sistema de cohetes vigente hoy, tardaríamos al menos 10 mil años… y ello aprovechando la impulsión gravitatoria aportada por los planetas gigantes exteriores y por el propio Sol.

 

Pero en realidad, la única técnica práctica que hoy disponemos para viajar al espacio es la cohetería. Esta está basada esencialmente en la aplicación repetida de la tercera ley de Newton, de acción y reacción, de carácter lineal, abierto –no cíclico- la cual actúa contra la gravedad directamente, desarrollando sustentación y propulsión al mismo tiempo.  Ello genera una demanda de propelentes tan enorme, que para efectos prácticos, en especial para utilizarla como lanzador espacial,  ha sido necesario restringir de forma muy severa el tiempo de impulsión, y por lo tanto el volumen y la masa de la carga útil transportada.

 

Ello debido básicamente a que en la medida que la carga útil aumenta, la masa propulsora debe aumentar también, pero exponencialmente, lo cual hace imperativo estratificar los impulsos en varias etapas, haciendo que los vehículos resulten ser extraordinariamente complejos y costosos, además de enormes. Ello restringe a su turno proporcionalmente nuestra capacidad de acceso efectivo al espacio exterior, el tamaño de la carga transportable, la duración de los períodos de tránsito, y por lo tanto, la flexibilidad, confiabilidad  y eficiencia del sistema de transporte así proveído.

 

Por ejemplo, el trasbordador espacial Americano, la máquina más compleja y costosa jamás construida por el hombre, que es capaz de colocar unas 100 TM de carga útil a unos 300 km de altura, en promedio, a un costo operacional –también promedio- de unos 20 KUSD/kg de carga útil, posee un índice de impulso específico de “solo” unos 465 segundos, promediando sus índices a baja y gran altura.  Este índice es por supuesto, muy superior al logrado con cohetes desechables, los cuales nunca han superado  la barrera de los 100 segundos individualmente.  El trasbordador sirve en esencia para realizar operaciones de lanzamiento, orbitación y reingreso activo, conservando siempre los componentes de equipo más sofisticados y costosos, para hacerlo de forma repetitiva en ciclos de operación que pueden llegar hasta 50. El aterrizaje, que se hace planeando, prácticamente no cuenta desde el punto de vista de consumo de energía.

 

Debido a las restricciones de dicha configuración, en treinta años de operación –con un extraordinario esfuerzo tecnológico y económico- apenas hemos logrado escapar a la gravitación terrestre, y acceder en forma regular al área comprendida dentro del radio de acción de los primeros 600 km de altura alrededor de nuestro planeta. ([4])

 

Regresar a la Luna –después de 30 años- y viajar a Marte, sobretodo para quedarse, parece todavía empresa de titanes posible de emprender solo aunando los esfuerzos combinados de todas las potencias espaciales de nuestro tiempo “post-industrial”, Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China, India, Australia, Japón, Korea y Canadá, e incluyendo también a algunos otros nuevos incursionistas que seguramente tratarán de participar, como Brasil, México, la Argentina, Chile y Colombia, en Latinoamérica, e Israel, Ucrania, Sudáfrica, Turquía, Pakistán, Malasia, Dubai, Arabia y algunos otros países emergentes con capacidad económica y/o excedentes monetarios que quieran aportar.  Y ello siguiendo la pauta establecida ya para la instalación y operación de la Estación Espacial Internacional –el primer esfuerzo cooperativo post-guerra fría logrado en este ámbito- pero hoy ya muy retrasado y aún en fase de construcción, con graves problemas de suministro debido al accidente del Columbia. 

 

Regresar pues a la Luna lo lograremos al parecer, después de 50 años de haber dado ese “pequeño paso” de gigantes de Amstrong, y de sus primeros doce compañeros  “caminantes” lunares  humanos.  Hoy está claro que para volver allá y para viajar a Marte, será necesario desarrollar en primer término la máxima capacidad de lanzamiento a órbita de baja altura de que seamos capaces. Ello con vehículos en el rango de las 250 TM de carga útil, a órbitas de 300 km.  Y con propulsión química, reviviendo de ser necesario el lanzador Apolo V y potenciando el Protón ruso, al parecer, todavía, los lanzadores más eficientes jamás construidos, desde el punto de vista de la racionalidad de costos.

 

Además, para el viaje al espacio profundo desde una órbita de baja altura, en especial para ir a Marte, deberá desarrollarse la tecnología de propulsión nuclear térmica (la de eyección de iones), la más eficaz según estos parámetros, y la eléctrica (MHD) potenciada, como opción posterior, logrando tránsitos muy “rápidos”, del orden de unos 10 meses a las distancias medias más cortas posibles. 

 

Pero para ello será necesario además, desarrollar las técnicas de soporte básico, específicas para cada tipo de propulsor y para cada aplicación: de motores avanzados para propulsores químicos, eléctricos y nucleares de la configuración deseada; de lanzadores independientes de carga y de pasajeros con vehículos apropiados; de transbordadores orbitales y cruceros de largo alcance, interplanetarios; de generadores electro-nucleares de alta capacidad –en el rango de los multimegavatios-, de productores y proveedores en órbita de combustibles criogenizados; del diseño y desarrollo de la robótica necesaria para el montaje en órbita de superestructuras permanentes; de la estandarización de estas con sistemas de acoplamiento automático, de la estandarización de sistemas de habitación orbital “migrantes”, transferibles entre diferentes instalaciones ya en uso (que es una propuesta nuestra), de sistemas de inteligencia artificial, realidad virtual y telepresencia para operar vehículos y sistemas automáticos a distancia en tiempo real.

 

En fin, del desarrollo de sistemas de exploración y explotación de minería espacial –en los asteroides cercanos- además de la lunar y marciana, por no hablar de Mercurio o Titán,  con sus correspondientes plantas de extracción, beneficio, refinación y producción de materiales básicos, y el desarrollo posterior de la manufactura en microgravedad o planetaria específica de productos intermedios y terminados, y ello incluyendo por supuesto, la serie de vehículos de carga y de transbordo (cargadores, elevadores, almacenadores, transferidores orbitales, propulsores de gran capacidad volumétrica, etc.) que deberán transportar los productos de base o terminados a su destino final, especializados para cada caso, ambiente  y tipo de aplicación.

 

Y de la instalación de toda la red de servicios básicos que hará posible el desarrollo de estas actividades, y en especial, la de habitación humana prolongada en instalaciones con capacidad inicial en el rango de los miles de habitantes permanentes, siguiendo la configuración de los cruceros marítimos y submarinos –dotados con pilas nucleares de potencia en las aplicaciones por fuera de las órbitas terrestres e intrasolares de baja altura mas importantes- cuyo diseño deberá corresponder a los de mayor capacidad de hoy, dotados además de gravedad artificial. 

 

Desde luego, la implementación de semejante programa de desarrollo, apenas esbozado aquí en algunas de las tecnologías clave más importantes –sin hablar de materiales básicos ni componentes estandarizados-  parece ser a todas luces abrumadora. Ello es lo que ha demorado más el desarrollo efectivo de la industria espacial en estos primeros 50 años.

 

Pero en ella, la tecnología clave resulta ser el desarrollo de propulsores especializados, diseñados para cada tipo de aplicación, e.g., para lanzadores planetarios de carga pesada o frágil y de pasajeros, para vehículos de transferencia orbital de corto alcance, para el control de estaciones orbitales permanentes, para impulsar cruceros espaciales interplanetarios en viajes de duración prolongada, dotados de gravedad artificial, para la propulsión automática de vehículos cargadores de gran capacidad entre las diferentes bases de extracción, procesamiento y almacenamiento, y su transporte a destino final.

 

Esta es pues la industria de punta que deberá hacer el mayor esfuerzo de desarrollo y cambio tecnológico, de tipo tanto evolutivo, mejorando los sistemas existentes, como revolucionario, creando nuevos sistemas que impliquen cambios radicales de diseño, nuevos esquemas de aplicación, y reducción radical de costos, ampliando sobre todo nuestra capacidad de penetración y utilización de este nuevo ambiente operacional, de esta Nueva Frontera, como la llamara JFK. 

 

Para lograr ello ya se han creado en Europa y EUA nuevos laboratorios de punta dotados de las máximas especificaciones y con enormes presupuestos, dedicados a explorar nuevas ideas sobre propulsión espacial, y en los últimos diez años, en especial desde 1998, se han lanzado convocatorias mundiales para recoger todas las ideas disponibles que han emergido en este campo. Ello condujo a NASA a establecer el nuevo laboratorio de propulsión espacial (el PRC) en el Marshall RC, ([5]), y en Gran Bretaña, la British Aerospace Systems, dirigida por el Dr. Ron Evans, también ha establecido un programa con propósitos semejantes, además de la investigación básica realizada por ESA.

 

El resultado de este esfuerzo, hasta el presente, ha sido más bien ambivalente. Aunque por supuesto si hay muchas ideas nuevas (ya “todas” están perfectamente catalogadas y clasificadas), ninguna permite prever el tipo de cambio tecnológico práctico e inmediato que se requiere. ([6])

 

La propulsión resulta ser por ello, la tecnología que requiere el mayor esfuerzo de innovación y cambio estratégico, si se quiere obtener una racionalidad de costos basada en especial en la abolición del uso exclusivo de combustibles químicos, hoy ya imperativa para los viajes interplanetarios (esta será reemplazada por la propulsión electronuclear), y la abolición del esquema de lanzadores verticales, contra la gravedad, en especial para el transporte de pasajeros, reemplazándolo por el avión espacial, si este se potencializa y se termina, algo que todavía está por verse ([7]).

 

Pero lo fundamental, si se desea lograr propulsión continua en el espacio exterior sin consumir propelentes, si queremos incorporar efectiva y permanentemente a nuestro sistema solar interior y exterior a la prodigiosa actividad que la humanidad está llamada a desarrollar en él en los próximos siglos, a todos los niveles, reduciendo radicalmente los costos, es necesario transformar el esquema “lineal” prevaleciente hoy, y desarrollar un sistema cíclico, i.e., de impulsión permanente por transformación operacional de energía cinética, como nuestro nuevo propulsor Retro-Rotatorio, que al transformar la energía del momentum rotatorio acumulado en el propulsor, lo “consume” transformándolo en impulsión lineal de forma permanente y controlada, durante el vuelo. Un captador “eólico” recuperaría la energía cinética lineal acumulada, retroalimentando el sistema. En el espacio exterior profundo, las ya conocidas “alas solares” podrían desempeñar la misma función, si el vehículo no desarrolla velocidades próximas a la lumínica. En tal caso el captador podría ser de tipo magneto-hidro-dinámico. ([8])

 

En esencia, en este nuevo sistema no vamos pues a eyectar masa, ni a actuar sobre ningún medio externo, sino que vamos a consumir la energía cinética acumulada en un volante de inercia para transformarla en impulsión efectiva y permanente durante el tiempo de la transferencia, por medio de un nuevo motor eléctrico de propulsión que tiene el potencial de transformar parte de la dicha energía acumulada ([9]) en traslación.  Los motores primarios deberán mantener solo el excedente de la rotación operacional transformable. Y la carga propulsora dependerá esencialmente por lo tanto, de la carga rotatoria acumulada, i.e., de la masa inerte del volante, y de la velocidad tangencial desarrollada por retro-rotación, i.e, del momentum acumulado en forma de energía cinética.  

 

Algo que, como vemos, es afanosamente buscado en todo el mundo por los especialistas en el tema. Y que por supuesto, es muy revolucionario, pues tiene el potencial de transformar totalmente esta industria.

 

El esfuerzo para desarrollar este nuevo propulsor parece insoslayable para quien quiera asegurarse un liderazgo efectivo en el logro de las metas inmediatas propuestas. Para poder participar en el próximo establecimiento humano en la Luna y Marte, en el inmediato desarrollo de actividades económicas en el espacio, en especial la  producción de materiales básicos desde las nuevas fuentes “infinitas” de materias primas que los asteroides nos ofrecen, y también la Luna y Marte, los satélites de los planetas gigantes como Io, Titán y Europa, y los asteroides del cinturón Kuipper, para no hablar de los del cinturón Oort.  

 

Entre ellos el Helio3, un combustible exótico, pero muy poderoso almacenado durante eones en la superficie Lunar, y muy seguramente en todos los planetoides sin atmósfera o cualquier otro tipo de actividad superficial importante, relativamente próximos a nuestro Sol. Dicho isótopo de Helio podrá ser utilizado para reemplazar el hidrógeno, la hidracina, o cualquier otro tipo de combustible “avanzado” que deberemos utilizar para alimentar los motores primarios que impulsarán las primeras generaciones de moto-generadores primarios térmicos de los propulsores VPR eléctricos, que impulsarán los nuevos vehículos que desarrollaremos con base en este nuevo principio, para viajes en especial de corta duración, con autonomías de vuelo de horas, inicialmente no más de 48. Lo que con propulsión permanente nos puede llevar directamente desde la Tierra hasta los planetas interiores más próximos. Algo por supuesto, también muy revolucionario, que veremos en detalle más adelante.

 

La propulsión Retro-Rotatoria permanente pretende pues facilitar este cambio tecnológico estratégico, que como vemos puede ser muy radical, e implica en sí una opción totalmente nueva –solo posible de discernir gracias a nuestra nueva física Retro-Rotatoria- y que consiste en ofrecernos un tercer esquema básico de propulsión, basado en el consumo no ya de masa sino de energía cinética, y sin actuar directamente ni soportarse en ningún medio externo. Este esquema nos permite pues desarrollar un motor eléctrico de propulsión directa, un nuevo tipo de motor eléctrico hasta ahora no previsto por nadie, basado en la aplicación de nuestro principio propulsor a un sistema de volantes de inercia, por ello llamados por nosotros Volantes de Propulsión Retro-Rotatoria (VPR).

 

 

b. El propulsor VPR.

 

En qué consisten pues estos volantes propulsores?    La configuración de estos VPR ideada por nosotros, implica en sí una idea revolucionaria, pues permite construir por primera vez, un motor de propulsión electrodinámica permanente, extendiendo al área de motores de propulsión, la inmensa experiencia adquirida por la actual electrotecnia.

 

Además, por poseer un diseño básico híbrido, de moto-generador + retro-propulsor, permite también aplicar en el espacio exterior toda la inmensa experiencia ganada por la industria automotriz, y en especial, la técnica de punta de motorización con alimentación a base de hidrógeno, en la cual las pilas de combustible serán un elemento clave. 

 

Finalmente, en un diseño híbrido también muy revolucionario de nivel aeronáutico, el permite asociar estos propulsores Retro-Rotatorios a turbinas a reacción como captadoras eólicas, para desarrollar un nuevo tipo de avión, el avión “eólico”, un concepto totalmente nuevo que le permitirá evolucionar a esta industria a estándares de operación mucho más eficientes, y sobretodo, que nos permitirá revolucionar el esquema del avión espacial, permitiéndonos desarrollar uno de despegue horizontal, como veremos enseguida, haciéndolo accesible de forma definitiva a todos los destinos primarios de utilización en la zona interior de nuestro sistema solar, desde los principales “Hubs” aeroportuarios globales existentes ya en el mundo. Algo inesperado, pero muy deseable, en especial para su desarrollo rápido a corto plazo.

 

Todo lo cual implica al tiempo, a largo plazo, la posibilidad de abolir completamente la utilización de lanzadores verticales y toda la tecnología basada en eyección de masa, en especial con propelentes químicos, con sus inmensos costos y complejidad creciente, en la totalidad de la industria de transporte espacial, Algo como hemos visto, también muy esperado, que le permitirá a esta industria desarrollar una estructura de costos y racionalidad operacional de tipo aeronáutico, y por lo tanto, con acceso a un público mas de acuerdo con los estándares prevalecientes hoy, ajustados por supuesto, al estándar espacial, en el nuevo ambiente que esta nueva estructura de oferta y demanda de transporte aeroespacial permite prever.

 

En principio, como dicho, la configuración de estos nuevos propulsores de momentum se refiere al desarrollo de sistemas híbridos de moto-generador / retro-propulsor. Ella consiste, en la configuración aeroespacial, en el montaje de un motogenerador reluctante de clase aeronáutica, acoplado al eje de cada reactor principal, el cual alimenta a un retro-propulsor principal compatible: un volante de propulsión retro-rotatoria, o Retro-Rotor, de clase aeroespacial, i.e., diseñado para operar bajo el estándar de impulsión de lanzadera espacial terrestre con un sistema de generación híbrido, i.e., con alimentación eólica en la fase endoatmosférica, y alimentación alternativa servo-motriz en régimen exoatmosférico.

 

Para que ello sea posible, el volante de cada propulsor principal debe tener un tamaño estimado de 3 m de diámetro, y debe ser capaz de rotar a <48,000 rpm, desarrollando una impulsión en el rango de los 16,000 kgm/s en forma permanente (con índice de impulso específico medido ya no en segundos sino en horas, no menos de 5 en los modelos más básicos), para una velocidad tangencial final mínima de 11 km/seg

 

Algo que por supuesto, exige aplicar los últimos adelantos en elaboración de materiales compuestos, a base de metales amorfos de alta densidad, paramagnéticos en la parte activa, como el cobalto-samario, con estructura laminar monitoreada a nivel atómico, el cual por resistir altas temperaturas y tensiones sin pérdida magnética, es capaz de soportar la carga rotatoria radial extrema evitando el nivel de fundición, y la carga tangencial de propulsión sin deformarse. El anclaje axial del eje del volante, que actúa a su vez como el rotor sólido del motor homopolar, deberá ser de sustentación magnética con control antivibratorio digital de fase, y soporte reforzado capaz de transmitir las cargas asimétricas asociadas a la propulsión a la totalidad del vehículo.

 

Por supuesto, para aplicaciones puramente exoatmosféricas de corto alcance, semejantes especificaciones extremas no son requeridas, sobretodo si se trata de viajar entre destinos específicos de servicio, e.g, para transferencias entre órbitas terrestre y lunar, o equivalente en cualquier otro ambiente, o para realizar labores de patrullaje y monitoreo, servicios de emergencia, o de limpieza, con cruceros pequeños de max. 5 pasajeros y pequeña capacidad de carga adicional, o microvehículos operados a control remoto por telepresencia.

 

Para desarrollar la impulsión radial, el VPR deberá estar acoplado por el eje a un motor homopolar de clase aeronáutica (de < 50 Krpm también), que a su vez es alimentado por el moto-generador reluctante acoplado a las turbinas, el cual a su vez puede ser activado, en régimen conmutable, por un moto-impulsor de combustión interna, de clase espacial, por supuesto, i.e., con combustible y oxidante autocontenidos, y regenerables si son a base de hidrógeno.

 

Estos motores no tienen que inducir los “gigantescos” impulsos a que estamos acostumbrados.  Ellos solo deben mantener la carga de potencia del moto-generador reluctante activa a su nivel normal, en condiciones que tienden hacia la micro-gravedad. La propia dinámica del vuelo en la alta atmósfera  hace que por la velocidad adquirida, la carga aerodinámica “eólica” se mantenga hasta niveles de rarificación extremos, tanto en las tomas de las turbinas, como en las superficies de sustentación,  facilitando la inyección en órbita con una carga de potencia adicional de estándar exoatmosférico, aplicada a unos VPR ya también “cargados”, i.e., con máxima acumulación de energía cinética rotatoria. 

 

Una serie de repulsores asimétricos adscritos al volante del rotor, de configuración y comando protegidos por patente, ([10]). ejercen la función de inducción de carga propulsora Retro-Rotatoria. Estos son controlados por medio de la bien conocida electrónica digital de potencia, y permiten manejar al vehículo con interfaces totalmente digitalizadas, de carácter óptico, para hacerlas inmunes a las cargas de potencia electrodinámicas. Ellos permiten controlar al vehículo de forma totalmente digitalizada y autónoma, haciéndolo viajar literalmente “sobre ruedas”.

 

Para garantizar la convertibilidad eficiente de las cargas electrodinámicas en acción impulsora radial y axial sobre el volante, debe tenerse en cuenta que la tensión eléctrica en las faces de transición debe variar fuerte y frecuentemente, lo cual puede ser perfectamente monitoreado y  controlado por la tecnología existente. Y que en última instancia es la especificación del tamaño de los VPR la que determina su potencia propulsora en el espacio exterior,  teniendo como constantes su solidez estructural límite, y la eficiencia de sus sistemas de soporte y anclaje magneto-dinámicos, pues de ella depende, como acabamos de ver, la velocidad tangencial que este sea capaz de desarrollar. Su diseño dependerá por lo tanto del tipo de aplicación buscada. Para el transporte de pasajeros hacia el espacio profundo, hacia otros planetas, por ejemplo, esta deberá ser superior a los 17 km/seg., i.e., la velocidad de escape solar.

 

La autonomía del vehículo en régimen exoatmosférico dependerá por supuesto, de la de su motor primario espacial, cuya configuración también puede variar extensamente de acuerdo a la aplicación buscada.

 

En la solución propuesta para el lanzador aeroespacial, los moto-generadores reluctantes de última generación deberán estar acoplados a turbo-reactores “eólicos” de nueva factura, en vuelo aerodinámico. Estos podrán mantenerse activos incluso por encima de la ionosfera, hasta altitudes que alcancen y ojalá superen los cien kilómetros, y ello debido a la carga aerodinámica producida por el vuelo a <M-25.

 

No olvidemos que por ser eólicos, los turbo-propulsores no siempre tendrán que inducir combustión interna, y que por lo tanto no tendrán que separar el oxígeno del ozono de la alta atmósfera para poder operar. Lo cual “era” el aspecto más delicado de esta configuración estándar, solo posible de superar con el modelo eólico retro-rotatorio de los nuevos reactores que estamos proponiendo aquí.

 

 Los motores primarios de combustión interna, de clase espacial, deberán reemplazar a los reactores, cuando estos salgan de la atmósfera por encima de los cien kilómetros, a la velocidad de escape ya adquirida de <M-25. Por lo tanto, ellos solo deberán mantener la carga radial de potencia de los moto-generadores para que estos continúen generando en el  régimen preestablecido, y así “mantengan” la carga radial de los motores homopolares de los VPR, y con ellos la dinámica de impulsión de vuelo ya adquirida, hasta lograr orbitar, y para continuar operando por supuesto, en régimen de micro-gravedad. 

 

Como “starters” o arrancadores, estos motores homopolares producen torque para impulsar rotacionalmente a los volantes VPR, hasta su velocidad angular de encendido. Posteriormente, ellos los mantienen dentro de los rangos máximo y mínimo de rotación, durante las diversas fases de propulsión. Estos deberán estar provistos de convertidores de potencia de estado sólido, tener interfaces de cable óptico, por protección contra las cargas electromagnéticas de potencia, y además deberán estar gobernados por un sistema de control de pulso totalmente digitalizado. En las fases sin carga propulsora, ellos también pueden generar para el sistema, por acumulación angular de energía cinética.

 

Por supuesto, sus acumuladores de potencia en el espacio exterior, pueden depender de  cualquier sistema generador de energía de carácter directo o híbrido. En el sistema directo, podría pensarse en acumuladores alimentados por rectenas, que captan potencia de una red de captadores solares de gran capacidad, instalados en la periferia.  Este sería un sistema ideal en la zona interna del sistema solar, en las zonas Tierra-Luna, Tierra-Marte y Tierra-Venus, en las cuales cualquier esquema que involucre energía nuclear deberá estar abolido por convención internacional. 

 

Este esquema de radiación de energía podría ser desplegado y funcionar muy pronto, gracias a los adelantos que ya se han logrado en el diseño y pruebas de eficiencia de retroalimentación de los radiadores y captadores (las rectenas) en EUA, y de las nuevas células de captación solar foto-voltaica de última generación, en especial en Europa (Francia). En esencia, este esquema funcionaría –y podría ser facturado- como un sistema de  telefonía móvil celular, o como el de posicionamiento global GPS, pero estaría dirigido no a la superficie, sino a los “canales de navegación” entre los destinos principales de tránsito espacial vinculados. 

 

Si alternativamente, estos son sistemas híbridos con motores eléctricos que se alimentan de una pila de combustible, los componentes básicos (H2 y O2) se  podrán regenerar del vapor de agua producido, extendiendo la autonomía de vuelo muy por encima de su simple capacidad de almacenamiento de los dichos componentes básicos en estado molecular. Esta técnica le permitiría aún mejorar las autonomías de vuelo, no ya de horas a días, sino de días a semanas, que el sistema en sí permite. Y por lo tanto, realizar múltiples rutinas de vuelo sin tener que volver a aprovisionarse. El reaprovisionamiento deberá realizarse por supuesto en los puertos de partida y destino, que al multiplicarse, conformarán una red, como la red global de aeropuertos internacionales ya existente en la Tierra.  En ellos el aprovisionamiento de oxígeno será el más importante, dado que las fuentes de hidrógeno no son problema. Por supuesto, otros esquemas más exóticos podrán desarrollarse con base en las fuentes de carburantes disponibles, como las descubiertas en satélites como la Luna, Europa o Titán.

 

En todo caso, la simple generación “eólica” de potencia con sistemas motrices híbridos, en el esquema aerodinámico, que puede funcionar en todos los ambientes con atmósfera, o el MHD para captación “eólica” de la energía de los vientos solares, acoplada a redes exteriores de aprovisionamiento, garantizaría ya la autonomía requerida para realizar las rutinas de vuelo de salida al espacio, con destinos orbitales directos a la Luna y sus posibles futuras estaciones Lagrángicas, así como hacia destinos planetarios de la zona interior, i.e., Venus, Mercurio, Marte y algunos asteroides del cinturón principal. Este alcance, por supuesto, se podrá ampliar a medida que la técnica se desarrolle, hasta alcanzar al menos el sistema principal de satélites Jupiterinos. 

 

En los vehículos de gran crucero hacia el espacio profundo, hacia la zona exterior del sistema solar, inicialmente, todo este esquema puede cambiarse por el de generación de potencia a base de pilas de combustible nuclear de clase espacial, de naturaleza y configuración bien conocidos en especial, para los submarinos atómicos. Ellas alimentarán con vapor de agua a presión –o equivalente- las turbinas acopladas a los moto-generadores reluctantes, en el esquema clásico, o podrán generar directamente por el esquema de convección termiónica. Este esquema será el más favorecido en el espacio, por supuesto, por ser el más compacto, (con él se pueden generar potencias del orden de 40 MW en equipos ya probados de tamaño no superior a 2m3), y por carecer de piezas móviles, generadoras de vibraciones parásitas adicionales.

 

Ello permitirá desarrollar muy rápido vehículos de gran tamaño, capaces de servir destinos dedicados en rutas y frecuencias preestablecidas, desde órbita terrestre o lunar, (no olvidemos que con el avión espacial la Luna se deberá convertir en otro destino estándar terrestre, como cualquier destino intercontinental mayor de tránsito suborbital, con duraciones de vuelo no mayores a dos horas) Ellos vincularán los principales polos de desarrollo en el espacio profundo, en especial más allá de Marte y la zona de asteroides, (los cuales se convertirán en los destinos extremos de los vuelos directos del avión espacial), sirviendo a las lunas de los planetas gigantes de mayor interés. Posteriormente también lo harán hacia los planetoides exteriores del cinturón Kuiper, y de allí hacia el del Oort, desde una estación de transbordo instalada muy probablemente en el sistema de Plutón y Coronte, y en el nuevo planeta recién descubierto al otro lado de este sistema Kuiper, de unos 3.000 km de diámetro, situado a 14.400 millones de kilómetros del Sol, y que nosotros llamaremos “Urantia”. 

 

La filosofía del diseño de los sistemas de guía y control, como es fácilmente comprensible, debe mantenerse en estricta confidencialidad por ahora. Pero ella permite construir un sistema integrado totalmente eléctrico, con mecanismos de propulsión, control y guía, estabilización, y generación artificial de gravedad independientes.  Lo cual es de capital importancia, si se quiere lograr un propulsor integral permanente con rangos de autonomía que van de horas para la zona interior de los planetas terrestres, servidas con vehículos híbridos, hasta días –no más de quince- para servir los destinos principales de la zona exterior, hasta los puertos de salida en los límites del cinturón Kuiper, en Plutón y “Urántia”, hacia las estrellas.  Todos ellos servidos con cruceros espaciales de gran capacidad.

 

 

c. Aplicaciones generales.

 

En esencia, el hecho de poder viajar por el espacio exterior interplanetario con vehículos de propulsión continua, de configuración electrodinámica a base de volantes de inercia que consumen energía de momentum en cambio de energía de masa, hace posible que estos viajen sobre ruedas, i.e., hace posible llevar la revolución de la rueda a un ámbito totalmente exótico para ella, el del espacio exterior circunterrestre, para producir al fin la tan esperada Samsara o “rueda espacial” mítica. 

 

Y ello lo hace, no sin antes dejar su huella profunda también aquí, a nivel planetario, al permitir el desarrollo de “spin-offs” tan valiosos como el aeropropulsor eólico, una aplicación aeronáutica general para vehículos con propulsión híbrida (turbo-reacción / retro-propulsión), que permite desarrollar vehículos tan especializados, como el avión espacial recién descrito, o helicópteros de alta velocidad, o dirigibles de uso intermodal, o el tan esperado auto volador, llamado por nosotros Aeromóvil, etc. ([11])

 

La propulsión retro-rotatoria hará estos nuevos sistemas mucho más eficientes, económicos y flexibles que cualquier sistema equivalente en operación hoy día.  Ello los hace por lo tanto, susceptibles de ser aplicados no solo a configuraciones muy especializadas de diseños revolucionarios, sino también a sistemas de transporte general tradicionales, de carga o pasajeros, como el marítimo, submarino o algunos tipos especiales de transporte terrestre o anfibio, como los aerodeslizadores, y también al dirigible. Y ello en vehículos con propulsión autocontenida, sin ningún elemento actuante exterior, como hélices, turbinas, o similares.

 

El desarrollo en esta área más interesante para nosotros será el de vehículos multiuso, i.e., el de vehículos híbridos con fuselajes flexibles, adaptables, o acoplables, transformables, reconfigurables en vuelo, por ejemplo, que le permitan a un avión espacial volar a baja altura y poca velocidad, para aterrizar o amarizar verticalmente (VTOL), y por ser anfibio,  poder “volar” bajo el agua, como un submarino de poca profundidad sin lastre, reconfigurando sus alas en aletas y alerones de sustentación bajo tales condiciones variables.  Por supuesto, toda la propulsión y control dinámico se hará por los mismos actuadores autónomos internos, cerrados, retro-rotatorios, sin necesidad de hacer ningún intercambio de mecanismos de control.

 

Ello los haría accesibles no solo a los principales aeropuertos de estándar mundial, sino también a los principales puertos marítimos globales, con solo incluir instalaciones de recepción en un muelle adecuado para ello.

 

Otra aplicación híbrida interesante de nivel general,  sería la de un avión espacial pequeño, tipo ejecutivo, no ya solo con capacidad anfibia, sino también con la capacidad de poder acoplarse a un dirigible arrendable, intercambiable, por poseer un módulo de anclaje en el techo, que le permita aterrizar, replegar alas, aproximarse al patio de dirigibles como si se tratase de una SUV, y anclarse a uno, para luego poder comportarse como cualquier aeróstato, y acceder a cualquier área de interés para los pasajeros, en la dicha modalidad de dirigible.

 

Semejante diseño le permitiría en última instancia, a un vehículo particular, tipo SUV, acceder a una pista de despegue autorizada para –desplegando alas- desarrollar desde un vuelo normal uno suborbital. Si tiene la configuración y el equipo de soporte necesario, y la autorización requerida, desarrollar velocidad orbital y salir al espacio para realizar un crucero interplanetario, de acuerdo a sus posibilidades de autonomía y reservas de acceso. Ya en el destino, acoplarse a una estación orbital de servicio por medio de un modulo de anclaje estándar, permanecer en dicha instalación y ser servido por ella como huésped, y tras la liquidación de cuentas, regresar a Tierra, reingresar a la atmósfera en vuelo activo controlado, aterrizar o amarizar en un puerto de destino predeterminado, y tras anclarse a un dirigible arrendable, trasladarse directamente a su sitio de destino particular, residencia, finca de recreo, club, resort, fábrica, oficina central (en el helipuerto de cualquier torre en un centro urbano, por ejemplo), etc. Si acuatiza, también podrá dirigirse por mar directamente a su sitio de interés, que no necesariamente tendrá que ser un puerto internacional de recibo. Ello siempre guiado y monitoreado por una red global satelital de posicionamiento y navegación.

 

Para todo ello, el dicho vehículo SUV-orbitador-anfibio deberá tener la configuración frontal de un lanchón aéreo (de Lifting-body), un propulsor VPR de al  menos 2.5 m de diámetro de base, así como una tripleta de actuadores VPR de control dinámico, dirección y guía, superficies críticas con protección térmica replegables, alas, aletas y alerones de configuración aerodinámica variable replegables también, un motor primario híbrido de hidrógeno con oxidante autocontenido, con capacidad de operar en régimen exoatmosférico, y una microturbina eólica acoplada, sistema de presurización y soporte de vida extraterrestre estándar, módulos de acoplamiento espacial y de anclaje a dirigibles estandarizados también, rodamientos terrestres replegables, mas toda la aviónica de navegación, control y guía, con su sistema de telecomunicaciones y telemetría requeridos.

 

Semejante vehículo no estará por supuesto al alcance de cualquier bolsillo, pero sí podrá costar lo que hoy cuesta un tiquete de turista espacial, y le aportará muchísimo más al excursionista interplanetario. Una red global de radiación eléctrica reduciría mucho la complejidad del esquema básico, haciéndolo más limpio desde el punto de vista ecológico, y reduciendo el costo de adquisición y operación del sistema, haciéndolo por lo tanto accesible a un nivel más general.

 

d. Aplicaciones espaciales.

 

La configuración básica esbozada de posibles aplicaciones generales, permite asegurar que en el espacio, este sistema propulsor facilitará el desarrollo de vehículos integrales, aviones, cruceros, transbordadores, cargadores, plataformas, satélites, sondas, y estaciones con sistemas de propulsión permanente, i.e., que esta función dejará de ser un factor límite del régimen operacional y tiempo de vida útil del sistema, y pasará a ser otro factor más de sus sistemas de base, determinante sí, pero no crítico. Su introducción permitirá incrementar la eficiencia, confiabilidad, y flexibilidad de los nuevos vehículos que emergerán con base en él, multiplicando su rendimiento o performance total, hasta niveles impensables para los sistemas vigentes hoy.

 

Ello debido no solo a la reducción enorme de los costos directos de adquisición de estos nuevos sistemas, sino sobre todo, a la reducción correspondiente de sus costos de operación.

 

En el régimen atmosférico, para la industria aeronáutica que acabamos de ver, la introducción del sistema de propulsión híbrida, eólica, asistida por retro-rotación, en el cual las turbinas servirán como captadores eólicos sin consumir combustible en la fase de crucero, permitirá reducir a menos de la mitad dicho consumo, el factor crítico de la estructura de costos de esta industria, algo impensable hoy.

 

En régimen transatmosférico, para la industria de lanzamiento, al abolir totalmente los lanzadores químicos verticales, contra la gravedad, se abolirán totalmente sistemas completos de enorme costo y complejidad, con las bases de lanzamiento en sí mismas, para empezar, y en los vehículos, sistemas tan complejos y costosos como las bombas,  válvulas y ductos hidráulicos y pneumáticos, a base de titanio, de alimentación de propelentes, y sus sistemas refrigerantes, así como los sistemas de admisión y combustión de los motores, y estos con los cohetes en sí mismos, lo cual hará ahorrar toneladas de materiales al reemplazarlos por interfaces ópticas y electricas, y todos los actuadores químicos por electrodinámicos.

 

Ello permitirá lograr una escala de reducción de costos de tipo ya no evolutivo sino revolucionario, con la consecuente ampliación de accesibilidad de estos sistemas.  Además, gracias a los avances logrados hoy en electrónica de potencia, telemetría, aviónica, inteligencia artificial, electromecánica y elaboración de materiales compuestos, esta escala podrá reducirse a estándares compatibles con los rangos de eficiencia y racionalidad de costos de la industria aeronáutica actual. Algo totalmente imposible con los sistemas de lanzamiento vigentes hoy. La estructura eólica en ambos, solo posible con la introducción de los VPR, seguramente los hará converger hacia un estándar único.

 

Algo que también revolucionará a esta industria, haciendo posible que nosotros intentemos realizar la conquista del aire en este nuevo siglo, como en el pasado conquistamos la tierra con la revolución automotriz. Y con ello me refiero a la conquista particular del aire por medio de vehículos de uso general como el Aeromóvil descrito antes. La camioneta voladora suborbital y anfibia (SUVA), o el avión suborbital de bajo costo, el cual permitirá estandarizar el transporte masivo de largo alcance, (de <8,000 km) a menos de dos horas.  El vuelo supersónico por encima de los 30.000 mts, lo hará también accesible a conexiones continentales de < 3.000 km. 

 

Pero la propulsión continua sin propelentes hará posible sobretodo llevar esta revolución al espacio, para conquistar –inicialmente- el ámbito hasta ahora esquivo de nuestro sistema solar entero, incluyendo las zonas del cinturón Kuiper y de Oort. Labor que ya no será de este nuevo siglo, sino de este nuevo milenio. Labor en la cual deberemos emplear ya no solo nuestras más excelsas calidades de inventores y tecnólogos, sino toda la inmensa capacidad de labor diaria y de creatividad de la humanidad entera, la cual para poblar el ámbito ilímite de al menos veinte nuevos mundos planetarios y satelitales mayores, parece poca y deberá emplearse a fondo, utilizando al más amplio nivel las nuevas oportunidades de movilidad y penetración que esta nueva tecnología ofrece.

 

Pues la rapidez del tránsito entre planetas será ya no de meses o años, sino de horas o días, no más de 24 horas para ir a la zona del cinturón principal de asteroides, alrededor de 72 horas para la ir a la zona satelital de los planetas gigantes, y de 8 días para ir desde la Tierra hasta Urantia, en medio de la zona exterior del cinturón Kuiper. ([12]) Una revolución “espectacular” sin ninguna duda, si logramos controlar el viaje relativista “super-lumínico”. Algo que deberá conducirnos finalmente a las estrellas.

 

Así pues, los vehículos espaciales resultantes deberán ser de configuraciones muy especializadas: lanzadores eólicos transatmosféricos para salir del pozo gravitatorio terrestre. Vehículos de trasbordo o transferencia, para servir de vínculo entre estaciones orbitales permanentes relativamente próximas. Vehículos de descenso-ascenso a superficies planetarias específicas, de diseño y dedicación exclusiva, para servir las diferentes bases de operación pioneras en dichos ámbitos.

 

Grandes vehículos crucero con gravedad artificial, para transportar pasajeros y carga a destinos específicos de larga duración, a los diferentes sistemas satelitales de la zona exterior, hasta Urantia en el límite interior del cinturón de Oort, inicialmente, y en la medida en que la técnica de transporte “superóptico” se desarrolle, hacia las estrellas más próximas.  No olvidemos que para ir a las 8 estrellas más próximas, en vuelos directos a cada una de ellas desde la Tierra, duraremos entre 15 y 22 meses, i.e., 18 meses en promedio. ([13])

 

Un crucero semejante podrá llevar por ejemplo, equipos de exploración de materiales a Marte, equipos de extracción y cargadores al cinturón de asteroides, contenedores de hidrocarburos para Titán, bases de turistas para Io y Europa, un sistema GPS para Tritón,  un observatorio gravitatorio para Pluto y Coronte, y un hotel orbital desmontado para Urantia. Además, por supuesto, de administradores, ingenieros, operarios, científicos y turistas, de ambos sexos por supuesto, y de todas la nacionalidades, razas, y creencias, a todos los destinos. Lo cual no excluye tampoco a los niños, que podrán ir en grupos de exploración, o en grupos familiares de vacaciones.  Todo un espectro de infinitas posibilidades, como es fácilmente comprensible.

 

Además, deberán desarrollarse vehículos de aplicaciones muy especializadas, como vehículos de implantación y reemplazo o recuperación de sondas exploratorias de observación orbital multidisciplinaria, permanentes o migrantes, con sus correspondientes redes de comunicación y retro-alimentación, si su programa ha sido cancelado, transformado o mejorado. Estos vehículos deberán servir también para monitorear el estado técnico de todas las diferentes unidades satelitales implantadas por un mismo operador en diferentes ámbitos.

 

Otro tipo de vehículos especiales deberán servir para transportar, desplegar y montar estaciones orbitales permanentes de todo tipo, con unidades de habitación permanente, laboratorios, unidades de servicios básicos, unidades de producción de alimentos, y centros de entretenimiento. Así como también, unidades de fabricación espacial de todo tipo de materiales, componentes y productos terminados.

 

También deberán desarrollarse vehículos de carga de gran capacidad muy especializados, como ferries de asteroides, de materias primas y de productos semi-elaborados y terminados, con controles de operación y seguridad muy avanzados y estrictos. No olvidemos que un tal ferry podría crear una situación de conflicto muy grave “por error”, si al alterar la órbita natural de dichos astros, o al transportar una carga mayor, los hiciese potencialmente peligrosos para el planeta Tierra mismo, o para cualquier otro astro o estación orbital, creando una situación potencialmente catastrófica, como ya es extensamente conocido.  Por ello estas actividades tendrán que ser desarrolladas en forma prioritaria en áreas lo suficientemente apartadas de los planetas y astros habitados.

 

Ello nos lleva a otra categoría muy importante, que es la de patrullaje de vigilancia y control. Este puede adquirir formas muy variadas, que no siempre tendrán que ser tripuladas. Y en su forma disuasiva, tendrán que adquirir todas las especificaciones de defensa estratégica que la actividad humana en el espacio requerirá, con las máximas especificaciones. En ellos la dotación con cañones de energía dirigida, como el láser, aunada a su extrema movilidad y rapidez, los harán excepcionalmente útiles como armas de carácter disuasivo, y harán de toda la tecnología de defensa basada en cohetes –en especial a los misiles balísticos de largo alcance- definitivamente obsoleta.

 

Las labores de patrullaje y vigilancia también deberán incluir, como en tierra, las de asistencia de emergencia y ambulancia, para situaciones catastróficas. Y ello nos conduce a otro tipo de aplicación muy importante y necesaria, que solo este nuevo sistema de transporte puede ofrecer: la de recolección o recuperación de basuras espaciales.  Este es un requerimiento de carácter urgente ya para la zona de navegación circunterrestre, en especial para las órbitas de baja altura, pero lo será en todos los ámbitos en la medida en que la densidad de la actividad humana en el espacio aumente, y el volumen de tránsito se intensifique.

 

Aunque la intensidad de la producción de escombros con la abolición de los sistemas desechables, seguramente se reducirá sustancialmente, este tipo de basuras nunca desaparecerá totalmente. Además, las basuras naturales, debidas a nubes de micrometeoritos y a los meteoritos en sí, si es una función permanente que deberá ser atendida en tiempo real tan pronto sea observable. Esta función no deberá inhibir la protección pasiva ya estándar con cascos de blindaje de las unidades orbitales sensibles.

 

 

e. El viaje a las estrellas.

 

Así, estos propulsores retro-rotatorios electromecánicos harán posible ampliar el índice de impulso específico logrado hoy con la cohetería de segundos y minutos, no ya a horas y días, sino a meses y años, en sistemas avanzados dotados de generación nuclear térmica o termiónica. Una tecnología disponible ya, pero aparentemente abandonada por no hallar una aplicación práctica inmediata. 

 

Un convector termiónico puede producir electricidad en el rango de los multimegavatios (entre 40 y 200) por 40 años. Ello hace posible, con propulsión continua, el viaje a las estrellas. Por supuesto, si logramos domesticar la técnica del viaje relativista superóptico, hasta alcanzar un nivel de confiabilidad equivalente al aeronáutico.

 

Y henos aquí en la frontera misma de las posibilidades futuras próximas, no muy alejadas de nuestra tecnología actual.  Con este esquema los primeros viajes no durarán más de una década, explorando diferentes sistemas planetarios de estrellas muy próximas, para después regresar a contar la historia. Estos viajes deberán ser totalmente autónomos, y podrán consistir en una flota de vehículos, no menos de tres y ojalá al menos doce, para honrar a los doce caminantes lunares pioneros de la época “heroica”.

 

Los tránsitos deberán consistir en vuelos de 18 meses en promedio, entre estrella y estrella, con regímenes de aceleración-deceleración (50/50 %) de tipo solar, i.e., de no más de 17 km/seg., para hacerlos compatibles con el estándar gravitatorio terrestre natural, pero que permita escapar a la gravitación solar, y con ello obviar el problema del viaje prolongado en microgravedad de una tripulación numerosa.  Ella permanecerá siempre, por lo tanto, en una condición física normal durante todo el viaje, y podrá dedicarse en promedio cuatro meses a explorar extensamente cada sistema alcanzado. Por lo cual podrán visitar cinco estrellas en cada misión.

 

Unos doce escuadrones de tres unidades cada uno, podrían explorar pues unas cincuenta estrellas en diferentes zonas muy variadas e interesantes de nuestro entorno, permitiéndonos hacernos a una idea muy precisa de lo que deberemos esperar encontrar en este ámbito.

 

Se trata pues, de la aplicación más avanzada y espectacular de esta nueva tecnología, y de cuantas empresas de exploración haya podido emprender la humanidad en toda su historia.  Misiones más audaces, en el rango de las multi-décadas, solo serán posibles cuando el hombre logre incrementar su promedio de vida activa, por dos. Lo cual, al menos en las sociedades mas avanzadas, ya está ad portas. Ello le permitiría “ir, ver y volver” a una misma tripulación,  no ya a las estrellas, sino a la galaxia entera, después de un primer sondeo automático de sus antípodas. Y ello en un viaje de unas cinco décadas.

 

Por supuesto, estas son posibilidades que salen aquí por primera vez del ámbito de la ciencia ficción.  Nosotros dejamos por ahora sentada nuestra bandera solitaria, aquí y ahora, para que vengan otros exploradores más audaces y más seguros de su ciencia y de su técnica, que puedan avanzar o refutarnos, a que nos propongan otros rumbos más audaces. Como ir a las galaxias, por ejemplo, o a las antípodas del universo. Nosotros solo queremos que ellos vengan de paso, y que nunca regresen sin haber avanzado.

 

Y además, que nos recuerden con benevolencia, humanos como somos todos, falibles y mortales, aunque ellos también podrán ser una raza de máquinas, de “robo-sápiens”, generada por el progreso de nuestra propia ciencia cibernética, los cuales podrán darse el lujo de ser, ellos sí, inmortales herederos de nuestra civilización, y quienes esperamos que por estos récords al menos nunca nos olvidarán.

 

 

Mario Guillermo Acosta

 

Bogotá, Octubre 17 de 2005

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ULTIMA REV.: 2005-10-20 / 2008-05-17

 

 


[1]  En concepto que me envió sobre este esquema en Sep. 26 de 1985, cuando yo apenas empezaba a desarrollar el tema hace ya 20 años, y ello como Decano (R. C. Mac Laurin Proffesor) del Departamento de Aeronáutica y Astronáutica del MIT de la época.

[2] Inventado básicamente por Goddard en EUA y Tsiolkovsky en Rusia, a fines del siglo XIX y comienzos del XX.

[3] Ver al respecto el Informe de Resultados del BPP de NASA de Mayo del 2004, de Marc Millis, cif. [4] .

[4] Ver al respecto el doc. CIFRA REM # 096 sobre el Avión Espacial, “The Space Plane”, MGA, 02-2004.

[5] Ver al respecto la página de este Programa con el informe de Marc Millis, y el de Prospectos del BPP de Mayo de 1997, en NASA Breakthrough Propulsion Physics Project (or BPP), en el portal de NASA, y el portal del nuevo laboratorio de investigación adscrito al Marshall RC, en Scientific research/Propulsion Research Center.(PRC), en el portal del Marshall Space Flight Center. 

[6] Ver el informe de resultados de Mayo de 2004, ibid, op cit. [6].

[7] El programa inicial del NASP (National AirSpace Plane) fue suspendido en 1994.

[8] Ello para no hablar de los desarrollos que el concepto de “antigravedad”, hoy en pleno desarrollo en especial en Francia y Rusia, permiten prever.

[9] El Prof Laithwaithe probó en sus lecturas de invierno de 1975 en el Imperial College, que estos volantes de tipo giroscópico, consumen la energía cinética acumulada y no momentum. Cif. E. Laithwaithe, varios artículos, e.g.,  Electrical Review, vol. 207, N’ 3, 18, 07, 1980, pp. 40-42.

[10] Por supuesto, el restringir esta información no implica querer bloquear, frustrar o impedir el acceso a esta tecnología, para quien quiera y pueda intentarlo. Solo deseamos reservarnos una parte de “nuestro” diseño, de nuestra forma de hacer las cosas, para nosotros.

El simple conocimiento de las leyes básicas que gobiernan estos mecanismos, descubierta por nosotros, cuya base conceptual debe ser, y así queremos que sea, patrimonio “intangible” de la humanidad, que anexamos al final de este ensayo, le permitirá a cualquier ingeniero de diseño medianamente instruido intentarlo, a su manera, por supuesto. Y que ojalá lo haga! Bienvenido a la competencia.

[11] Ver al respecto, mi artículo sobre REM Propulsion Applications, REV CIFRA # 095-2004

[12] Ver al respecto el informe final en el doc. CIFRA REM #091-2004.

[13] Ibid.